Dichosos sean el colegio y el fin de las vacaciones

Llegado septiembre, mucho se habla del estrés post-vacacional. Existe, pero también hay buenas técnicas para combatirlo. Poco se habla, sin embargo, del alivio que supone para muchos padres la vuelta al cole y a esa rutina tan denostada pero tan importante para el equilibrio de la psique.

La mayoría de los mortales acude a su puesto de trabajo por una única razón económica y no por placer. Eso no es cuestionable, a pesar de que las teorías de la motivación han demostrado ampliamente que el factor económico no es el más importante. La frustración del retorno incide en el estado del ánimo y puede haber una especie de depresión aguda que dura unos días, fruto del choque entre las aspiraciones y la realidad. “La brisa de Cádiz ya será sólo un recuerdo mágico y sensorial”. Es verdad. Aunque personalmente yo conozco a más de una (y uno) que encuentran en la vuelta al cole un motivo suficiente para hacer una fiesta, cohetes incluidos.

La rutina favorece el bienestar
Se acabó el limpiar el apartamento y el cocinar todos los días algo que no sea un huevo. Se acabó el tener que planificar actividades y diversión para los niños. En septiembre, por fin, llega la libertad de ir al trabajo o la vuelta a “las obligaciones” rutinarias, teniendo a los niños ocupados, además de felices y aprendiendo. Con la vuelta al cole ganamos todos. La rutina, sin entrar en los excesos, ha demostrado tener muchos más efectos positivos que negativos en las personas:

• Ofrece esa predictibilidad diaria necesaria para estar tranquilos en la vida.
• Nuestro trabajo garantiza tener cubiertas las necesidades básicas.

• Los niños necesitan un esquema realista en sus vidas que incluya unos horarios y unas obligaciones, además de jugar.
• En el trabajo (los adultos) y en el colegio (los niños) reaparece ese componente motivacional de asumir retos y de aprender.

Por contra a todos estos argumentos, los riesgos de la rutina se relacionan con el estancamiento en la “zona de confort”, que a la larga es perjudicial y con el tiempo puede estallar en una crisis personal, en ansiedad y en depresión.  Pero esto da para otro tema en sí mismo. Centrémonos ahora en recuperar y disfrutar de esa divina rutina que lo es para toda la familia.