Se ha hablado mucho en los últimos días del ya famoso Blue Monday que un investigador de la Universidad Cardiff situó alrededor del tercer lunes de enero. Lo hizo después de que una agencia de viajes en busca de nuevas campañas de publicidad le encargara dilucidar cuál sería el día más triste de todo el año para el común de los mortales.
La “fórmula magistral” que se sacó de la manga para llegar a tal conclusión tiene muy poco de científico pero un poquito de sentido común. Tiene en cuenta lo intempestivo de los factores climáticos correspondientes a estas fechas, los pagos de facturas infladas resultado de tirar de tarjeta en Navidades y los efectos psicológicas devastadores de ver cómo los propósitos de año nuevo resultan ser puro humo.
Por tanto, de aquellos barros vienen estos lodos. La cuesta de enero no sería tal sin los excesos de las celebraciones navideñas. Y quienes protagonizamos ambos escenarios, los mismos a los que el consumismo más feroz nos llegó a atrapar en algún momento del mes de diciembre, somos también quienes sufrimos ahora las consecuencias emocionales de tales impulsos.
Así, la ecuación diseñada hace ahora 18 años no contempla las cifras del paro, el descenso de los ingresos de millones de autónomos o el hecho de que en Navidades se producen estadísticamente más separaciones matrimoniales. Pero acierta en delimitar un periodo de alrededor de 3 semanas que la psicología conductual nos presenta como crítico en la extinción de un hábito y la instauración de otro más saludable a elección de la persona.
Si bien no es posible extraer conclusiones científicas del Blue Monday lo que sí nos recuerda es el efecto devastador de la histórica ‘cuesta de enero’ y es que éste no es solo un mes difícil para la economía sino también para el estado de ánimo. Los kilos que nos propusimos perder, el tabaco que nos propusimos dejar o el deporte que nos propusimos comenzar, entre otras muchas metas que puedas imaginar, quizá no se correspondieran con expectativas realistas.
Blue Mondays los hay todo el año, y no son más que el fruto de expectativas frustradas y metas inalcanzadas. Si el mes de enero se te ha hecho muy complicado la fórmula es tan sencilla como difícil de materializar: plantéate nuevas metas, asequibles y razonables. La clave está en planificar el tiempo de manera que las obligaciones no sean tan abrumadoras que eclipsen por completo la realización de actividades placenteras.
Responsabilidades y obligaciones han de llevar aparejado un tiempo razonable de ocio y descanso, del mismo modo que la consecución de nuevos objetivos ha de llevar aparejada también la posibilidad de premiarse y disfrutar. Organizar rutinas de manera racional y coherente con las expectativas personales es también una manera de alcanzar un grado óptimo de bienestar y equilibrio personal.
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