El año 2017 terminó para mí de la mejor manera posible, con un viaje que me atraía desde hacía tiempo. Japón un país fascinante y sorprendente, me recibió aguantando ese otoño que lo hace tan especial. Así que ahora, quiero dedicar mi primer artículo de 2018 al país del Sol Naciente.
Desde mi regreso no he parado de hablar del viaje. Supongo que por lo exótico del mismo, todo el mundo quiere saber. Todos preguntan. Podría, como otras veces, contar la ruta y todo lo visitado, pero siendo un lugar tan único y especial he preferido intentar reflejar en El Rincón de Carla, sensaciones y emociones, dejando las rutas, todas muy atractivas e interesantes, para el blog.
Pocas sensaciones hay tan excitantes como viajar al lugar que desde hace tiempo anhelas. Me esperaba un viaje diferente y una ruta única por un país donde el respeto es filosofía de vida.
Durante algo más de una semana recorrí kilómetros en coche, tren, barco e incluso caminando; admiré paisajes, bosques y jardines; aprendí a hacer udón y también oraciones budistas. Ahora conozco la diferencia entre maiko y geiko, a las que nadie debe llamar geishas. Escuché leyendas y románticas historias de samurais; hice mis propias ofrendas y el oráculo predijo mi futuro. Intenté impregnarme de una cultura antípoda de la nuestra y de su simbología.
Solo en Japón hay un puente que puede cruzarte a la Luna, a partir de ahí la magia, envuelta en respeto máximo y hacia todo, invade tu alma y fecunda de emociones tu espíritu.
Kyoto mantiene la esencia del Japón más antiguo y tradicional pero que ha sabido modernizar su industria y es cuna de la tecnología más puntera. Sorprende y divierte ver a las jóvenes japonesas pasear por la ciudad con kimonos que alquilan para recrear una época y una tradición. Es como si, para visitar Sevilla, nos vistiéramos de flamencas. Pero ellas lo hacen con devoción.
Sintoísmo y budismo conviven en Japón casi como si de una misma religión se tratara. De alguna manera las han unificado para tomar de cada una lo mejor. Tanto adoran a los más de 8 millones de dioses sintoístas, como a Budha y sus principales discípulos japoneses. Para celebrar eventos alegres acuden a santuarios sintoístas, para momentos de recogimiento como funerales, van a templos budistas… pero tanto unos como otros son respetados y sus dioses adorados por el pueblo nipón.
El santuario sintoísta Fushimi Inari es el más importante de Japón. Más de 1000 toriis representan ofrendas a Inari, una deidad andrógina cuyo mensajero es el zorro. Inari es el dios de la buena cosecha, la abundancia y la fertilidad. El impresionante camino de las mil puertas nos lleva hasta la cima del monte Inari.
También en Kyoto se encuentra el templo con la pagoda más alta del país y uno de los más bellos y visitados. Se trata del Templo To-Ji o Templo del Este construido en el 796 cuando Kyoto era capital del imperio. La pagoda construida en madera y de casi 55 metros es símbolo de la ciudad. El templo se encuentra en un precioso jardín japonés donde también se ubican otros edificios como los salones Kondo y Kodo, destruidos en un incendio en el siglo XV, pero reconstruidos después.
Merece la pena madrugar para ver amanecer desde el bosque de Arashiyama, la luz del sol naciente nos hará renacer entre bambús y un precioso paseo nos espera en cualquier época del año. Los cerezos en flor pintarán de blanco Arashiyama mientras que el otoño prefiere rojos, naranjas y amarillos. Son el Iroha y el Ginkgo Biloba llamando al Momiji, o momento para acudir al templo, pasear o simplemente disfrutar del espectáculo otoñal. Dicen que el japonés es de carácter introvertido, que apenas muestra sus emociones, sin embargo, hacen de cada momento un sueño y saben saborear las estaciones mejor que nadie.
En primavera el Hanami significa observar las flores y reúne familias y amigos en torno a los cerezos en flor. Durante el otoño será el Momiji protagonista de los planes festivos. Quizá no muestren sus emociones tal y como nosotros las entendemos, pero son sin duda, mucho más sensibles de lo que parece y desde luego, más espirituales que los occidentales, en general.
