De esta Valmont Barcelona Bridal Week una cosa está muy clara: la novia por excelencia es Rosa Clará; impecable, impactante, que saludó al final de su desfile en la Lonja de Barcelona con una chaqueta de satén empolvada en rosa metalizado (una de las icónicas de Dior), y un pitillo de Prada que remarcaba su perfecta silueta. Fue saludada como una estrella (que los es) ovacionada en varios momentos de su presentación con más de 40 modelos sobre la impactante superficie damero del histórico lugar.
Luego, al posar en el photocall con sus invitadas de lujo docenas (¿cientos?) de móviles inmortalizaron los instantes. La primera en posar fue la top Eugenia Silva, siempre un encanto en turquesa, feliz cual perdiz con su familia adorable. Y luego ya la cantera del Barça, esposas, novias y acompañantes de jugadores que conforman el grueso de lo poco noticiable que va quedando en esta ciudad que agoniza día tras día, desesperadamente.
Hasta el posado llegó una tímida Antonella Roccuzzo, esposa del dios Messi, en plisado soleil metalizado y chaqueta vaquera divertida; de Mónaco apareció su íntima Daniella Semaan, esposa de Cesc Fábregas, embutida en un segunda piel que remarcaba su silueta de infarto y su «derrière» muy a la moda Kardashian pero que ella descubrió antes. Con ella iba su hija María Taktouk, cuyos espléndidos 18 años se traducen en un físico arrebatador, una belleza de infarto y una simpatía a raudales: no le adivinamos el defecto si es que lo tiene.
También apareció Elena Galera, novia de Sergio Busquets, un tanto reacia a contarles sus secretos de belleza al canal privado de Valmont, firma patrocinadora de la semana nupcial, cosa que tampoco lograron de Núria Cunillera, esposa de Xavi Hernández. Con un dos piezas en tweed apareció radiante Mar Raventós, madame Codornìu para siempre, una lección de estilo y elegancia.
Todas estaban encantadas con la colección de Clara, una de las primeras en el mundo de la fiesta y la noche aunque esta vez toda su energía la concentró en el apartado blanco y radiante. Un mundo que domina a la perfección, dando muestras en cada uno de sus diseños que la relacionan con el mundo de la alta costura. Ya fuera en estupendas faldas de volúmenes enormes y cuerpos ceñidos, a veces con escote a caja, otras en «halter», con o sin mangas, aunque los que la llevan tienen una dosis de añadida elegancia.
Clará no abandona algunas de sus señas de identidad, como son esos cortes sirenas con cuerpo de encaje, sus elaboradas espaldas, aunque en esta ocasión ha renunciado al efecto tatuaje para trabajar bordados de ensueño que a veces conforman costuras, otras cinturones que dividen cuerpo y falda sin que pierdan identidad ni continuidad.
Las novias de Clará rezuman estilo, arrastran colas de infarto, van envueltas en tul ilusión, se adornan con perlas (Majórica), y puestos a criticar añadiría algo más de tela a esos escotes en pico tan favorecedores como pelín exagerados, no excesivamente apropiados para una ceremonia religiosa. Aunque esto parece una de las normas de las novias de hoy, poca ropa y mucho glamour, pronto tendremos que hacer una colección de rebequitas aptas para los momentos del altar.
La fiesta de Rosa Claro tuvo dos partes bien diferenciadas. La primera a mediodía cuando se desveló la colección, la segunda a las 20:30 para degustar una impactante cena servida por Nando Jubany, a la que asistieron unas 650 personas, las mismas que al desfile.
Y parece mentira que toda la audiencia estuviera tan bien atendida y a todos llegasen puntuales los platos, algunos recién cocinados allí mismo incluso por el estrellado chef que tan pronto preparaba tortillitas con Comté y migas de sobrasada, huevos de codorniz con botarga o bocaditos de roastbeef, algunas de las 17 variedades que disfrutamos, más las tablas de quesos y los postres limitados (ya no podíamos más) a lima limón helado y el Ying Yang de cheesecake y Nutella, todo regado con impresionantes caldos, cavas y espirituosos.
Otra delicia en un marco maravilloso con una audiencia elegante y selecta, compradores de todo el mundo básicamente. A todos atendía Rosa Clará con un vestido negro de su colección de fiesta con mangas de gasa e impresionantes brillantes como pendientes. Estaba particularmente feliz al lado de su marido y porque su hijo y mando derecha, fantástico Dani, recibía a su novia, una maravillosa mujer llamada Anne Marie, y a la madre de ésta que llegaba de California. El resto de la noche, ¡ni les cuento cómo le dieron al diálogo las dos consuegras! Las he dejado a medianoche y seguían con lo suyo.
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