¿De verdad existe la adicción al sexo?
Cuando se cruza la línea del deseo para llegar a la compulsión puede llegar la adicción al sexo.
Allá por los años 90 se popularizó la acepción de “adicción al sexo” gracias al rumor de que un conocido actor norteamericano la padecía. Hoy en nuestros días la sexualidad se vive con más libertad que nunca. Si bien las fronteras entre una vida sexual activa y un comportamiento adictivo son a menudo difíciles de distinguir. De ahí la razón por la que el concepto de adicción al sexo siga generando controversia. ¿De verdad existe la adicción al sexo? ¿Es un trastorno real o estamos patologizando una parte esencial de la naturaleza humana?
Hace apenas dos generaciones el sexo era un tema tabú. En época de nuestras abuelas se hablaba incluso de “la sorpresa del matrimonio”. Esta se refería a las mujeres que se casaban vírgenes y sin ningún conocimiento de la vida sexual que les esperaba a partir de la misma noche de bodas.
El sexo en la era digital
Contrario a la represión de nuestro país, a mediados del siglo XX, en el nuevo continente se inició una imparable tarea de divulgación sobre la sexualidad humana gracias a figuras como Kinsey y al matrimonio de psicólogos Master y Jonhson, de quienes podría decirse que son los padres de la sexología como ciencia y como terapia.
A nuestro país no llegaría toda esta información hasta la aparición de programas de televisión como el de la Doctora Ochoa o la popular Lorena Berdún. Otra fuente importante de información sobre el sexo antes de Internet estaba en las revistas femeninas como el Vale, el Súper Pop o el Cuerpo de Mujer. La tecnología, sin embargo, ha hecho que el sexo esté más accesible que nunca, con todas sus luces y sus sombras.
Entre las últimas destaca el anonimato: este elimina la barrera del juicio social y permite a los individuos dar rienda suelta a sus deseos más oscuros sin repercusiones inmediatas. Otro factor que influye en el aumento de la adicción al sexo está en la facilidad de acceso al porno que, junto a la cultura del «ligue» y a la presión social para mantener una vida sexual activa, puede derivar en contactos sexuales compulsivos.
Adicción al sexo: no todos piensan igual
A pesar de este nuevo “estándar”, por el que el sexo ya se considera algo normal y de lo que se puede disfrutar con cabeza, continúa siendo difícil el definir un comportamiento sexual como anormal o patológico, ya que esto depende en gran medida de factores culturales. En el caso de la adicción al sexo, su categorización como trastorno es aún más complicada.
Entran en juego no solo las expectativas sociales, sino también el propio sistema de valores del individuo. Tanto es así, que la American Psychiatric Association decidió no incluir la adicción sexual como un trastorno oficial en su DSM-5-TR, su último manual diagnóstico.
En lugar de adicción al sexo, desde la psicología se prefiere hablar de hipersexualidad o de comportamiento sexual compulsivo, ya que este término engloba una amplia gama de conductas sexuales problemáticas que tienen algo en común: son imposibles de controlar y causan un daño real en la vida del individuo.
¿Qué define la adicción al sexo?
La adicción al sexo o la hipersexualidad se caracteriza por la incapacidad de controlar impulsos sexuales, hecho que lleva a comportamientos compulsivos que generan malestar emocional, físico o social. Según la International Society for the Study of Women’s Sexual Health, algunos de sus indicadores incluyen una preocupación excesiva por el sexo, la búsqueda constante de encuentros íntimos o el consumo incontrolado de pornografía. Todo acompañado de un profundo sentimiento de vacío tras el acto sexual.
La insatisfacción emocional como consecuencia
Lo cierto es que el adicto al sexo no encuentra el placer duradero en sus relaciones, sino todo lo contrario. Como en cualquier otra adicción, en realidad sólo busca aplacar la ansiedad a través de la repetición de un comportamiento problemático, pero en vez de calmar sus malestar, lo que consigue es cronificar una fuente de problemas que lo hacen sentir cada vez peor.
Otra de las características es que el adicto pierde el dominio sobre sus impulsos, lo que afecta su capacidad para llevar una vida normal, interfiriendo en su trabajo, relaciones personales o incluso en su salud física.
¿Quiénes son más propensos a sufrir adicción al sexo?
Si bien la adicción al sexo afecta tanto a hombres como a mujeres, los hombres son más propensos a padecerla. El perfil más común sería el de un hombre adulto que, debido a la accesibilidad de internet, cae en la trampa del sexo compulsivo, ya sea mediante relaciones físicas o a través de un consumo excesivo de pornografía.
Dicho esto, la adicción al sexo en mujeres está en aumento, especialmente en aquellas expuestas a altos niveles de estrés, soledad o inseguridad emocional. Al igual que en los hombres, el sexo se puede llegar a convertir en una vía de escape que, en lugar de calmar, profundiza en el malestar de la mujer.
La importancia de pedir ayuda
¿Quieres saber si eres un adicto al sexo, si es sólo una fase o una cuestión de gustos? En general, el principal indicador para pedir ayuda es sentir que te preocupa demasiado el sexo o que las personas cercanas lo noten. Otros signos de alerta son el darte cuenta de que necesitas el sexo para aliviar el estrés o la ansiedad, o que el haber tenido problemas serios en tu vida personal por esta causa, como romper con tu pareja, o problemas legales y laborales. También será un indicio si el sexo ha afectado tu salud con lesiones o enfermedades de transmisión sexual.
Por tratarse de una adicción, al igual que la ludopatía o el consumo de drogas, supone un problema que cuesta reconocer y que uno trata de esconder a los demás. Por ello es fácil caer en el autoengaño y la argumentación racional, con tal de no reconocer que se necesita ayuda. En general, existe un buen pronóstico para los que recurren a la ayuda profesional de la terapia psicológica, cuando están convencidos de tener un problema. Por el contrario, aquellas que acuden obligadas por terceras personas, y que no desean recibir un tratamiento, tienen menos posibilidades de éxito.