En pleno furor ecológico tras la Cumbre del Clima que ha capitalizado Madrid, vayamos al corazón sangrante de África. Dani Serralta impulsó hace algunos años la Fundación Tribu Kifaru, dedicada a la protección de los animales en peligro de extinción en África. Desde su fundación colabora con otros parques y ONGs que ponen su empeño en evitar que el rinoceronte, pangolines, leones, elefantes y otros animales desaparezcan para siempre.
Europa, el continente más ecológico, el que menos contamina y el aparentemente más concienciado con el medio ambiente, se rasga las vestiduras mientras los países más contaminantes y agresivos con flora y fauna han brillado por su ausencia en la COP25. Los lobbys eco, con sus cuestionadas financiaciones, se empeñan en culpar al capitalismo, pero poco o nada hacen allí donde de verdad se necesita ayuda y con urgencia extrema. Es el caso de los rinocerontes en África.
El cambio climático pasa por la protección urgente del medio ambiente. Con una quinta parte del dineral invertido en campañas mediáticas de interés político, los rinocerontes que aún quedan podrían salvarse. Pero los rinocerontes y los rangers, que los protegen poniendo en juego hasta su propia vida, no dan votos, no interesan.
Hace millones de años los primeros rinocerontes pisaban el planeta Tierra, pero en 15 años dejarán de hacerlo. Asia es el principal culpable de la inminente extinción. Desde que Li Shinzhen en el siglo XVI decidiera que el polvo del cuerno del rinoceronte tenía increíbles propiedades curativas y era la mejor de las viagras posibles, los rinocerontes han pagado cara su infundada teoría. En Asia continental se extinguieron en 2009, en Sumatra, India y Java quedan unos poquitos, pero desde entonces, África es el punto de mira de los traficantes y la zona de actuación del furtivismo más agresivo. Entre 90 mil y 100 mil dólares puede llegarse a pagar por un kilo de cuerno de rinoceronte.
Esto mismo sucede con el pangolín, el animal más traficado del mundo. Las enseñanzas de Li Shinzhen aseguran que sus escamas son milagrosas y en Vietnam su carne es un preciado y carísimo bocado. Sólo en 2019 se han decomisado 34.000 pangolines, 24 toneladas de un animal milenario y único por el que se pagan 1.000 dólares.
Las cifras son escandalosas. Desde el año 2013 se asesinan un promedio de 1.000 rinocerontes al año en África, es decir, cada día mueren desangrados 3 rinocerontes en el continente africano donde quedan cerca de 19.000 rinocerontes blancos y 4.000 negros. Justito para llegar al 2035.
Protegerles es crucial, protegerles es cuidar el medio ambiente, es nuestra obligación, nuestra responsabilidad, por muy lejos de ellos que vivamos. Europa y América no consumen polvo de cuerno de rinoceronte, pero tienen un gran poder para impedir que Asia lo haga. No podemos seguir mirando para otro lado, nuestros gobernantes y todas las grandes Eco ONGs pueden hacer mucho por lograr que uno de los animales más antiguos de este planeta, que tanto quieren proteger, no desaparezca para siempre.
El cuerno de rinoceronte es un apéndice de queratina separado del cráneo, quienes lo consumen deben saber que sus poderes son los mismos que si se comieran las uñas, pero se pagan cifras desorbitadas que permiten a las familias de los furtivos vivir en países con un PIB muy bajo. Los furtivos quieren mantener a sus familias, ellos no son el problema, sino víctimas de la desprotección del medio ambiente. Debemos proteger lo que aún queda, acabar con la demanda, concienciar y educar a los niños y adolescentes en los países consumidores. Debemos obligar a que haya un efectivo control policial en aduanas y en toda la cadena de distribución. Es obligación de todos solucionar el problema desde su raíz; acabar con la demanda y el consumo. Gobiernos y ONGs del mundo, menos palabras y más hechos, los animales en peligro de extinción están olvidados y la lucha por su protección depende principalmente de iniciativas privadas.
