Wimbledon: glamour dentro y fuera de la pista

Es el acontecimiento tenístico más antiguo y reconocido del mundo, pero al mismo tiempo, el torneo resulta el Gran Slam de la moda y el estilo.

Agustín Castellote. 10/07/2017

En el suroeste de Londres, cerca de Richmond Park y Kew Gardens, se encuentra el All England Club, un club deportivo privado con 375 socios que, fundado en 1868 como club de criquet, alberga desde hace 140 años el torneo tenístico más antiguo y prestigioso del circuito profesional y el único Gran Slam que se juega sobre superficie de hierba, Wimbledon.

Pero hablar de Wimbledon no es solo hacerlo de cuestiones deportivas, de excelsos atletas o la gloria de erigirse como el vencedor de la copa de plata, que lleva añadidos casi tres millones de euros de dotación para el vencedor y 1´5 millones para el finalista. Hablar de Wimbledon durante las dos semanas que dura el torneo es hablar de glamour, de estilo, de moda, de reglas y protocolo, en un acontecimiento que navega entre la tradición y la pasarela.

Impresionantes instalaciones en el suroeste de Londres

Basta con dar un paseo por sus instalaciones, 19 pistas de hierba, ocho de tierra, dos pistas rápidas, cinco cubiertas y 22 campos de prácticas, para darnos cuenta de la grandiosidad del icónico escenario. Lugar destruido durante la Segunda Guerra Mundial por los bombarderos alemanes y que en estos días acoge a más de 500.000 visitantes. Allí disfrutan del juego de las grandes estrellas del tenis mundial, mientras observan todo lo que rodea al evento y conviven con la ‘high class’ inglesa.

Pero Wimbledon está lleno de códigos, de normas y costumbres que hacen del torneo algo especial, muy alejado del resto de campeonatos. Tiene sus propias reglas, sus estímulos y protocolos, muy al estilo de las viejas tradiciones británicas que los ingleses han desarrollado asociadas a todos los elementos de su vida social.

Wimbledon es un acontecimiento social visitado por personajes públicos relevantes

Como gran acontecimiento social, al margen de lo deportivo, es fácil encontrarnos en alguno de sus restaurantes, tiendas, pasillos subterráneos o salones de té a los Beckham, a Kate Midletton, a Irina Shayk o actores, deportistas y cantantes de moda.

En la exclusiva zona VIP, hospitality Rolex o palcos, hay unas normas muy estrictas en la forma de vestir y comportarse; y para el resto de los aficionados en las gradas se exige ir acorde al estilo del torneo. No se puede llevar ropa con referencias políticas o que puedan entenderse ofensivas o degradantes. No hay gritos, no se puede utilizar el teléfono móvil en las gradas, ni flashes; no puedes moverte ni levantarte de tu asiento durante el juego o serás invitado a abandonar el recinto de forma inmediata.

Rafa Nadal en Wimbledon vestido de blanco impoluto

Los jugadores deben vestir totalmente de blanco impoluto, cuando algún tenista saca una camiseta o zapatillas con otro color que no sea el blanco, es obligado por los jueces a cambiarse o a dejar el partido. Los 150 recogepelotas, elegidos tras un minucioso proceso de selección, y los jueces de silla, así como todo el personal de la organización, son uniformados por la compañía estadounidense Ralph Lauren. No hay publicidad en las pistas, no se permiten más colores que los característicos del torneo, verde y morado, y hasta resulta muy complicado pagar con tarjeta de crédito porque en Wimbledon todo se abona en metálico.

La rigidez estética y el protocolo casi obsesivo resultan un elemento tan diferenciador como la propia hierba que hace famoso el torneo en el mundo entero. Una hierba que cuidan 20 jardineros durante todo el año a las órdenes de Neil Stubley para que luzca en perfectas condiciones en el evento. Para ello debe cortarse a ocho milímetros de altura, lo que favorece el bote de la pelota, y no se permite jugar tenis durante el año para mantener el césped en perfecto estado.

Las fresas con crema de nata son una de las tradiciones del Gram Slam

Una de las tradiciones de Wimbledon son las ‘strawberries and cream’ (fresas con nata). El año pasado se consumieron 1´5 millones de fresas cultivadas en granjas de Kent y 7.000 litros de nata. Delicia que se adereza de una copa de Pimm´s, un licor inglés de ginebra, naranja, limón, pepino y Sprite.

Otra de las tradiciones es la ‘queue’, que no es otra cosa que hacer noche en una cola interminable para conseguir alguno de los pocos pases que quedan después del sorteo para adjudicarlos realizado ocho meses antes del campeonato. Entradas que durante el evento pasan, en el mercado negro, de los 100 euros en origen a los 4.000 euros en reventa. También es típico visitar el museo de Wimbledon, donde podemos admirar todas las raquetas y vestimentas de los vencedores del torneo a lo largo de la historia, cedidas al museo, como exige el protocolo.

En 1877 un grupo de amateurs británicos se juntaron para celebrar un torneo de amigos. 140 años después, Wimbledon es la cuna del tenis mundial, un evento deportivo y social sin parangón y al que ya no le preocupa ni la famosa lluvia de Londres por el techo retráctil de su pista central ‘Centre Court’. Eso sí, siempre con sus reglas, sus códigos y tradiciones. Si las aceptas, bien, de lo contrario, mejor que no vayas.

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