Con el “palito de los selfies” a otra parte

Ha sido el regalo estrella de las navidades. Sólo en el mes de diciembre, las ventas de los “selfie-sticks” –los palos extensibles que permiten hacerse una foto a uno mismo desde una distancia mucho mayor que usando nuestro brazo- aumentaron más de un 400% en Amazon España. Sin embargo, representan una amenaza para el mundo del arte.

Al menos así lo consideran el Museo de Arte Contemporáneo y el Museo de Diseño Cooper Hewitt Smithsonian de la ciudad de Nueva York y, por eso han prohibido su uso en sus instalaciones. Y no son los únicos. El famoso palito también está prohibido en Museo de Arte de Boston, el DIA: Beacon (en el estado de NY) y en las galerías interiores del Getty Center y del Getty Villa en California.

El artilugio elegido por la revista TIME como uno de los inventos más revolucionarios de 2014 supone, según los portavoces de los espacios que ya lo han prohibido, una amenaza no sólo para las obras de arte -que no es baladí-, sino para los propios usuarios que utilizándolo podrían sufrir o provocar algún accidente grave. El MoMA justifica la decisión diciendo que nunca han permitido a los visitantes usar cámaras con dispositivos “extensibles” en sus instalaciones. El Cooper Hewitt Smithsonian estima que es un riesgo demasiado grande para las obras en exposición.

Lo cierto es que supone un varapalo para muchos jóvenes para los que este dispositivo se ha convertido esencial para captar sus mejores instantáneas -con un precio que oscila entre los 10 y 50 euros resulta fácil hacerse con uno-. Y hoy en día, prohibir a un joven hacer uso de él para tomar una fotografía equivale, de algún modo, a mandarle callar. Y un joven callado significa un joven que no comparte en redes sociales, lo que se traduce en una reducción inmediata de la presencia de la marca del museo en las redes sociales. Desde luego, el palito no es cómodo para los que están alrededor. Es un elemento más a esquivar y no solo para ver mejor la obra en cuestión, sino para evitar que nuestro ojo o cabeza entre en contacto con él y desencadene un “perdón”, seguido de un “lo siento” en el mejor de los casos.

Que las empresas que distribuyen el invento tengan problemas para tener stock, no significa que el producto deba invadir todos los espacios públicos. Los museos son lo que son. Y, desde luego, no son lugares a los que ir para hacer alarde de vanidad sino más bien de humildad y admiración. De momento, lo de crear meta-arte con objetos telescópicos en estos recintos queda restringido para aquellos que tengan la paciencia de esperar una autorización del museo. Los demás tendremos que conformarnos con lo que nuestros brazos den de sí.