¿Tus hijos se estresan en Navidad? Aquí las claves para ayudarles
Casi siempre para bien, aunque a veces para mal, así afecta la Navidad a los pequeños de la casa
Además de la connotación religiosa de la celebración, la Navidad comporta una mezcla de exaltación, expectativas y rituales sociales que pueden hacer de ella una bomba de relojería a nivel emocional. Descubre cómo afecta la Navidad a los niños y lo que puedes hacer cuando sientas que tus hijos están sobrepasados por la emoción, para poder ayudarlos y hacer de esta época del calendario un momento memorable.
La Magia de estas fechas
La Navidad no deja indiferente a nadie, y además parece que cada año llega antes. Aunque las fechas son siempre las mismas, la precipitación de la actividad comercial es cada vez es más temprana. Esto hace que la Navidad esté presente en los hogares desde prácticamente noviembre.
Quien más y quien menos ve venir ese espíritu festivo que se espera de todos nosotros, dejándose llevar por lo que también es conocido como magia de la Navidad. Y esta magia, como no podía ser de otra manera, cobra especial importancia en los más pequeños de la casa.
La estresante Magia de la Navidad
Aunque la Navidad brinda casi siempre momentos de felicidad a todos, algunos niños podrían llegar a estresarse por estos motivos:
Son como esponjas de nuestro propio estrés
Los niños se contagiarán de la turbación presente en el ambiente a lo largo de todas las navidades, manifestada por el adulto muchas veces en forma de ansiedad. ¿Quién no se encuentra familiarizado en esta época con la imagen de alguien de su entorno absolutamente “de los nervios”?
Al fin y al cabo, son muchas cosas las que suceden en Navidad. Compras, cenas de empresa, quedadas de amigos, visitas familiares, preparativos de comidas especiales, regalos en los que pensar y comprar, puntualidad en citas y eventos, etc.
Las posibilidades de estrés navideño son múltiples, y aunque las costumbres de esta época del año suelen entrañar un cariz positivo, no siempre es así. En este sentido, algunos niños podrán experimentar la Navidad como una vivencia un poco estresante.
La energía negativa del entorno
Un ejemplo claro se puede dar en las familias con bajos recursos. Para ellas estas fechas suponen un auténtico desafío económico, que lamentablemente a veces los padres manifiestan en voz alta y delante de los hijos. Este hecho les causa confusión, ansiedad y culpa por desear lo mismo que los demás niños, sabiendo que sus padres no se lo pueden permitir. En este sentido, las navidades podrán perjudicar a los más pequeños. Sobre todo cuando capten una energía negativa en su entorno, ya sea en forma de discusiones, actuaciones precipitadas o malas caras.
¿Cómo resolverlo? La mejor manera será ejerciendo el autocontrol para no permitir que nuestro estrés adulto empañe un momento familiar tan bonito. Para conseguirlo, el mejor consejo será gestionar nuestro tiempo de forma realista y aprendiendo a delegar, pero tampoco dependiendo ni esperando demasiado de los demás. Ante todo, conviene recordar que lo mejor es enemigo de lo bueno, y que lo más importante no son ni el marisco ni el cordero de la cena, sino el estar juntos.
Expectativas no cumplidas
A todo lo anterior se añaden las expectativas a no defraudar a los demás y no faltar a nada. Ni mucho menos a los clásicos de Navidad que se repiten cada año. Al contrario que a los adultos, a los niños no les preocupa defraudar a nadie: lo que les preocupa es divertirse. Y nada les gusta más que repetir aquellas tradiciones que nosotros mismos les hemos inculcado.
Por esta razón querrán ir a la cabalgata todos los años, a merendar chocolate con churros a San Ginés o ir al mercadillo de la Plaza Mayor. Además, querrán ir de la mano de su abuelo y no de su tío, como hacen siempre.
La repetición de eventos, ligada a personas, emociones positivas y a buenos ratos, además de darles seguridad, sirve para ir asentando una serie de tradiciones familiares que encantan a los niños y que son muy positivas para ellos en cuanto a lazos afectivos.
La autoexigencia de los niños en Navidad
Pero puede ocurrir también que los niños se vuelvan cada vez más exigentes con lo que ellos sienten que es tradición y quieran convertirlo en “obligación”. Y si en algún momento no se cumple, esta se podrá transformar a su vez en frustración, e incluso en rabietas infantiles. Estos desengaños se producen muchas veces a causa de los regalos, cuando estos no se correspondan con lo que los niños querían o esperaban.
¿Cómo solucionarlo? Prevenir la decepción infantil es un camino largo que se hace a través de la educación a lo largo de todo el año. Así y todo, en el ámbito de las navidades, concretamente, será importante no incidir tanto en lo material. Sobre todo para no generar expectativas poco realistas respecto a los regalos. Centrarse en otros aspectos, como el religioso o en aplicar valores como la generosidad hacia los más necesitados servirán para desviar su atención de los aspecto más materiales. En cuanto a tradiciones lúdicas y con personas determinadas, un diálogo anterior con tu hijo será fundamental para irlo preparando si sabes que este año no podréis repetir algún plan por alguna razón.
Se pueden sentir abrumados por la emoción
La Navidad presenta toda una vorágine de emociones. Muchas veces se manifestan a través de sentimientos como la nostalgia, que nos hace recordar a personas y vivencias del pasado con las que hemos compartido estos momentos con anterioridad. El que nos suceda a los adultos debería darnos una idea de lo que pueden suponer las navidades para los niños a nivel emocional. Ellos también viven la Navidad intensamente.
Se trata, en suma, de un mes de goteo casi constante de eventos y encuentros susceptibles de generar todo tipo de sentimientos y emociones, tanto positivas como negativas. Habitualmente los niños sentirán sentimientos agradables como la sorpresa, la alegría, el amor y la ilusión, pero también pueden aparecer otros menos positivos como el enfado, la envidia, la frustración o el miedo.
¿Cómo actuar? Será bueno, en primer lugar, validar sus emociones, cualesquiera que sean. El problema de los niños no será tanto el sentir esas cosas, sino el no saber manejarlas al no entender por qué se sienten así y lo que pueden hacer al respecto. Ahí entramos los padres y los adultos, para actuar con empatía y con cariño para ayudarlos a comprender lo que están sintiendo y a gestionarlo.
La Navidad de los niños con necesidades especiales
La idea de la Navidad es compartir tiempo con los seres queridos. Por eso, más que nunca, esta debe proporcionar un espacio seguro e inclusivo para todos, especialmente para los niños no neurotípicos. Para ellos esta época del año puede suponer una sobreestimulación a la que no están acostumbrados y que les puede resultar abrumadora.
Así, los niños con TEA, PAS o NAS (alta sensibilidad), por poner un ejemplo, necesitarán una pequeña ayuda extra para evitarles malos ratos en las celebraciones. Seguramente no haya que adaptar demasiadas cosas para ellos, ya que la idea es incluirlos con todos los demás, pero sí tener en cuenta algunos detalles. Por ejemplo, el tema de las luces o los ruidos fuertes, la ropa, así como la adecuación de comidas para ellos. Serán en todo caso los padres, los que conocen mejor a sus hijos, los que deberán estar más pendientes y asegurar algún espacio neutral al margen de la fiesta donde el niño se pueda sentir tranquilo y “a salvo”.