Lo máximo del verano español está en Marbella. La ciudad, reinventada mil veces desde que fuera un precioso pueblito blanco de pescadores, renace cada verano como el Ave Fénix del Mediterráneo. Y esta temporada no lo ha sido menos.
Los hoteles de toda la vida, especialmente el Meliá Don Pepe y el Marbella Club, han vuelto a ser el centro de atención de aquellos que buscan unas vacaciones de lujos afrodisiacos, que diría mi abuela, lejos del bolsillo de cualquiera. Pero tras la pandemia, los españoles también, han decidido tirar del refranero y «que no hay que dejar para mañana lo que puedas hacer hoy». Incluido darse un homenaje en la quintaesencia del lujo estival.
Marbella no tiene nada que envidiar a otros enclaves que en los últimos años han conquistado el corazón del turista internacional con dinero. Con mucho dinero. Ibiza, Menorca, Mallorca y Marbella son, junto a Sicilia «the place to be». Y digo Sicilia y no la Puglia italiana porque las infraestructuras y el lujo de la bota italiana aún tienen décadas por delante para parecerse.
Si te va lo segundo, el pueblo mantiene el encanto de toda la vida a precios no aptos para cardiacos. Aunque aún quedan lugares de lujo que se pueden pagar. Dos clásicos: el pequeño bar/ restaurante/ taberna del puerto pesquero Los nietos del Pescador, o un lugar en el centro histórico del pueblo, Altamirano.
El primero está regentado por la tercera generación y Jonathan: «me llamaron así porque soy el pequeño de 7 hermanos y mi madre ya no sabía como llamarme». Y cuenta con las mejores gambas a la plancha, chirlas, mejillones y el arroz con mariscos. Mientras que el segundo sirve langostas como panes que se cepillan los turistas como si no hubiera un mañana. Cigalas terciadas a la plancha, las conchafinas o las navajas. Un lujo a precios razonables «porque nosotros tenemos público nacional todo el año».
Y para la marcha, marcha con clase. Sandra García Sanjuan vio la oportunidad de crear «el espacio» del verano, Starlite. Al éxito de público y crítica este año se le han unido las tres noches de Luis Miguel, el Sol de México, que ha iluminado la noche marbellí junto a otras decenas de cantantes y artistas en un enclave único.
Lleno hasta reventar sus restaurantes, barras de lujo, el espectáculo y la disco posterior son un espectáculo de luz y de color nocturno que no tiene parangón. No es hortera. Es lujo. Y además lujo asequible para todos los bolsillos. Desde Navidul a la barra de Caviar, desde el mejor sushi hasta el italiano Rafaella, con pasta fresca al dente espectacular.
Y llenos hasta reventar sus espectáculos. El de Sara Baras sublime. ¡Qué mujer! ¡Qué fuerza! ¡Qué encanto! ¡Qué belleza de coreografía y qué fuerza de movimiento! Sara Baras es desde hace décadas el máximo exponente del flamenco mundial y lo volvió a demostrar llenando el escenario de Starlite.
Por lo demás, mejor no ir a Banús. Hay que darle una vuelta al icónico puerto y empezar a pensar en una apuesta acorde con la oferta por la que apuesta Marbella. Hecho de menos un Antonio, el mítico restaurante «esquinero». Como decía el clásico, «el gusto se educa». Ya son muchos años de dejadez de Puerto Banús; hay que ponerse las pilas.
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