La reina emérita adora las joyas y los abalorios. Le gustan especialmente las cadenas con colgantes – no pierde oportunidad de ponerse uno en cuanto puede-, las pulseras con monedas, los colgantes de animales, letras y “ojos de la suerte”. Pero de los innumerables collares que la Reina Sofía luce, llama la atención cada domingo de Pascua el de los huevos de Pascua de Fabergé. Una obra exquisita compuesta por 40 huevos de oro de 24 quilates, cada uno diferente y adornado con piedras preciosas, semipreciosas y lacados a mano. El collar es una virguería de la famosa maison joyera que fundó Peter Carl Fabergé, legendario artista-joyero de la Casa Imperial de la Gran Rusia. Seguro que la reina lo luce este domingo una vez más, a pesar de las restricciones del coronavirus.
Carl Fabergé, ligado a los zares rusos y, en especial a los últimos zares de la Casa Romanov, Nicolás III y su mujer la emperatriz Alexandra, fue condenado al exilio tras la revolución bolchevique. Sus joyerías y talleres fueron clausurados y todos sus trabajos expropiados por el comunismo. Se le prohibió volver a trabajar utilizando su nombre familiar tras perder una batalla en los tribunales en 1951. Sería tras décadas de litigios cuando, en 2007, bajo una nueva dirección y con un acuerdo con los descendientes de Peter Carl Fabergé, se reabrió la joyería con el espíritu de su fundador. Un lugar que mantenía también su fórmula de trabajo y la dirección creativa de Katharina Flohr y con el apoyo de las nietas de Fabergé.
Los ‘Huevos de Fabergé’ son quizás su más icónica, celebrada y preciada obra. Se cree que su tradición comenzó cuando el zar Alejandro III decidió regalar una joya magnífica a su esposa, la Emperatriz María Fedorovna. Corría el 1885 y el motivo era celebrar su veinte aniversario de boda. Así comenzó una tradición de regalar extraordinarios huevos de oro-joya, cada uno diferente del anterior, de libre inspiración y con la única premisa: la de sorprender al cliente. Una tradición que heredó también el zar Nicolás III hasta su muerte.
De hecho, el huevo de Fabergé es una de las sesenta y nueve joyas creadas por Carl Fabergé y sus artesanos de la empresa Fabergé para los zares de Rusia, así como para algunos miembros de la nobleza y la burguesía industrial y financiera, entre los años 1885 y 1917. El huevo más caro fue el ‘Huevo de Invierno’ de 1913, que contaba con 24.000 rubíes y que hoy tendría un valor de 1,7 millones de libras esterlinas.
De los 50 huevos que Fabergé creó para la familia Imperial Rusa, hoy sobreviven 43, gracias al descubrimiento en Estados Unidos hace seis años de otro huevo Imperial Original. Se trata del ‘Huevo-Reloj’, descubierto en abril de 2014 por un chatarrero estadounidense en un mercadillo de antigüedades. Éste cedió la pieza durante unos días a la galería Wartski de Londres, que la expuso para devolverla después a su dueño. Sin duda un tesoro de una belleza exquisita cuyo valor supera los 33 millones de dólares.
La Casa Fabergé sigue fabricando los famosos huevos en diferentes versiones, algunos inspirados en los diseños de su fundador, y otros con un diseño absolutamente novedoso para lucir en cualquier ocasión. Una de las personalidades internacionales declarada amante de este tipo de piezas es doña Sofía.
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