Se acercan las vacaciones de Semana Santa y los padres sabemos lo que eso significa: tiempo libre. Lo que antes era un motivo de alegría para toda la familia, en muchos hogares se ha convertido en una nueva fuente de estrés y de problemas. La imagen es de sobra conocida: niños encerrados en casa, jugando a videojuegos desde su ordenador o su consola durante horas y horas. Los pobres no molestan a nadie, y encima se lo pasan genial. Pero sabemos que hay algo que no está bien dentro de este esquema, por cómodo y conveniente que sea a efectos de armonía familiar. Hablamos de dos palabras: Controlar + videojuegos.
¿Qué hacer, pues? Antes de montar el lío y entrar en prohibiciones radicales, lo mejor es conocer los pros y los contras de estas aficiones tecnológicas. Es posible a controlar los videojuegos en los perfiles de niños adictos para que dejen de ser un problema y se conviertan en buenos aliados.
Hace mucho tiempo que los videojuegos entraron en nuestras vidas. Los niños de los 80, pioneros en descubrir las delicias de las míticas Arcade, hoy son los padres de unos hijos nacidos con la Game Boy, la Wii, la PlayStation, las renovadas Nintendo y, por supuesto, las tablets. Tanta variedad, junto con el hecho de ser gratis (¡ya nos hubiera gustado a nosotros!) hace que muchos niños se enganchen y que, además, arrastren consigo también al resto de sus hermanos y amigos. Pero, ¿es esto bueno o deberíamos encontrar otro tipo de juegos y actividades? ¿Debemos controlar el uso de estos videojuegos?
A la hora de debatir la conveniencia y el hecho de controlar el uso de videojuegos a casi todos los padres nos preocupan dos cosas: el contenido del videojuego y el tiempo de exposición a éste. Y es que en ocasiones raya el abuso, generando dependencia hasta considerarse una especie de droga.
La relación compulsiva con lo que debería ser un pasatiempo lúdico lleva tiempo contemplándose dentro de la investigación en el campo de la psicología. Ya en el año 2014 se llevó a cabo un análisis sistemático de las investigaciones realizadas sobre la adicción a los videojuegos, observándose que, de cada 10 niños, 8 hacen uso de los videojuegos, 7 hacen un uso abusivo, y 2 presentan asimismo conductas de dependencia. Respecto al consumo diferencial por sexos, se comprobó que los niños juegan más que las niñas, destinando hasta el 42,7 % del tiempo de fin de semana a este propósito, porcentaje que se reduce a la mitad en tiempo lectivo.
Por su parte, la empresa de seguridad informática ESET puso de manifiesto que 1 de cada 10 adictos admite haber estado frente a una pantalla entre 12 y 24 horas sin parar de jugar. Pero los casos más extremos (6% de los 500 encuestados), afirmaron haber estado al menos en una ocasión durante más de 24 horas enganchados a una pantalla. Su investigación, del 2018, reveló datos como los siguientes:
Estas alarmantes cifras se obtuvieron antes de haber conocido los efectos de una pandemia y del confinamiento, lo que sin duda ha aumentado el tiempo de exposición a los dispositivos y a los videojuegos en general. Para diagnosticar un problema con los videojuegos, debemos dar a estos el mismo tratamiento o consideración que a una sustancia potencialmente adictiva como cualquier droga. Saber si hay un enganche o adicción seria pasará por observar los siguiente:
La adicción a los videojuegos no deja de ser como cualquier otra droga, y se caracteriza en este caso por un deseo irreflenable de jugar, que le llevará a un uso desmesurado de estos, creando interferencias negativas con otras actividades y, en general, con la vida del niño. «El tratamiento pasará por abandonar su uso, y por ello habrá que prohibirle esa actividad para provocar la deshabituación y el desenganche de todos esos estímulos que se han condicionado al juego y le generan refuerzos y recompensas», explica Noemí Fernández, psicóloga y Doctora experta en trastornos de ansiedad. «Habrá que generar alternativas de juego y ayudar al pequeño, por lo que es bueno que los padres se involucren personalmente en actividades lúdicas que puedan captar su interés».
Proceder de forma gradual puede ser otra de las vías, nos explica la Dra. Fernández: «Habrá que aportarle un entretenimiento alternativo comenzando por intervalos cortos de tiempo y, paulatinamente, ir aumentando el tiempo de deshabituación al videojuego hasta que se normalice».
Cualquiera que sea padre lo ha visto con sus propios ojos: varios niños quedan a jugar en una casa, y resulta que están todos dentro de una habitación, cada uno con un dispositivo. Estos nuevos modelos de interacción ponen de manifiesto el giro que han dado las fórmulas de socialización infantil. Al margen de la tecnoadicción a los videojuegos, que habrá que tomar muy en serio con las consideraciones descritas anteriormente, no se puede cerrar los ojos a la realidad de que hoy los niños ya no tienen que quedar físicamente para jugar entre ellos.
La tendencia a jugar en remoto es creciente, y las prohibiciones absolutas lo que harán será excluir al niño de su grupo de iguales o convertirlo en un niño raro. Es por ello que, ante los videojuegos, la pauta general ha de ser el sentido común: Si el niño se autorregula, sale de casa, hace sus deberes, hace deporte y se le ve contento, ¿para qué vamos a limitarle el uso de videojuegos o de dispositivos en general? En vez de demonizarlos, y salvo adicciones manifiestas, aprovecha las nuevas tecnologías y los recursos lúdicos con que cuentan los niños de hoy os sabiendo que, usados con control y sin abuso, los videojuegos también son positivos tanto a nivel social (se puede jugar con amigos o en familia), como a nivel de estímulo intelectual y psicomotriz.
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