Érase una vez un Palacio
Érase una vez una puerta. La puerta de los patios de Córdoba. Érase una vez, Córdoba.
El 31 de octubre de 1981 los cordobeses pudieron ver aquel palacio que durante cinco siglos admiraron desde la calle Duque de Rivas. Es ahora Monumento Histórico Artístico Nacional y Jardín Histórico Artístico. Pertenece a la Fundación CajaSur, que lo compró a la III Marquesa de Viana en 1980 y ha hecho de él uno de los reclamos turísticos más importantes de la ciudad. Pero adentrarse en este Palacio es viajar en el tiempo. La Edad Media nos espera para llevarnos hasta el Renacimiento, el Barroco y la Córdoba actual, dinamizada y alegre.
A mediados del siglo XVI el I Señor de Villaseca adquirió las casas medievales donde hoy encontramos el Patio de los Gatos, uno de mis favoritos. El patio medieval más antiguo de Córdoba estuvo rodeado de casas comunales, las Casas de la Puentezuela de Tres Caños, que comprara el Señor de Villaseca para dar en alquiler. Tuvo un pleito con su hija y perdió dichas Casas en 1561. La pila para lavar la ropa y la ventana a la vieja cocina nos permiten saborear la vida en otra época.
Medieval es también el Patio de los Naranjos, otro de mis favoritos. Intimista, secreto y de inspiración árabe por la importancia al agua, sus flores y frutales se dan la mano, enlazando sus tallos. Contemplación, sosiego, paz infinita. Glicinia, heliotropo, naranjos, calas y nenúfares, un paraíso en miniatura, prohibido agobiar.
Ya en el siglo XVII el II Señor de Villaseca configuró el Patio del Recibo, desde entonces el patio principal y la entrada de carruajes. Hasta entonces se accedía por el de Los Naranjos. A partir de ahora la nobleza que lo habitaba quedaba bien patente para los transeúntes, quienes antes, igual que ahora, podrían admirar la armonía que reina entre arquitectura renacentista y jardinería.
Está compuesto por 16 columnas toscanas y las ventanas del segundo piso tienen Pantone propio, el azul Viana. Una gigante palmera datilera reina en el centro, portera de los siglos. Celestinas contra rosas de pitiminí, oreja de vaca frente a dama de noche. Una floración permanente como metáfora de la vida renacentista, la antítesis de nobles y plebeyos.
Fue su hijo, el III Señor de Villaseca, quien ampliara el llamado Patio de Las Rejas, hoy icono del Palacio y de todo el barrio. Se abre al exterior con grandes rejas manieristas, ahora sí, no había que esperar a la entrada de carruajes para ver la joya de quienes lo habitaban. Desde las calles, todos podían envidiar la vida de los Señores del Palacio. Las rejas de forja de sus ventanas fueron realizadas por el maestro Bartolomé de los Reyes y Cueto en 1624. Siempre verde, repleto de plantas y cítricos, calas y gitanillas, el patio mimado de entonces y de ahora.
A mediados del siglo XVII, el IV Señor de Villaseca vuelve a comprar las Casas medievales y con ellas, el Patio de los Gatos se incorpora también a la vivienda. Ya en el siglo XVIII una nueva etapa se avecina. La descendencia no ha llegado y los Fernández de Mesa llegan al Palacio. Villaseca es ya un marquesado desde que Felipe V le concediera el título.
Una mujer dejaría huella allí. Ana Rafaela Fernández de Mesa, VI Marquesa de Villaseca, reformaría el espacio creando el Archivo Histórico, hoy otra joya de documentación nobiliaria en el haber. Para él se construye un patio barroco con paredes asimétricas y encaladas, ventanas azul Viana y en el centro una fuente de azulejos que decora la atmósfera sin alterar la esencia. Geranios, clivias y mandarinos, violetas y dama de noche… en todos ellos se percibe la mano verde de una mujer sensible.
Remodela también el Patio de la Madama que, sin embargo, adquiere su estética actual en el siglo XX. Fue concebido para ser admirado desde dentro, intimista y discreto. Fue el preferido del Almirante, último propietario, quien ubicó frente a él su dormitorio para admirar la ninfa neoclásica que frente a él posaba, fría en mármol, pero de cálida mirada. Huele a jazmín, en febrero serán violetas, buganvillas siempre, y en primavera reinarán los pensamientos…
Estamos ya en el siglo XIX cuando se incorporan casas colindantes ampliándose sustancialmente el palacio, y con él, el resto de los patios y el jardín francés. El patio de los Jardineros, el de la Alberca, la Cancela, la Capilla… Algo os tengo que dejar en el misterio. Si la esencia de Córdoba son sus patios, Viana es su puerta. Érase una vez Córdoba, pero que no os cuenten la historia, id a descubrirla.
*Más información: www.palaciodeviana.com