En plena celebración de la Semana Santa es el momento de “hincharse” a celebrarlo, y no nos referimos precisamente a las torrijas. Además de las películas romanas y de la pasión de Cristo en modo bucle, buena parte del anhelado empacho de la Semana Santa proviene de las procesiones y las fiestas religiosas. Este fervor por la celebración anual de los últimos días de Cristo puede llegar a su máximo exponente si se viaja a la Ciudad Santa. Una vez allí, algunos viajeros experimentarán el Síndrome de Jerusalén, una extraña condición psiquiátrica relacionada con los sentimientos religiosos.
La Semana Santa es, junto a la Navidad, una de las fiestas más bonitas del año. Su carácter religioso nos ha permitido, durante nuestra infancia, ser testigos de toda una tradición de misas y procesiones con una alta intensidad emocional vinculada a la religión católica, a la que casi todos pertenecemos en nuestro país. Así, siendo niños, muchos hemos podido ver llorar de emoción a nuestros padres y, por supuesto, a nuestros abuelos y tías-abuelas más fervorosas.
Ya fuera en el pequeño pueblo de origen familiar o en las grandes ciudades como Sevilla, Málaga, Madrid o Cuenca (por poner ejemplos de ciudades con procesiones muy conocidas) hemos podido festejarlo con una mezcla de fascinación, asombro e incluso un poco de miedo en el caso de los niños más pequeños.
En algunas regiones de España, fundamentalmente en Andalucía, la devoción religiosa es tal, que da lugar a las famosas cofradías tan presentes en la Semana Santa, y que ya dejan ver a muchos niños en sus filas. Estos niños cofrades vienen a ser el relevo generacional que mantendrá viva toda la tradición de la Semana Santa en el futuro. El aspecto cultural y emocional que se vive en estas fechas será precisamente lo que despierte, cada año, la nostalgia y el anhelo de la tradición, haciéndonos tal vez volver al pueblo para celebrar allí la Semana Santa.
Y si bien lo más habitual es retornar al origen y disfrutar de las festividades religiosas locales que nos resultan más familiares, hay quien prefiere viajar a otros lugares para seguir conectando con la Semana Santa y conocer así nuevas procesiones y costumbres. Esto permite ir experimentando otras vivencias de carácter más espiritual mientras se conecta con el misterio de la religión.
Dentro de la ovación a la religiosidad propia de estas fechas, muchas personas aprovecharán para viajar a Jerusalén y así conocer en primera persona los lugares bíblicos que nos son tan conocidos gracias a la historia. Como no podía ser de otra manera, Jerusalén, como destino, viene a ser la Meca de los cristianos de todo el mundo.
Con independencia de que el viaje se haga o no en Semana Santa, tanto en psicología como en psiquiatría es bien conocido el Síndrome de Jerusalén. Según el artículo publicado por la Universidad de Cambridge en The British Journal o Psychiatry , se trata de un trastorno psiquiátrico que se observa en algunos turistas y peregrinos, con una incidencia de hasta unos 100 casos al año, según reportaron desde el Centro público hebreo de salud mental Kfar Shaul.
Siendo de carácter agudo y presentando síntomas tan graves como las alucinaciones y delirios, el Síndrome de Jerusalén no tiene por qué estar necesariamente asociado a una psicopatología previa, sino que se puede presentar de forma espontánea en gente normal y “mentalmente sana”; esto es, sin antecedentes previos.
En todos los casos, el Síndrome de Jerusalén se asocia a conductas motivadas por intensos sentimientos de religiosidad en la persona que lo padece y puede ser de tres tipos:
Según explica la doctora en psicología de origen polaco Katarzyna Prochwicz, y refiriéndose a los casos puros, “el síntoma principal de este trastorno es la identificación con un personaje de la Biblia y la exhibición de comportamientos que parecen ser típicos de este personaje”. Los afectados por esta descompensación psicológica pasarán típicamente por siete estados fácilmente identificables por los expertos clínicos, pero también por los guías turísticos:
El asunto de este trastorno no es menor. Como decíamos, y en base a la incidencia reportada, hay que considerar que, de media, prácticamente cada dos días, se viene viendo allí a un individuo con síntomas del Síndrome de Jerusalén (¿Tal vez vestido con una cortina de hotel y unas renovadas chanclas Birkenstock?). Los expertos advierten de la importancia de identificar este trastorno cuanto antes y derivarlo a una unidad psiquiátrica. De no hacerlo así, es casi inevitable que el individuo pase por cada una de estas siete fases y que, efectivamente, termine dando su sermón en el Monte de los Olivos.
El pasado mes de marzo, IQOS presentó su campaña 'IQOS Game Changers' que reconoce a… Leer más
No hace mucho tiempo, los medios internacionales se hicieron eco de que los duques de… Leer más
El mercado de la vivienda de lujo en España ha vivido una enorme expansión en… Leer más
La coronación de Carlos III fue, con permiso del funeral de Isabel II, el gran… Leer más
Tras la victoria electoral de Donald Trump, los mercados globales han reaccionado con movimientos significativos.… Leer más
Pocas imágenes de la historia del cine son tan recordadas como la de Olivia Newton-John… Leer más