Abarcas menorquinas, cangrejeras y alpargatas forman parte del calzado estival de miles de españoles entre los que me incluyo. Desde mi infancia estos tres tipos de zapatos han tenido protagonismo indiscutible en mi armario y continúan formado parte de todas mis aventuras. Hoy en El Rincón de Carla nos adentramos en la fábrica de Abarcas Ría, avarcas en menorquín, para conocer su historia y comprobar que aún hoy en día continúan fabricándose de manera totalmente artesanal.
Pero vayamos primero al origen. Con doce años, Bartolomé Truyol comenzó a trabajar en el taller de un zapatero. Aprendió el oficio y con 17 años se aventuró a independizarse para montar junto a dos amigos, su propio taller. Cosió zapatos durante décadas hasta la crisis de los años 80. La industria, la tecnología, la apertura de nuevos mercados, el lujo y las grandes marcas que florecieron en aquella época hacían que la artesanía local fuera siendo abandonada por los maestros artesanos de toda España.
Lejos de tirar la toalla, Bartolomé se reinventó volviendo al origen de su familia, payeses menorquines cuyo calzado habitual era la ‘avarca’. Bartolomé recordaba a su abuelo cosiendo cuero a suelas de rueda de tractor. Cosía avarcas para toda la familia. Bartolomé Truyol quiso recuperar estos recuerdos de infancia para adaptarlos al nuevo mundo que avanzaba sin piedad. Nacía Avarcas Ría.
En 1997 su hijo Carlos tomó las riendas de la empresa que ya fabricaba 25.000 pares de avarcas al año. Sangre fresca, nuevas ilusiones y un mercado que continuaba creciendo a sus pies. Perfecta combinación para ampliar la empresa y convertir el clásico zapato de trabajo payés en objeto de deseo, e icono de toda una isla.
Hoy en día Avarcas Ría fabrica más de 300.000 pares al año y sus avarcas han ido sofisticándose poco a poco, pero manteniendo siempre los modelos más tradicionales. Incluso tienen una línea a la que llaman ‘rústica’ que aún se elabora con auténtica suela de neumático. La innovación en esta familia de artesanos es su sello de nacimiento. Las colecciones son cada vez más amplias, nuevos tejidos, combinación de colores, pinturas a mano, plataformas, sandalias, pero siempre manteniendo la esencia de la avarca menorquina.
Adentrarse en la fábrica Ría es apreciar el trabajo de los maestros zapateros, la artesanía más pura en pleno siglo XXI. Organizan visitas a la fábrica para que todo el que lo desee pueda conocer la fabricación artesanal de la abarca de principio a fin. Cada maestro zapatero tiene su misión, que realiza con el máximo cuidado y perfección.
Desde el corte del cuero o los diferentes tejidos, el engomado de las capas y suelas, la elaboración y costura de cada una de las tiras traseras de las avarcas, los pespuntes, el centrado del zapato, prensado, y secado hasta la colocación también manual en las cajas para su venta. Todo se hace a mano.
Décadas de manos trabajando entre costuras, cueros, gomas, pegamentos. Décadas de manos luchando por conservar la tradición hasta auparla a lo más selecto de la moda internacional. La avarca menorquina ha traspasado fronteras, desde la tramontana hasta el infinito. Marca España, esencia, tradición, diseño e innovación allende los mares.
Bartolomé Truyol y su familia lo han conseguido. Y yo he tenido la fortuna de ver en vivo y en directo cómo la tradición y los recuerdos de un abuelo que cosía avarcas para su familia, se convirtieron en una de las empresas de calzado más importantes de nuestro país. El truco: tener siempre los pies en el suelo. Eso sí, con unas buenas avarcas Ría.
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