Es Hiroshima la ciudad de la esperanza, el lugar donde todo pareció terminar aquel fatídico agosto de 1945. Hoy el Domo es el único edificio sin reconstruir para recordar que las guerras no se hacen para lograr la paz. Es la paz la que debe primar por encima de todo. Japón celebra este año que comienza el 150 aniversario de sus relaciones diplomáticas con España, desde entonces siempre hubo paz entre los dos países.
Uno de los santuarios más queridos de Japón es el de Itsukushima-Jinja en la isla de Miyajima. Su torii se encuentra en el agua y antiguamente solo los elegidos podían visitarlo. Es la isla casi sagrada, el perfil de su montaña dibuja el rostro tumbado de Budha, no tiene cementerio ni tampoco hospital para partos, pues la sangre es impura.
Tampoco cultivaban arroz para no ofender al dios tierra. Casi todo Miyajima es Patrimonio de la Humanidad y también la isla de las ostras (que se “cultivan” en miles de bateas) y de los cervatillos que pasean por las calles con toda tranquilidad. El complejo del santuario comprende varios edificios y fue construido sobre el agua, pero no se sabe a ciencia cierta cuándo. Los primeros datos son del año 811 pero se cree que es muy anterior.
El gran torii flotante está hecho con madera de alcornoquero, ya que es muy resistente, y cuando hay marea baja se puede caminar hasta su base. Allí comencé a entender la importancia que el respeto tiene en Japón. Las escenas son fabulosas, templos, santuarios, toriis flotando en el agua, pero lo que realmente sorprende es la devoción de la gente. Igual que en el resto de templos y santuarios visitados. Al contrario que en otros países budistas, en Japón no se permite fotografiar directamente a los dioses, ni siquiera sus altares.
En algunos templos incluso hay carteles que lo prohíben para los turistas desinformados. Y entonces, valoras la esencia, porque nos hemos olvidado de recordar con la memoria. En Japón recuperé lo que hacía de niña, hasta que tuve mi primera cámara de fotos a los nueve años.
La esencia también la viví en los onsen o balnearios nipones, en concreto en Dogo Onsen y en el balneario del Hotel Kotohira. La experiencia para un occidental es intensa. Completamente desnudos, sin ningún apuro ni vergüenza, se lavan sentados en un banco, con la meticulosidad de lograr la perfección, durante largo tiempo, Luego se introducen en las piscinas termales y allí charlan o simplemente se relajan. Hombres y mujeres están separados, lo que para nosotros resulta preocupante. Sin embargo, una vez ahí, cuando te dejas cautivar por su forma de vida, comprendes que efectivamente no pasa nada.
Me hizo pensar el hecho de que, siendo yo la única rubia, la única de piel bronceada, la única de rasgos occidentales, nadie me miró. El japonés se siente violentado si le observas como hacemos nosotros. Ellos son la discreción hecha carne, quizá porque valoran otras cosas más profundas, quizá. Pero viajar a Japón, en muchos sentidos, es recuperar la esencia de uno mismo.
Meditar es otra de las virtudes niponas y para vivir en directo su espiritualidad, a parte de los templos que visité, fue la jornada de peregrinación por Shikoku la que hizo que el viaje fuera realmente inolvidable. Un camino hermanado con El Camino de Santiago y una de las pocas rutas de peregrinación circulares del mundo. 88 templos budistas entre senderos, vegetación, pequeños pueblos y paisajes fascinantes; caminar en soledad, buscando la paz e intentando retener el aroma del bosque; pensando, disfrutando, observando y de nuevo la esencia, amando, amando la vida, la naturaleza, recordando la familia, rezando.
Para ser peregrino hay un ritual que cumplir, desde la vestimenta hasta las oraciones en cada templo. Sellar el libro del peregrino después, cuando un monje y toda su solemnidad, abre la página correspondiente a su templo y plasma en ella todo su arte caligráfico. Con la misma devoción, el peregrino pondrá rumbo al siguiente templo.
Volveré a hablaros de este país único y de gente inimitable, pero de quienes tenemos mucho que aprender. Un país que aún habiendo leído sobre él y aún conociendo japoneses en Madrid, me fascinó hasta lo más profundo. Para que te respeten hay que respetar primero, siempre son más las obligaciones que los derechos. Japón te admiro y te respeto.
*Más información. *Dogo Onsen Hotel Tsubakikan *Hotel Kotohira
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