Apenas termina el curso los padres nos enfrentamos a casi tres meses de vacaciones por delante. ¿Qué hacer con los niños? Los campamentos son un recurso muy útil donde estarán bien atendidos y además aprenderán mientras nosotros seguimos trabajando. Pero llegado el mes de vacaciones familiares muchos progenitores se plantean la posibilidad de aprovechar el verano para hacer esfuerzos intensivos de educación con el objetivo de recuperar el tiempo perdido. Esto significa ponerles deberes en verano por su cuenta. Otros son más permisivos y les van a dejar jugar con sus tablets y dispositivos. Sin embargo, los expertos recomiendan que en verano, ni tantos deberes ni tantas pantallas.
Según la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) los estudiantes españoles emplean una media de 6,5 horas a hacer deberes. Esto sitúa a España como el quinto país en el que más tareas escolares se hacen. Y salvo que pongamos algún remedio, este motor se paraliza durante todo el largo del verano en muchos casos.
Para no romper con el ritmo, algunas familias optan por introducir cierta dosis de aprendizaje y actividades formativas durante el periodo vacacional a través de los típicos cuadernitos con ejercicios o con clases de refuerzo. Sin embargo, los expertos advierten de que “el verano ofrece muchas oportunidades de aprendizaje fuera de los libros escolares y es una etapa para aprender de la vida y disfrutar del descanso”, asegura la doctora en psicología Sandra Farrera, miembro de Top Doctors.
Por su parte, la psicóloga infanto juvenil Rosa María Ibáñez Bordas nos previene de intentar recuperar el tiempo perdido y dejarles descansar. Y si se les ponen deberes, que se consideren como una herramienta para “repasar de lo aprendido durante el curso”. Además, los padres deberemos confeccionar nosotros mismos las tareas para que no se conciban como un castigo.
“Hay familias que tienen un niño a quien le cuesta más aprender y justamente quieren ayudarle con deberes o le dan los deberes como penalización por no haber rendido suficiente. Sin embargo, a ese tipo de niños lo que mejor le viene es jugar” asegura Ibáñez.
Algunos progenitores pretenden utilizar el exceso de tiempo libre para actividades provechosas con cargas lectivas. Por ejemplo, para reforzar las matemáticas o ir avanzando temas para el año siguiente. Otros, que no pueden dedicar demasiado tiempo a sus hijos durante el año, quieren emplear parte de las vacaciones para hacer esfuerzos e “intensivos” de educación. Ambas motivaciones para el estudio son lícitas, pero no necesariamente una buena idea.
Sobrecargar de deberes a los niños u obligarlos a estudiar dos horas al día por decreto nunca es una buena opción, ya que podemos generar el efecto contrario: que se nieguen a hacerlo. Lo mejor es buscar otro tipo de estimulación más divertida para ellos y con la que también aprendan. La fórmula ideal, por más que nos cueste aceptarlo a algunos padres, es jugando y tratando con personas diferentes a las que habitualmente tratan, en un entorno diferente. El verano ofrece muchas novedades que deben considerarse en sí mismas como una oportunidad de aprendizaje. Ir al pueblo de los abuelos, pasar tiempo con los primos y otros familiares son ejemplos de experiencias enriquecedoras para los niños.
Descansar y desconectar de la rutina ayuda a grandes y pequeños a reponernos del trabajo. Cargar a un niño de actividades no necesariamente es sinónimo de mayor o mejor calidad de aprendizaje. “Es beneficioso para la salud física y mental dejar un periodo mínimo de un mes para no hacer ningún tipo de deberes”, asegura la doctora Russi Delfraro como neuróloga.
“El mes de septiembre suele ser un mes de transición, para hacer repaso de lo aprendido. Por lo que, para la mayoría de los niños sin problemas de aprendizaje, con ese periodo es suficiente para retomar el ritmo” asegura.
A la hora de poner a “trabajar” a los niños en verano existen, básicamente, dos posibilidades:
Aquellos en contra de los deberes en verano suelen abogar por las enseñanzas que, de forma natural y lúdica, adquieren los niños durante las vacaciones. Esto sucede, por ejemplo, en los campamentos de verano, muchos de ellos temáticos pero otros incluso especializados y terapéuticos para niños con necesidades especiales.
En ellos se ofrece una ocasión de oro para que los niños establezcan lazos sociales, estimulen sus habilidades sociales y aprendan cosas diferentes dentro de un entorno seguro. Además, en estos espacios consiguen que los niños desconecten de la compulsividad y del abuso de los dispositivos, algo que a los padres nos cuesta mucho más trabajo.
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