Pocas cosas definen tan bien el objeto de la frase “pasa hasta en las mejores familias” como el asunto de las (drogo)dependencias. Atrás quedó la imagen tipificada del heroinómano de barrio de los años ochenta que “se buscaba la vida” a base de atracos a punta de navaja. Desde aquellos días a esta parte, el patrón del yonki del siglo XXI ha cambiado tanto en sus preferencias y usos de consumo que, socialmente, ha dado tiempo a dejar la heroína y a volver a ella tras la euforia de las drogas de diseño y de los estimulantes como el speed o la coca. Entre todas estas sustancias, han ido surgiendo otro tipo de dependencias: las comportamentales. Todas ellas tienen en común el poderse tratar en la Fundación Recal, una organización sin ánimo de lucro y a la que pone cara Maximiliano de Habsburgo, Archiduque de Austria, Alteza Imperial y Real y Príncipe de Hungría y Bohemia.
El aristócrata es un ejemplo del modo en que las drogas “no conocen de” estratos sociales y pueden afectar a cualquiera. Él mismo experimentó la muerte de una hermana a causa de esta enfermedad y el impacto que le ocasionó el haberla vivido tan de cerca le llevó a involucrarse en la Fundación Recal. Desde su inicio es Presidente del Patronato y, desde hace unos años, también el director. Esto le convierte, no sólo en la cara visible, sino que el Archiduque participa activamente en la definición de las líneas de actuación y en la gestión de Recal como institución, supervisando su buen funcionamiento y ocupándose de su viabilidad económica.
En nuestro país, según refieren desde esta entidad cuando les preguntamos sobre el prototipo de adicto más habitual, “puede hablarse de un predominio del sexo masculino y de consumo alcohol, cannabis, cocaína y heroína”. En su última memoria anual señalan que la edad media de los usuarios ha sido de 37 años, en una proporción del 67 por ciento de hombres, frente al 33 por ciento de mujeres. Por su parte, “el abuso de medicamentos de prescripción médica tiene como principal población a mujeres casadas y con hijos a su cargo”. En lo que se refiere a los adolescentes, “tiende a predominar el consumo de alcohol, porros y videojuegos”.
Y si hablamos de (drogo)dependencias con un paréntesis en el prefijo “drogo” es precisamente porque las sustancias no cuentan con el patrimonio exclusivo de las adicciones. De hecho, y según resaltan los psicólogos del centro, Marlene Méndez Amaro y Boris Rodríguez Martin (PhD), “las adicciones comportamentales comparten características con las adicciones a sustancias, pudiendo llegar a conformar un patrón que produzca malestar o deterioro clínicamente significativo en lo social, laboral u otras áreas importantes del funcionamiento”. Es por ello que el tratamiento que hacen para adicciones con y sin sustancia es similar. Se trata, en suma, “de guiar al paciente a tener herramientas para adquirir y mantener una abstinencia”, explican.
“Este es un modelo que se aborda desde la abstinencia completa y total a sustancias, ofreciendo al paciente herramientas para lograrla y mantenerla”, aclaran desde Recal. Y por abstinencia total se refieren a “estar libre de cualquier sustancia y comportamientos compulsivos”, un camino difícil, pero no imposible, y que ha de comenzar con la aceptación del problema por parte del adicto. “Existen una multiplicidad de factores que dificultan la recuperación, pero la principal es cuando el paciente se limita a pensar que su problema es la sustancia o conducta de su preferencia y no internaliza que la raíz está en el malestar interior y las carencias emocionales. Si no logra aprender a identificarlas o gestionarlas, seguirán presentes, llevándolo a seguir anestesiándose con otras sustancias o conductas autodestructivas”.
En la fundación presidida por Maximiliano de Habsburgo aplican un tratamiento multidisplinar con un amplio equipo de especialistas. Tal y como afirman, “el abordaje en el método Minnesota es multidisciplinar, puesto que es una enfermedad compleja”. En este sentido, inciden en la concepción de los adictos como “enfermos crónicos”, para así darles un trato más humano y alejado de la concepción de “deficiencia moral”.
En esta misma línea se posiciona la OMS, para la que “la adicción es una enfermedad física, mental y emocional que crea una dependencia o necesidad hacia una sustancia, actividad o relación”, nos recuerdan desde Recal. De hecho, “es una enfermedad crónica, progresiva y de fatal desenlace, caracterizada por episodios continuos de descontrol, distorsiones de pensamiento y de negación ante la enfermedad. Dicha consideración, más que encasillar, denostar o limitar, hace partícipe y responsable al adicto sobre su problemática y cómo ha de tratarla, nunca estigmatizar, como sí hizo previamente considerar a la adicción como un vicio”.
La Fundación Recal cuenta con un proyecto para jóvenes en riesgo de adicción. Este programa, orientado a adolescentes a partir de los 14 años, se puede definir como “un espacio de prevención en conductas y comportamientos de riesgo, no solo en él aérea de drogas y alcohol, sino también en relación con el juego, relaciones humanas y familiares, redes sociales, aislamiento, principios de depresión, dificultades escolares y falta de habilidades sociales entre otras”. Para conseguirlo trabajan en el refuerzo positivo de las cualidades de cada joven y sus habilidades. “Hacemos mucho énfasis en la gestión de su salud emocional y en obtener una visión y una relación más amable con su propio cuerpo. Identificar y aprender a ser responsable son las claves de este programa”, señalan.
En el tratamiento de las drogodependencias puede verse que “la patología dual es frecuente en pacientes con adicciones, donde pueden manifestarse los Trastornos de la Alimentación”, advierten desde el equipo médico el Dr. Atef Souied Espada y la Dra. Psiquiatra María Martín García. “No hay un tipo concreto, muchos pacientes con Anorexia o Bulimia abusan del alcohol o de las sustancias estimulantes, tanto legales como ilegales”. Lo que sí se puede afirmar es que “la relación es bidireccional, pues muchos pacientes con Trastornos de la Alimentación buscan las drogas para reducir el apetito y ganar energía. Por su parte, el consumo de muchas sustancias provoca severas desregulaciones en la alimentación, donde se alternan largos períodos de restricción por estar bajos los efectos de la sustancia, con períodos de atracones”.
El alto coste económico de un tratamiento tan completo puede sufragarse a través de diferentes ayudas, según explica la Directora de Tratamiento, María Quevedo de la Peña. “El usuario que carece de recursos y así lo puede acreditar, se puede beneficiar de una beca total o parcial. La Fundación Recal tiene un convenio con el CAID (Centro de Atención Integral a la Drogodependencia) de Majadahonda, por el que cuatro pacientes al mes podrán obtener una beca total, siempre que sean vecinos de Majadahonda y el CAID estime la adecuación de nuestro recurso para el paciente”. De otro modo hablaríamos de alrededor de 30 mil euros como paciente interno, o de 19 mil en régimen ambulatorio para un tratamiento con una duración de un año.
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