Karl Lagerfeld, el Káiser de la moda, fallece a los 85 años
Chanel, Fendi y el mundo de la moda en general llora el fallecimiento del modisto más revolucionario de las últimas décadas.
Ingresado anoche en estado muy grave en el hospital americano de Neuilly-sur-Seine de París, hoy fallecía a los 85 años Karl Lagerfeld, el Káiser de la costura, el más francés de los alemanes, el más snob de todo el mundo de la moda. Sin conocerse las causas de la muerte, por sus últimos deseos conocidos (abril de 2018 a la revista Numéro) será incinerado y sus cenizas esparcidas junto a las de su madre. Hubieran ido también con las de su gata Choupette, si ella moría antes que él.
Su pérdida es una horrible noticia que deja un enorme vacío en el mundo de la moda y que en algunos círculos era esperada. Sobre todo tras confirmarse su ausencia en el saludo final del desfile de la que ha sido su última colección para Chanel, la que pudimos ver el pasado 22 de enero en la Semana de la Moda de París. “Se sentía cansado”, decía su mano derecha y directora de Studio Chanel, Virginie Viard, justificando su ausencia. Sin duda, la fatiga que justificaba la ausencia era un paso peligroso.
Un hombre único
Según las declaraciones a la citada revista, no era partidario de grandes fastos funerarios, y hasta se permitió “criticar” los funerales dispensados a Johnny Hallyday tras su desaparición. Sin duda una actitud rara para un hombre excéntrico que llegó a perder sesenta kilos (y mantenerse en el peso) para poder vestir los trajes de Hedi Slimane y seguir fiel a su patrón estético, entre el romanticismo y las tendencias leather.
Cuello rígido, altísimo, cola de caballo, todo era perfección para este hombre refinado y de aspecto altivo que parecía mirar (o miraba) a sus semejantes por encima del hombro. Alguien que detestaba la compañía de los demás, cuyo mejor amigo era una gata, y para el que una cena de más de cuatro personas era un suplicio a evitar, aun yendo cenado a las citas para poder seguir su dieta.
Amigo ‘ausente’ y maniático
Lo comprobé en una de esas ‘cenas-suplicio’ a la que fue por compromiso con la anfitriona, Carolina de Mónaco, en el palacio de la Roca de Montecarlo. Fue en 1985, y lo hizo para agasajar a mi amigo, el recordado maestro Joaquín Torrents Lladó, que había pintado los decorados para ’24 horas de la vida de una mujer’ con que se reabrían los ballets del Principado auspiciados por la bella princesa.
Lagerfeld estaba en esa cena de no más de doce personas, y daba la mano, desmayada, mirando al infinito, como si nada le importase (realmente no le importaba nada de lo que pasaba allí), y con una más que notable ausencia. Tampoco soportaba los vuelos regulares y sólo aceptaba invitaciones cuando incluían vuelos privados.
Lagerfeld, que sólo bebía refrescos sin azúcar pero en copas de Lalique del modelo Langeais (se venden a 250 euros la unidad) seguro que ha sido capaz de nombrar a Choupette, su gata, una de las herederas de su fortuna. Una gata, no obstante, con tiendas de ropa y accesorios en medio mundo y con cuenta corriente propia, desde la que le envió no hace mucho un cheque a Brigitte Bardot para su fundación benéfica para animales.
Una vida de contrastes
El llamado ‘Káiser’ era, aparentemente, un hombre extraño y exigente, como recordando sus orígenes humildes de los que se vengaba con una cierta soberbia diferencial. Hijo de un representante de leche condensada y un ama de casa aficionada la lectura, nació en Hamburgo en 1933 y, aunque por diversas circunstancias no estudió nada, su vida estuvo marcada por la guerra y una educación rigurosa.
Aficionado al dibujo, ve su primer desfile en 1949 de la mano de su madre, uno de Dior, que marcará su existencia. Se instala con ella en París y a los 21 años gana un concurso de diseño organizado por la firma Woolmark, un premio ex aequo con Yves Saint Laurent. De hecho, no sería lo único que compartiría con otro genio, pues también un hombre se repartió en sus vidas, Jacques de Bascher, pareja de Karl hasta que Yves se interpuso. Fue Pierre Bergé, pareja de este último, quien terció en la relación y puso fin al extraño cuarteto. A pesar de ello, Lagerfeld jamás se reconcilió con Bergé.
Una trayectoria profesional impoluta
Reconocido en Italia por su talento, Lagerfeld emerge como director artístico de Fendi hasta que en 1983 es nombrado director artístico de Chanel. Estéticamente impecable, mantenía el blanco de su cabello lavándolo en seco a diario con champú de Klorane. “Parezco un merengue”, se burlaba. Y se perfumaba con Jako, una esencia para hombres llamada como la villa en Hamburgo del ‘Káiser’, un edificio inspirado en la antigua Roma, levantado en los márgenes del Elba, y que se llamó así en recuerdo de Jako, Jacques de Bascher, cuya muerte en 1989 no pudo superar y le llevó a construir la villa, un lugar que vendió el año pasado.
Hasta hoy, llevaba 35 años al frente de la casa francesa Chanel. Todos los que han trabajado con él de una u otra forma destacan su enorme capacidad de trabajo y creatividad. Durante muchos años fue capaz de sacar al mercado hasta diez colecciones de moda diferentes que sedujeron por igual a aristócratas, artistas y celebridades de medio mundo. Pero también trabajó como fotógrafo y colaboró con firmas de diseño de interiores.
*Fotografía principal: Gtresonline.