La manzana española de Nueva York

El Centro Español 'La Nacional' es lo último que queda de lo que fue el barrio de 'Little Spain', un lugar que promueve la fraternidad entre españoles en Nueva York.

Almudena Calvo Domper. 28/06/2016

Hubo un tiempo en que los españoles hicieron suyo un trocito de ‘La Gran Manzana’. La imprescindible calle 14, entre la séptima y la octava avenida, era conocida cariñosamente como ‘Little Spain’. En ella se respiraba olor a paella, sonaban gaitas y flamenco y se bailaba la jota. Con el tiempo, sus habitantes se dispersaron por Nueva York, pero todavía hoy queda un vestigio de lo que fue aquel barrio: el Centro Español ‘La Nacional’, un lugar de reunión para los inmigrantes de nuestro país que salvaguarda nuestra forma de ser en la ciudad cumbre de la globalización.

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La entrada del Centro Español La Nacional

Durante los siglos XIX y XX, los españoles desembarcaban a borbotones en los muelles de Nueva York en busca del sueño americano. Así fue como en el otoño de 1868, un pequeño grupo procedente de distintas partes de España constituyó la ‘Sociedad Española de Socorros Mutuos’, traducida al nuevo idioma como ‘Spanish Benevolent Society’. Más de un siglo después, el Centro Español La Nacional continúa la labor que aquellos comenzaron: promover la fraternidad entre todos los españoles que habitan en la ciudad.

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Maximino Vazquez, vicepresidente del Centro Español La Nacional

Recuerdo cuando venía aquí con mi padre los domingos, que era el día que el cerraba su tienda ‘La Iberia’, situada también en este bloque. En los años cincuenta muchos americanos no sabían nada de España, tenían bastantes prejuicios. Pero este centro era la referencia para los niños de inmigrantes españoles como yo. Aquí viví lo que era España y su cultura”, cuenta Maximino Vázquez.

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La Nacional se ha adaptado a los nuevos tiempos

De ascendencia gallega y malagueña, este americano de nacimiento habla de España con una pasión ardiente. Fue uno de los que resucitó ‘La Nacional’ después de que casi desapareciera en los años noventa y es el actual vicepresidente del centro. Sigue viviendo en el barrio, de manera que sus ojos han visto transformarse este trocito de la calle 14 hasta lo que es ahora. He visto toda su evolución y me alegra mucho que el Centro Español siga en pie y adaptándose a los nuevos tiempos”, comenta.

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La primera iglesia de La Guadalupe, construida por los españoles

Entre lo que fue la primera iglesia de habla hispana en la ciudad –construida por aquellos inmigrantes- y la que fue su funeraria, la puerta roja de ‘La Nacional’ mira pasar a los variados transeúntes. De la pared del edificio cuelgan dos banderas que ondean a la par: la española y la americana. Es una de las señas de identidad del lugar; un sentimiento de pertenencia dividido que también Vázquez personifica con su historia.

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José Vázquez, padre de Maximino Vázquez y Maximino Vázquez cuando era niño

Su padre fue dueño de dos tiendas de ropa en la calle 14, donde él echó una mano desde pequeño y se contagió de una inquietud emprendedora. Max Vázquez –como prefiere que le llamen- es sobre todo un emprendedor nato. Inventor de 80 patentes, ha vendido sus creaciones en los grandes almacenes más famosos de la ciudad como Saks, Bloomingdales o Macy’s. Actualmente dirige una incubadora de negocios de belleza y moda, una plataforma ‘online’ audiovisual y una marca de mochilas y bolsos donde combina sus conocimientos en física y su pasión por la moda para diseñarlas. Es difícil describir a este americano, pero lo que está claro es que Little Spain es parte fundamental de su trayectoria.

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Fotos antiguas de los que formaban ‘Little Spain’

Mientras ojea varias revistas del siglo pasado editadas por ‘La Nacional’ , explica que en los años cincuenta y sesenta ‘Little Spain’ vivió su mejor momento: “Había varios grandes negocios en esta manzana. Entre ellos ‘Gavila Brothers’, que vendía electrodomésticos, y ‘Casa Moneo’, propiedad del vasco Jesús Moneo que vendía alimentos típicos españoles”. Además, había unos ocho restaurantes que te trasladaban directamente a la patria: Café Madrid, La Bilbaína, El Oviedo, La Coruña, Finisterre, Mesón Flamenco… Esas revistas que conservan con cariño muestran anuncios sobrios –propios de la época- de todos estos negocios.

