La comunicación con el adolescente

Educar al adolescente plantea el doble reto de poner límites y de ganarse su confianza a la vez.

Patricia Peyró. 27/12/2016

Casi todos recordamos el soberbio papel de Robin Williams en la película El club de los poetas muertos, en la que interpretaba a ese buen profesor que sabe ganarse a los chicos y los lleva a su terreno con prácticas educativas poco habituales pero efectivas. ¿Su clave? Hacerles sentir confianza en sí mismos y animarles a luchar por sus sueños.

Utópico o no, educar a un adolescente no es lo mismo que educar a un niño. El adolescente se encuentra en ese limbo no definido en el que ya no es un niño, pero tampoco es un adulto.  Sus preguntas más recurrente en esa etapa de su vida será “¿quién soy?”, “¿qué quiero?”, “¿dónde dirijo mis pasos?”

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El adolescente se encuentra en ese limbo no definido en el que ya no es un niño, pero tampoco es un adulto.

Todas sus dudas, unidas a una revolución hormonal y a un cambio físico que no se corresponde con una madurez emocional, convierten al adolescente en ese torbellino de la casa, que en demasiadas ocasiones trae de cabeza a los padres buscando a veces la provocación y utilizando las conductas de riesgo para llamar la atención. ¿Cómo enfrentarse (con éxito) a la educación del adolescente?

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Muchas veces, los adolescentes solo buscan llamar la atención.

Errores frecuentes en la comunicación con el adolescente:
Proyectar nuestras propias inseguridades y prejuicios, limitando sus propias capacidades y horizontes: esto llevará con frecuencia a una sobreprotección injustificada del joven adolescente y le restará oportunidades. Este consejo es especialmente relevante cuando se trata de las amistades del niño: la amistad en la adolescencia cobra un papel primordial. Los padres deben conocer a sus amigos más cercanos e interesarse por ellos, ya que los enfados en estas edades pueden suponer un auténtico drama, sin olvidar la alta prevalencia de bullying y ciberbullying presente en las escuelas.

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Los padres deben conocer a sus amigos más cercanos e interesarse por ellos.

Prejuzgar antes de conocer su versión: como consecuencia de no escuchar es frecuente incurrir en el error de tener una idea preconcebida. Lo conveniente es practicar la escucha activa, que es empática y nos pone en el lugar del adolescente.

Compararle con sus hermanos, primos u otras figuras de su entorno: cada individuo es diferente y es injusto pretender que nuestro hijo se adapte al patrón que hemos pensado para él.

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Hay que evitar comparar a un adolescente con sus hermanos, primos u otras figuras de su entorno.

Cómo mejorar la comunicación.
Hacerle crecer: motivar su curiosidad y su inquietud por aprender cosas nuevas sólo se consigue con el esfuerzo y estimulación de los padres, además de su participación activa. Por ejemplo, en vez de comprarle una bici, salir a montar con él; en lugar de darle un libro, proponer un tiempo para leer juntos en silencio como una actividad agradable.

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El deporte y, en general, inculcarles aficiones sanas es muy importante para que no se “desvíen” del buen camino.

Empatizar con él: tratar de ponerse en su lugar y resolverle esas dudas que intuimos que tiene. En la medida en que sienta que sus padres se interesan por él sin sentirse amenazado por la incomprensión o por la burla, se acercará más a nosotros y compartirá sus inquietudes.

Darle confianza:  el adolescente es muy vulnerable a la forma de percibir la comunicación.  Por eso hay que evitar la agresividad, activa o pasiva, y darle confianza para aumentar su autoestima y seguridad en sí mismo.

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El papel de los padres en la educación sexual y afectiva de sus hijos no ha de tomar una línea determinada, debe adaptarse a la realidad los hijos

Hablemos de sexo, respetando la intimidad.
Como bien decía la doctora Ochoa, ahora, más que nunca, hablemos de sexo con ellos.  Hay que partir de la idea de que ellos seguramente saben más de lo que creemos, y en muchos de los casos ya tendrán sus propias experiencias. Es por ello que el papel de los padres en la educación sexual y afectiva de sus hijos no ha de tomar una línea determinada e inflexible, sino que debe adaptarse a la realidad los hijos adquirirán igualmente esta educación de otras fuentes menos controlables como los amigos y conocidos, el cine, los libros, o los medios de comunicación.

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Hay que hablar de sexo con los hijos, respetando la intimidad

El adolescente es curioso, y encuentra en la sexualidad todo un mundo por descubrir. Además, se encuentra desconcertado ante esas nuevas sensaciones de impulso y deseo sexual, que con mucha frecuencia le angustian o avergüenzan, necesitando tiempo y ayuda para elaborar todos estos sentimientos. Los padres han de entender que estos sentimientos de contrariedad hacen necesario que el joven cuente con un espacio de intimidad, tanto físico como psicológico. Observar cómo los hijos comienzan a ocultar sus cuerpos y que ya no les hablan con la confianza infantil de años atrás es lo normal. Lo mejor es dejarlos, observando sin intervenir: que sepan que los padres están ahí, pero que no tratan de inmiscuirse en sus vidas.

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