¿Quién es ese extraño que vive en casa?

Os invito a desdramatizar la adolescencia. Miradla como un paso más en el crecimiento y no como una pérdida de lo que un día fueron nuestros niños.

Un Socrático. 26/06/2014
adolescente
La adolescencia genera angustia entre los padres

En muchos padres de niños que se encuentran en la pubertad, la sola mención de la palabra ADOLESCENCIA despierta sentimientos de angustia y horror, bien ante la expectativa de lo que pueda pasar o porque lo sufren ya en su día a día.

Si somos unos padres ‘bien informados’ nos habremos leído multitud de libros de autoayuda, pero siempre nos queda esa sensación de inseguridad, de que algo se nos escapa, de que no hemos educado de la manera adecuada a un niño al que conocíamos y que ahora es un perfecto desconocido. ¿Qué ha pasado con esos chiquillos que nos miraban con admiración y afirmaban a los cuatro vientos que éramos los mejores papás del mundo? ¿Por qué han sido sustituidos por unos extraños egocéntricos y egoístas que se quejan continuamente de nuestra labor paterna, antaño tan sobresaliente?.

A lo largo de un par de artículos vamos a intentar, ante todo, desdramatizar esta etapa vital por la que todo niño tiene que pasar. Se trata de ofrecer una visión menos sesgada de la adolescencia y acercarnos a ella como lo que realmente es: una etapa más en el fascinante mundo del desarrollo humano. Un tiempo que, aunque muy denostado, es un periodo clave en nuestras vidas, sin el que serían imposibles todos los cambios físicos y psicológicos que se van produciendo.

La adolescencia nos presenta la oportunidad de conocer más a nuestros hijos

Representa también la oportunidad de disfrutar conociendo a nuestros hijos en un momento en el que el mundo les ofrece infinidad de oportunidades para labrarse un futuro y en el que todo parece posible. Es la mezcla de la magia de la niñez con el realismo de la madurez. En definitiva, un periodo apasionante y del que merece la pena disfrutar también desde el papel de padres. Cada vez que nos enfrentamos a un problema conviene primero delimitarlo. Así que la primera pregunta inevitable es: ¿Qué es la adolescencia?

Cuando buscamos este término en Internet, consultando a la omnisapiente wikipedia nos encontramos con esta definición: «La adolescencia es un periodo en el desarrollo biológico, psicológico, sexual y social inmediatamente posterior a la niñez y que comienza con la pubertad. Su rango de duración varía según las diferentes fuentes y opiniones médicas, científicas y psicológicas, pero generalmente se enmarca su inicio cerca de los 13 años y su finalización a los 19 ó 20».

El artículo al que pertenece este extracto se desarrolla aún más, adentrándose especialmente en los cambios físicos y sexuales. Es cierto, la adolescencia es un periodo que implica cambios, pero aunque los anteriormente nombrados sean los más evidentes, son los que se producen a nivel psicológico y social cuando menos igual de importantes, o más, que los anteriormente mencionados.

Los adolescentes tienden a buscar la soledad y los espacios de reflexión individual

Entre los cambios psicológicos nos encontramos con que nuestros antes pequeños, están construyendo su propia identidad, buscando quiénes quieren ser. De esta manera se puede explicar por qué los adolescentes cambian continuamente de opinión, de manera de vestir, de gustos. Incluso explica muchas de sus contradicciones como la defensa radical del medio ambiente mientras ensucian sin pudor la vía pública de papeles. Todo ello, enmarcado en un proceso radical de vaivenes hormonales, da como resultado a estos jóvenes-adultos, tan paradójicos muchas veces, que cambian de ideología y de manera de pensar de un día para otro.

No nos preocupemos en exceso por las conductas más taciturnas, aún sin perderlas de vista, son totalmente normales. En este proceso de construcción de la identidad necesitan separarse parcialmente del grupo familiar (sobre todo de los padres).De manera inconsciente buscan espacios de soledad y reflexión individual totalmente necesarios para construirse su propio yo.

A todos nos gustaba comprobar cómo nuestros hijos venían a nosotros y nos pedían consejo sobre las cosas que les pasaban en la vida, nos preguntaban qué hacer y tenían en cuenta nuestros consejos. Lamentablemente, esto forma parte del cambio social, el otro pilar que se deja más de lado en las definiciones puramente biológicas de la adolescencia. Y es que los padres y la familia dejamos de ser el núcleo de referencia de los adolescentes y cedemos el puesto a un grupo de amigos con el que, supuestamente, nuestros hijos comparten afinidades.

