Los padres de la Generación X supimos lo que era Halloween porque nos lo enseñaron en clase de inglés. Para nosotros era algo meramente anecdótico por lo lejano que se encontraba de nuestra realidad. Esto no es así, sin embargo, para los niños de hoy, que ya han nacido con una tradición que compite en importancia con la propia Navidad. Pero, ¿por qué Halloween es tan especial para ellos? ¿Cómo es que ha encajado tan bien en tantos países pese a ser una fiesta de origen americano?
Para empezar, y pesar de nuestras reticencias iniciales, debemos admitir que Halloween es una fiesta que ya nos gusta a todos. Quizá por la ilusión que ponen los niños en ella, preparándola con semanas de antelación, obligándonos a participar preparando fiestas, trajes o manualidades. O también, por qué no, porque como adultos nos da la licencia de ponernos una máscara terrorífica e ir pegando sustos en plan pueril, cuando no de disfrazarnos (y despertar nuestro lado “friki”) de Darth Vader o del que fue la pesadilla de nuestra infancia, Freddy Krueger, destapando así nuestro lado más nostálgico.
La canadiense Tamara Lechner, especializada en investigación y formación en torno a la psicología positiva y la felicidad en Positive Mind International explica con gran acierto alguna de las razones por las que Halloween ha cautivado tanto a los pequeños de la casa, como a sus padres:
Y si no que se lo digan a los padres que se involucran haciendo manualidades y comidas temáticas con los niños. En este sentido, no hay límites y cada niño puede elegir la forma de expresión que más le inspire. Podemos ayudarles dándoles algunas ideas: hacer dibujos y pósters, decorar su habitación, escribir cuentos de miedo o elegir bien el disfraz que quieren llevar.
Además de participar en sus “creaciones artísticas”, cuando son pequeños les tendremos que acompañar y supervisar su peregrinar por las casas del vecindario pidiendo chuches. Hacer de este momento algo especial y divertido para todos será cosa fácil. Será, por ejemplo, un buen momento para comprar algún libro “de miedo”.
La mitología y los arquetipos son una parte inherente a Halloween en la medida en que, con los disfraces y los roles que adquieren los niños, permiten evocar historias de carácter universal de héroes y heroínas con características que admiran e inspiran. Fijarse en el disfraz escogido por el niño puede decirnos mucho acerca de sus sueños y fantasías arquetípicas.
Es un momento de reunión en el que se pone algo en común: las reglas de la propia celebración. Esto sirve para fortalecer la sensación de pertenencia a la comunidad, para estrechar lazos con amigos y vecinos o para hacer nuevas amistades.
El entusiasmo de los niños es cien por cien contagioso y es raro el que no se prepara en casa para recibir con simpatía a una tropa de niños llenos de ilusión. Con su vitalidad despiertan la generosidad de los adultos, volviéndonos más permisivos con sus gamberradas.
Aunque muchas veces ni se las coman, para los niños la tenencia de chuches es sinónimo de riqueza. Casi todos los padres en ese día seremos más flexibles y abriremos la mano, permitiendo el consumo “a demanda” de azúcar y de cosas habitualmente prohibidas o limitadas en la dieta por un tema de salud.
Además de la simbología del atuendo elegido, los disfraces tienen una propiedad: la de ocultar la identidad. Es por ello que alientan, en cierto modo, a hacer cosas que el niño no haría si no estuviera protegido o “camuflado” dentro de un disfraz e incluso dentro de un grupo. Es así como el niño tímido podrá dejar de serlo por unas horas, sintiéndose protegido por su pandilla de amigos.
Si nos fijamos, los niños más pequeños a veces optan por un disfraz de súper héroe y no tanto por uno de terror. Esto es un ejemplo de cómo funciona su psicología. Para ellos la noche de Halloween es pura transgresión de límites. Para empezar, los establecidos por sus padres (saliendo a la calle por la noche, hablando con extraños…), pero también los suyos. Aunque no lo parezca, su disfraz, sus superpoderes o incluso esa hoz de plástico, les hará sentir más fuertes y protegidos. Sólo así serán capaces de atravesar jardines oscuros cruzándose con personajes tan realistas que, por más que sepan de ficción, de otro modo les resultarían terroríficos.
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