Sea por su belleza, su exclusividad o su elegancia, lo cierto es que las tiaras son unas de esas joyas que siempre captan nuestra atención. Reinas y princesas de todo el mundo las lucen en los eventos más destacados, llevando sobre sus cabeza piezas únicas, que además de por su valor, destacan por su historia. Pero más allá de admirarlas cuando se las vemos a doña Letizia o Kate Middleton, es muy poco lo que sabemos sobre ellas. Cuándo deben ponerse, de dónde vienen, cuánto cuestan… Aquí van algunas curiosidades sobre las tiaras.
Para hablar del origen de las tiaras hay que remontarse hasta la antigua Grecia. Y es que las guirnaldas que lucían guerreros y atletas para honrar sus victorias son sus antepasados. Desde entonces, mucho han evolucionado hasta convertirse en piezas de joyería. Fue en el siglo XVIII cuando se normalizó su uso y se empezaron a añadir piedras preciosas, tal y como conocemos en la actualidad. Este hecho fue lo que provocó que las tiaras empezaran a ser un símbolo de estatus y opulencia, pues se asociaron a una nueva clase de individuos ricos que con el tiempo alcanzaron puestos en la aristocracia.
Sin embargo, su mayor popularidad llegaría a partir de 1870, cuando los descubrimientos de fuentes de diamantes en Sudáfrica impulsaron su producción. A partir del siglo XX, el uso de tiaras fue variando con las modas, hasta llegar a la actualidad, donde podemos decir que son piezas reservadas para miembros de la realeza o grandes eventos.
Pero cuándo pueden usarse las tiaras. Pues bien, según la especialista en joyas Jessica Elliott, éstas deben usarse en bodas, cenas de gala y bailes y ocasiones de estado. Tradicionalmente las tiaras solo las podían utilizar las mujeres casadas, que recibían su primera tiara el día de su boda. Con el paso de los años estas tradiciones han dejado de cumplirse, al igual que las normas de uso, pues aunque es lo adecuado, no siempre se siguen.
Lo más importante en una tiara es su diseño y, por tanto, las piedras preciosas que contiene, algo que también fija su valor de mercado. A finales del siglo XVIII y principios del XIX, las tiaras se engarzaban con perlas, amatistas, turquesas, topacios y citrinos, y a veces con diamantes. A finales del XIX lo que más se llevaban eran los diamantes, en parte debido a la explotación de las minas encontradas en Sudáfrica, aunque a menudo se combinaban con zafiros, esmeraldas, rubíes y perlas. En la actualidad el uso de piedras preciosas no es tan importante y se presta especial atención al diseño, aunque esto no quiere decir que se renuncie a ellas, pues suelen emplearse aguamarinas, ónix, citrino y cristal de roca.
Una característica que muchas personas no conocen es que además de lucirse en la cabeza, muchas tiaras pueden transformarse en collares, horquillas o broches, que se pueden lucir en ocasiones menos formales como cenas, fiestas o galas.
En cuanto a los precios, al igual que cualquier otra joya, no son baratas, aunque también se pueden encontrar piezas por precios más asequibles. Por ejemplo, la casa de subastas Christie’s ha sacado a la venta tiaras por 3.000 libras, unos 3.500 euros. Aunque, por supuesto, cuanto más diamantes o piedras preciosas tengan su valor será más alto, pudiendo superar los 10.000 euros.
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