Padres: menos tablets y más balones

El juego constituye una buena fuente de diversión con la que el adulto también puede desconectar de sus preocupaciones.

Patricia Peyró. 01/08/2017

La importancia del juego para el desarrollo evolutivo del niño es una realidad incuestionable.  Psicólogos e investigadores como Piaget y Vigotsky lograron demostrarlo a través de sus estudios basados en la observación, que concluyeron en teorías sobre el desarrollo de la inteligencia en edades tempranas.

Jugamos a lo largo de toda nuestra vida, pero el juego adquiere su verdadero papel en la infancia, por cuanto supone la forma que tienen los niños de expresar su relación con el mundo y con los demás. Los adultos, no obstante, podemos utilizarlo también como una manera de fomentar el vínculo afectivo con nuestros hijos, ayudándoles a desarrollar su inteligencia, a mitigar sus ansiedades y a fomentar su seguridad.

Los niños se expresan a través del juego

Piaget otorgó al juego funciones simbólicas que permiten al niño crear una realidad imaginaria y así practicar mentalmente situaciones representadas, consolidado habilidades. Vigotsky aceptó las representaciones mentales, pero se centró en los aspectos afectivos, las motivaciones y las circunstancias del sujeto: “El juego es una realidad cambiante y sobre todo, impulsora del desarrollo mental del niño con la que desarrollar la zona de desarrollo próximo, o esa distancia entre el desarrollo cognitivo real y el potencial».

Dejando de lado las complejas teorías del desarrollo cognitivo, el juego constituye una buena fuente de diversión con la que también el adulto puede desconectar de sus preocupaciones.  Así lo determina el Instituto del Desarrollo del Niño, donde se plantea que el juego también ayuda a mejorar las relaciones y a reducir el estrés.

Jugar al aire libre o fomentando la creatividad es importante para el desarrollo

Liza Grando, presidente de The Moss Tucker Group, con marcas de juguetes como Mattell o Lundby expone algunas ideas de juego para todas las edades:

  • Actividades al aire libre y que supongan cierta actividad física, como el clásico balón de toda la vida.
  • Manualidades que impliquen un ‘proyecto’ conjunto sobre el que hablar, diseñar, y planificar, como pueda ser, por ejemplo, una maqueta.
  • Escuchar música compartiendo las canciones favoritas, las memorias vinculadas a esa canción, y creando buenos momentos en torno a ella.
  • Hacer una obra de teatro creando el guión, el casting y actuando después frente a familiares o amigos.

A ojos de los expertos, parece que nuestros hijos se merecen los juegos de toda la vida. Pero con nosotros: menos tablets y más balones de reglamento.

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