Esto forma parte del proceso natural y de la construcción de la identidad del menor. Muchas veces nos cuesta aceptarlo y vemos en ello una especie de  desprecio o pérdida de cariño por parte del que hasta hace nada era nuestro ‘niño’. No nos lo tomemos de esa manera. Nuestros hijos no han dejado de querernos. Esta supuesta rebeldía y pasotismo hacia todo lo que la familia representa no es más que una etapa transitoria fruto de una serie de cambios que son tan repentinos para nosotros como para él. Hay que tener  grandes dosis de paciencia e intentar tomarse las cosas con filosofía.

Es importante, para entenderlos, hablar mucho con nuestros hijos

Cada adolescente es un mundo en sí mismo, como cualquier persona, por eso no podemos hablar de trucos que vayan a funcionar sí o sí con cualquiera de estos pequeños rebeldes. Sin embargo, sí que hay ciertos consejos generales que podemos seguir para conseguir una buena convivencia. Al fin y al cabo son nuestros hijos y podemos estar de acuerdo con ellos o no, pero les queremos y nos gustaría seguir disfrutando con ellos en casa. Estas pautas nos ayudarán a conseguir un ambiente más agradable en casa.

  • Hablar, hablar más y para finalizar, continuar hablando.

A pesar de que no se lo merezcan y estemos decepcionados o molestos por su comportamiento, no debemos romper la comunicación con nuestros hijos. Los adolescentes tienen ‘derecho’ a equivocarse y es inevitable que lo hagan. Si dejamos de comunicarnos con ellos, dejamos también de educarlos. Por eso hay que tratar de mantener una comunicación continua, a pesar de las trabas que nos intenten poner.

  • Reforzarles asiduamente (el poder del elogio). Pocas cosas valoran más los adolescentes, como casi todos los adultos, que el reconocimiento de sus cualidades. Debemos basarnos en ellas ya que, desde la percepción y valoración de las cosas buenas que tienen, podremos pedirles el cambio de otros comportamientos menos positivos.
  • Que se sientan ‘importantes’. Podemos llamarles la atención, reconducirles, recriminarles determinados comportamientos, sólo si son conscientes de que nos afectan porque ellos nos importan.
  • Darles responsabilidad. No hablo de dejarles la responsabilidad completa de sus vidas, sino una responsabilidad tutelada. Si conseguimos que se sientan responsables de sus actos, funcionarán mejor que si sienten que están siendo excesivamente controlados. Dejémosles que se demuestren a sí mismos que son capaces de hacer las cosas bien.
  • Planeemos conjuntamente su tiempo libre. Puesto que la adolescencia es una etapa caracterizada por la acción y por la necesidad de gastar grandes cantidades de energía, facilitemos, con su aprobación, que participe en diferentes grupos (culturales, deportivos, de tiempo libre…), organizados y positivos.
Debemos intentar comprender a nuestros hijos y no pretender que lo sabemos todo
  •     Debemos ser flexibles. Si nos paramos a pensar un segundo nos daremos cuenta de que en muchas ocasiones los conflictos familiares están originados o al menos alentados, por la poca flexibilidad con la que nos comportamos a la hora de relacionarnos con nuestros hijos. Muchas veces entramos en discusiones que no llevan más que al deterioro de las relaciones familiares. A veces, para corregir un comportamiento, la presión, la amenaza y el castigo son tales que, a pesar de conseguir lo que queremos, generamos demasiado malestar en ambas partes. Para evitar en la medida de lo posible alcanzar estas cotas de tensión en las discusiones se recomienda:
    • No utilizar malas formas.
    • No hablar a nuestros hijos a gritos.
    • No utilizar el castigo de forma reiterada.
    • No discutir cuando estamos enfadados
    • No culpabilizar siempre al otro de los errores
    • No sacar siempre lo negativo, hay que construir desde las cosas que se hacen bien.
  •  No hay que ser tolerante con las conductas graves. Hay que ser flexibles, pero no todo es negociable. Los adolescentes deben asumir sus responsabilidades y sus obligaciones. Pero no lo harán mientras lo hagamos nosotros por ellos. Esto no sólo genera una inmadurez por parte de los adolescentes que no son capaces de tomar decisiones y asumir las consecuencias, también conlleva una fuerte pérdida de autoestima, ya que les damos a entender que nos necesitan porque no son capaces de hacerlo por sí mismos.
  • Los padres no lo sabemos todo. Como ya hemos pasado por la adolescencia tendemos a caer en el error de pensar que todos los adolescentes son iguales, sienten y piensan lo mismo que lo que sentíamos y pensábamos a su edad. Nada es más incierto, nadie es igual. Si no lo tenemos en cuenta, sacaremos conclusiones erróneas.

Os invito a desdramatizar la adolescencia. Miradla como un paso más en el crecimiento y no como una pérdida de lo que un día fueron nuestros niños. Esto os llevará a mirar las cosas desde otro prisma, e incluso, a disfrutar de la frescura, originalidad, creatividad y nuevas formas de ver el mundo que los adolescentes pueden aportar a nuestra familia.

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