A las puertas del hotel Anantara Vilamoura, un alegre tuk tuk amarillo da la bienvenida y nos recuerda que la vida es un viaje. Nada más atravesar la entrada hay más detalles que convierten a establecimiento (el único que tiene la exclusiva marca asiática en Europa) en un lugar diferente. El check-in no se realiza de pie tras un alto mostrador sino que el personal del establecimiento te acompaña a una sala para estar cómodo, sentado, y poder agasajarte con una bandeja de productos locales: agua de algarroba, zumo de naranjas del Algarve, almendras tostadas al horno e higos… En ese momento te das cuenta de que el disfrute del lujo asiático va de la mano de la exaltación de los valores locales. En este caso, a través de los productos portugueses.
Al caer la tarde, en el lobby del hotel y bajo una escultura con forma de árbol resultante de utilizar injertos de pino piñonero y acacia, una cantante de fado acompañada de una guitarra hace las delicias de los huéspedes. Todo en un espacio con abundantes guiños a la identidad de donde nos encontramos como tiestos que evocan a las típicas chimeneas de las casas del Algarve o cojines con estampados que recuerdan a los icónicos azulejos del país.
En Anantara Vilamoura Algarve Resort las experiencias se diseñan a la carta gracias al conocimiento de sus expertos, que aquí se denominan gurús. Hay tres: uno dedicado al vino que organiza visitas privadas a varios viñedos locales; otro experto en golf (hay que tener en cuenta que el hotel linda con el campo de golf Victoria Course, donde se celebra cada año el Portugal Masters); y el tercero especializado en otras acciones lifestyle como la visita a la población cercana de Loulé y su mercado tradicional en compañía del chef Bruno Viegas.
Con él eliges el producto y de vuelta al hotel, presencias un showcooking en una cocina al aire libre para aprender sabrosas recetas. Así, la vivencia gastro no puede ser más completa. Otra opción es visitar la ría Formosa con cata de ostras y mariscos preparados por un pescador local.
En cuanto a instalaciones, las 280 habitaciones del complejo son amplias y modernas. Inspiradas en los bosques portugueses, en su decoración predominan las terminaciones en madera con paneles móviles que se adaptan al gusto del huésped y que permiten separar distintos ambientes. Y continúan los detalles que ensalzan Portugal a través de los cubiertos de la firma Cutipol (presentes en las mesas de varias casas reales europeas) o el menaje que guarda la fruta de cortesía.
Anantara Vilamoura es sin duda un hotel familiar. Yo lo he podido comprobar. Hace un par de meses se inauguró la nueva guardería y el club de niños aventureros para que los más pequeños se diviertan con actividades relacionadas con el arte, la cocina, el cine al aire libre o los safaris. Los adolescentes también tienen su espacio diferenciado, The Hub, con academia de baile o clases de golf. También hay servicio de guardería en la habitación para bebés a partir de cuatro meses de edad.
La gastronomía es otro punto destacado del hotel y disfrutar de la buena mesa es muy fácil gracias a los seis bares y restaurantes que alberga. Destacan Emo, elegante y con una amplia oferta orientada al vino (disponen de 500 referencias); y Ría, en tonos aguamarina y donde se sirven pescados y mariscos al estilo tradicional, bien a la brasa o en cataplana. Si prefieres comer a pie de piscina y no moverte de la tumbona las opciones son variadas, ya que puedes tomar desde un socorrido sandwich a una sabrosa ensalada o unas sardinas. Por cierto, si no quieres niños cerca, hay una piscina con cascada solo para adultos con chiringuito de champán Veuve Clicquot.
La directora de RRPP, Cristina Borgia, me contó que en la cocina utilizan un alga de la zona llamada salicornia que es muy salada, así no hay que añadir sal a los alimentos. Por la mañana se muestra una cesta con el pescado fresco para que el huésped conozca las recientes capturas; y los domingos, opción de brunch con banda de música bossa nova en directo.
En el buffet del desayuno me llamó la atención la mesa dedicada a la miel, con cinco variedades distintas y hasta un panal del que coger directamente un trozo de miel de naranja. Aguas aromatizadas de sandía, con canela, zumos naturales, mantequilla francesa con indicación geográfica protegida de Normandía, además de surtido de quesos locales, embutidos, pancakes, panes y bollería variada hacen las delicias de los huéspedes con vajillas artesanas también de la zona.
Los huéspedes (británicos, estadounidenses y brasileños en su mayoría) pueden disfrutar de una amplia carta de servicios en el spa (por supuesto que el masaje thai es una de las especialidades) que cuenta con amplias cabinas donde dejarse llevar. Por el camino continúan los detalles: en el ascensor de acceso huele a naranja gracias a unas velas. En el gimnasio no faltan las actividades programadas de yoga, pilates, zumba o capoeira. También a disposición del huésped, hay servicio de entrenador personal con cargo extra.
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