En los últimos diez años han sido brutalmente asesinados cerca de 10.000 rinocerontes, pero no podemos olvidar a los más de 1.200 rangers que también han sido asesinados, que han entregado su vida para proteger al rinoceronte. Desde el primer día de trabajo, un ranger ya se juega la vida. Se trata de una guerra abierta que a pocos parece interesar. Todos los ranger de África se encuentran en primera línea de fuego y necesitan también ayuda y protección. Mientras pedimos la educación en los países consumidores, el resto del mundo tiene la misión de proteger lo que aún queda. La Fundación de Dani Serralta, Tribu Kifaru, y otras como Imire, donde pudimos ver actuar a los ranger, necesitan urgentemente equipamiento. Necesitan ropa, botas, instrumental para la localización del rino, equipos de comunicación, pero también necesitan perros adiestrados, medicinas y ayuda veterinaria. Todo es poco y cualquier aportación mucha.
También es necesario detener a los furtivos porque la información que tienen es primordial para atajar el problema desde el origen. Tanto a los furtivos como a las poblaciones colindantes con los parques donde aún queda algún rinoceronte hay que explicarles alto y claro: un rino vivo puede generar más riqueza para su comunidad que uno asesinado. Así se ha demostrado con los gorilas de la montaña en Uganda. El turismo bien entendido ha conseguido financiar la protección del gorila, que también estuvo en peligro de extinción y ya crece al ritmo de un 5% anual. El empeño internacional con su ayuda a los Parques y fundaciones implicadas puede conseguir que el rinoceronte continúe entre nosotros millones de años más.
Se ha intentado cortar quirúrgicamente el cuerno para su comercialización controlada, pero de poco ha servido. En todas las reuniones y conferencias de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres, la última se celebró en agosto, se pide la venta legal de las toneladas de cuerno de rinoceronte que hay decomisadas en los países más afectados. África siempre vota a favor, para evitar el asesinato mientras dure el stock, y aprovechar «la tregua» para implantar medidas más eficaces de protección al rino, pero curiosamente los países del primer mundo siempre votan en contra. Mientras, los rinocerontes continúan siendo brutalmente atacados para cortarles el cuerno cuanto antes y mueren desangrados. El sufrimiento es brutal. «Nos estamos matando a nosotros mismos», asegura Dani Serralta.
El planeta pese a los apocalípticos presagios de algunos, nos va a sobrevivir. Sin embargo, el ser humano esta dejando de ser humano, estamos perdiendo humanidad, es como si hubiéramos desconectado. Quizá nos falte información y tampoco sepamos que otra de las actuaciones de los furtivos es echar cianuro en las pozas, así matan elefantes por cuyo marfil se paga hasta 1.500 dólares el kilo. También asesinan al resto de animales, para terminar la cadena con el buitre que muere al alimentarse de animales envenenados. «Resulta una lucha frustrante, estamos solos contra el mundo», se lamenta Serralta. Contra ese mundo tan eco bla bla, añado yo.
No, no somos pioneros en la conservación del planeta, somos los últimos en intentarlo tras el fracaso de los anteriores. En 1968 Baba Dioum, reconocido ingeniero forestal senegalés, intentó concienciar sobre la importancia de la educación en la reunión de la Asamblea General de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y los Recursos Naturales, que se celebró en Nueva Delhi: «Solo conservamos lo que amamos, amamos lo que entendemos y entenderemos solo lo que nos enseñan».
Parece que poco hemos enseñado desde entonces, pero no es tarde, solo urgente. Empecemos a enseñar y ayudemos a estas fundaciones que no tienen ningún apoyo estatal ni internacional. Nos tienen a nosotros, a miles de personas que conociendo el problema y las necesidades estamos dispuestas a ayudar. Por lejos que nos queden los rinos.
Millones de años lleva el rinoceronte en el planeta. Único, bello, tranquilo y territorial llegó mucho antes que nosotros, pero seremos nosotros los culpables por omisión de socorro de su extinción en menos de 15 años. Debemos volcarnos todos, en la medida de nuestras posibilidades, para evitarlo. Un pequeño gesto, como donar unas botas, ya es mucho. Estoy segura que lo vamos a conseguir. Demostremos la verdadera fuerza del hombre. La que nos hace hombres. Demostremos el verdadero sentido del ser humano.
Más información: Dani Serralta, Tribu Kifaru.
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