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Antiguo anuncio del negocio ‘La Iberia’ publicado en una de las revistas de ‘La Nacional’

El ambiente en los años dorados de Little Spain podría haber sido el escenario de la película ‘El Padrino’ en versión española. En pleno Manhattan, la cantina de ‘La Nacional’ se llenaba del humo de los puros que se fumaban aquellos inmigrantes mientras jugaban al dominó y bebían carajillos. “Era también el refugio para los niños españoles. Aquí yo aprendí a tocar la gaita, a bailar la jota vasca, a tocar flamenco con la guitarra española, iba a clases de ortografía, leía Platero y yo…”, relata Vázquez nostálgico.

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Los hermanos Vázquez vestidos para una de las fiesta / Max Vázquez aprendió a tocar la gaita en ‘La Nacional’

En aquellos días ‘Little Spain’ rebosaba ilusión y vida. “En mi infancia había dos barcos principales que desembarcaban aquí una vez al mes. Uno se llamaba La Covadonga y el otro La Guadalupe. Para mí, cada vez que atracaban en el muelle volvía a ser Navidad. Los marineros, la mayoría procedentes de Galicia, salían de los barcos, vendían licores a todos los bares de la manzana y compraban productos en nuestras tiendas –camisetas, ropa interior, fajas para sus mujeres…-. Había muchísimo comercio”, cuenta Max Vázquez.

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Los niños en los años sesenta acudían a dar clases de gaita o flamenco

Sin embargo, a finales de los años sesenta el barrio español entró en decadencia. En diez años las tiendas principales cerraron sus puertas, siendo la mítica ‘Casa Moneo’ una de las últimas en caer. “La gente siempre pregunta qué fue lo que le pasó a Little Spain, ya que todavía existen enclaves como Little Italy o Chinatown. Su desaparición se debe a dos factores. A medida que los niños y las familias crecían, los apartamentos en la zona se volvieron muy pequeños y los colegios públicos no eran buenos. Así que la mayoría de los inmigrantes españoles se trasladaron a Queens o Astoria, donde las casas eran más grandes y los colegios mejores. Por otro lado, los alquileres se triplicaron ya que ésta no es una calle pequeña, es una avenida principal, un eje de la ciudad. Además, ante la escasez de barcos que promovían el comercio y sin público español, los empresarios no pudieron permitirse seguir trabajando en la zona”, explica el vicepresidente de La Nacional.

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Desfile por la Quinta Avenida en el Día de la Hispanidad

La misión crucial de La Nacional hoy en día es ayudar a los nuevos inmigrantes españoles. Éstos no son como los viejos, vienen y se van. Por eso no queremos convertirnos en un grupo de familias cerrado. Bajo mi punto de vista tenemos que seguir ayudando a los españoles que vienen de una nueva forma: a través del networking”, afirma confiado.

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Voluntarios y becarios españoles ayudando en La Nacional.

Cambiando continuamente del inglés al español, Vázquez habla apasionadamente sobre el resurgir de ‘La Nacional’ y la cultura de nuestro país. Sin embargo, considera que España tiene aprender ciertas cosas: “Aquí enseño a los jóvenes a hacer negocios. Cuando creas una empresa, hay que tener en cuenta que no existe el comienzo perfecto. Fracasas unas cuantas veces hasta que tienes éxito, y así aprendes. Además, aquí trabajamos en equipo, no con ‘spanish envidia’; si uno tiene éxito el resto también porque trabajamos juntos”.

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Maximino Vázquez camina por la calle 14, aquella que el siglo pasado fue hogar de españoles cargados de sueños. Ahora tan solo queda el rastro de nuestra bandera ondeando en la entrada de La Nacional. El resto: restaurantes árabes, centros de masaje chinos, locales de pizza a un dólar… Vázquez mira la avenida y respira hondo. Solo él puede reconstruir con nitidez la imagen de los años gloriosos de ‘Little Spain’ en Manhattan. ¿Qué es lo que más echas de menos de aquellos días?”, pregunto. Con orgullo responde: “La vibrante comunidad española que aquí estaba; preparada para crecer, preparada para evolucionar, para comerse La Gran Manzana. Hay mil manzanas en New York City, pero ésta era la nuestra”.

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