Sí sí, has leído bien, las vacaciones con amigos también pueden ser difíciles de sobrellevar. Porque llevarse bien con alguien a quien vemos de fin de semana en fin de semana (o a quien vemos incluso casi a diario) es fácil siempre y cuando después de cada plan… cada mochuelo regresa a su olivo. ¡Y allá cada cual con lo suyo! Pero la cosa cambia cuando te enfrentas a una semana de obligada convivencia con las costumbres, las manías y las preferencias encontradas de un grupo variopinto de personas.
Si todo lo relacionado con la convivencia supone una de las mayores fuentes de conflicto en la pareja, ¿cómo no iba a suceder lo mismo con los amigos? Incluso con mayor virulencia, teniendo en cuenta que todo nos sobreviene de repente, que no hay entrenamiento previo posible y que a mayor número de individualidades diversas, mayor probabilidad de que se produzcan desencuentros. Eso, y que para muchos las vacaciones son sagradas, las han deseado tanto que las quieren disfrutar al máximo, a su modo por supuesto, dispuestos a comerse a quien se les ponga por delante. El buen rollo inicial no quita para que no tengas la susceptibilidad a flor de piel.
En la teoría suena de lujo: el lugar escogido con las personas escogidas, la pandilla dispuesta a pasárselo bien, unos días de puro disfrute por delante… Pero en la práctica todo cambia: “Nos lo tomamos con relax que hemos venido a descansar” o “no me puede quedar una sola iglesia sin visitar”, “nos reservamos para salir por la noche” o “mejor comer y quedarse de tardeo”, “mañana a las 08:00 todos en pie para llegar a esa cala oculta maravillosa” o “por qué narices me vas a hacer madrugar también en vacaciones”, “comemos en casa que para eso hemos alquilado un apartamento” o “no me he hecho cientos de kilómetros para estar encerrado en un piso…”
¿Te suena algo de esto? Pues estas escenas pueden repetirse hasta la extenuación. Por no hablar de ese a quien no conoces, que se ha apuntado porque es amigo de Fulanita y que no es que te caiga mal pero que no sabes verlo venir y que te parece que rompe el clima habitual del grupo…
Desde aquí pensamos que es cierto eso que dice el refrán de que “quien tiene un amigo tiene un tesoro” y por eso queremos cuidar tus relaciones de amistad e impedir que lo que se ha forjado a base de camaradería, afecto o constancia lo separen unas simples vacaciones.
Acepta el tipo de viaje que has escogido. Porque lo que quedará será la experiencia y esto no solo te lo da el destino elegido sino que es inseparable de la compañía con la que viajas y de todo lo que vayáis compartiendo por el camino. No pienses en cómo habría sido si hubieras ido con otra persona, si hubieras tomado tal otra decisión, si… Ese viaje será único y eso es gracias al grupo de amigos con el que viajas.
Un poquito de organización nunca viene mal… Al menos para que cada uno exponga sus expectativas y sus visitas o actividades imprescindibles. También conviene acordar y ajustar presupuestos de modo que nadie se sienta desplazado. Es recomendable que todos sepáis lo que cada uno espera y que tracéis una hoja de ruta general que responda a los deseos de todos.
¡Pero con máxima flexibilidad! Porque los imprevistos estarán a la orden del día y, por muy contradictorio que parezca, es importante que cuentes con ellos. De lo contrario, la frustración mal gestionada será la fuente de numerosos conflictos en momentos de ira y desbordamiento y bajo ningún concepto queremos que llegue la sangre al río.
Mentalízate: prepárate para ceder. Así es, tomar decisiones y llegar a acuerdos conlleva renuncias y ganancias por todas partes. No seas el que siempre cede, pero acepta que tendrás que hacerlo. Si hay algo a lo que por nada del mundo estás dispuesto a renunciar, comunícalo cuanto antes o estate incluso dispuesto a hacerlo tú solo.
Asume que te quedarán cosas por hacer o lugares que visitar. Será un viaje imperfecto o, mejor dicho, perfecto a su manera, eso dalo por sentado. Y, a tu regreso, piensa que no se acaba le mundo, no te fustigues por lo que no hayas llegado a hacer, por muy lejos que hayas viajado la vida da muchas vueltas y siempre es mejor quedarse con ganas de más que de lo contrario.
Acordad de antemano todo lo que tenga que ver con dinero. ¿Bote o no bote? Si el viaje requiere de pagos comunes como compras o alquileres siempre resulta una fórmula justa y cómoda. Turnaos las cuentas o aseguraos de que quien las hace, es alguien responsable y además lo hace de buena gana.
Atribuíos un rol, el que más os encaje. Tanto en la convivencia (especialmente si hay que repartirse tareas de cocina, orden o limpieza en un apartamento) como en la organización general del viaje (el que se encarga de las reservas, el que habla con los dependientes, el que pide en los restaurantes, el que se encarga de los museos, el que busca mercadillos gastronómicos, el que es un crack encontrando playas ocultas…). Es una tontería que te dediques a algo que se te da mal cuando en otras cosas puedes ser más eficaz.
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