¿Es bueno que los niños hagan deberes en verano?
Una pequeña rutina de trabajo les ayudará a ejercitar su cerebro y a estar más tranquilos.
Cada año, con la llegada del verano, se abre el debate sobre si conviene o no que los niños hagan deberes, estudien, o realicen algún tipo de ejercicio similar a lo que hacen habitualmente en la escuela. Bien sea para no perder la rutina, para mejorar en las materias más flojas, o para adquirir nuevos conocimientos, muchos padres ponen a sus hijos a hacer algunos deberes también en época estival. Otros, en cambio, apuestan por la desconexión total, pensando que las vacaciones están para descansar. En realidad, ¿qué es lo mejor para ellos?
No existe una respuesta categórica a la pregunta: “¿Es bueno que los niños hagan deberes en verano?”, y hay parte de razón en ambas respuestas. Por un lado, efectivamente, el verano es un periodo no lectivo para desconectar; pero por otro, la mente del niño debe seguir ejercitándose. En el término medio estará la clave para convertir el verano en un espacio para el aprendizaje. Además, existen muchas maneras de seguir absorbiendo conocimientos también jugando.
El cerebro del niño necesita y pide más
Desde hace ya tiempo los expertos en neuroeducación sostienen la existencia de la “plasticidad cerebral”, una de las pocas certezas que se tienen acerca del cerebro. De acuerdo a ésta, el encéfalo se va modificando a lo largo de toda nuestra vida en función de los estímulos que reciba. Esto quiere decir que según lo vayamos entrenando y activando, generará o no generará las interconexiones que favorezcan el aprendizaje. Bajo esta premisa será importante no dejar el cerebro de los niños “abandonado” a lo largo de los casi tres meses que duran las vacaciones en nuestro país, sino seguirlo estimulando para avanzar en el desarrollo de la inteligencia.
Una cuestión de rutina y actividad mental
Además de para ejercitar la mente, una pequeña carga de deberes les puede ayudar en algo muy importante para su tranquilidad psicológica: la rutina. Así lo expresa el neuropediatra y miembro de Top Doctors Manuel Antonio Fernández “Todos los padres saben lo importantes que son las rutinas para los niños. Les aportan tranquilidad y serenidad. Disminuye su ansiedad y les ayudan a tener una mejor capacidad de percepción del tiempo. Permite afianzar rutinas y automatizar procesos”.
Algo parecido sucederá con la rutina de ejercitar la mente, aunque “esto no quiere decir que haya que tener a los niños todo el verano haciendo deberes durante todo el día ni tampoco que haya que hacer el mismo tipo de tareas”, puntualiza el doctor Fernández. Precisamente, nos recuerda que “una de las ventajas del verano es la mayor disponibilidad de tiempo e intensidad lumínica con la que es posible desarrollar actividades gamificadas, lo que siempre se ha llamado aprender jugando”.
No conviene abusar del esfuerzo: el verano está para descansar
“Será importante aunar todos estos conceptos de forma integral y añadirles el contacto físico y emocional con los padres. Todo esto, gestionado de una forma lúdica pero instructiva, puede conllevar beneficios muy significativos para el proceso de desarrollo madurativo de los niños a nivel social y educativo”, expresa Manuel Antonio Fernández.
Ante todo, no debemos olvidar que las vacaciones están para descansar, relajarse y son una recompensa por el trabajo realizado durante todo el año. Por esta razón, los deberes no han de desviarnos del sentido común, ya que abusar de ellos sería contraproducente. “Si planteamos el verano como otro periodo de trabajo y esfuerzo, y además lo hacemos de forma poco recreativa, no conseguiremos que los niños recuperen, descansen y consigan empezar el nuevo curso con las suficientes ganas y motivación”, asegura el neuropediatra.
En el equilibrio estará el éxito, partiendo de que la mayoría de las actividades que realizan son ocio. Esta sería la pauta aconsejada por el experto: no comprometer demasiado tiempo en deberes, sino “compatibilizar ese trabajo con actividades cien por cien lúdicas que permitan complementar las necesidades de ejercicio, socialización y descanso de los niños”.
Actividades lúdicas para aprender
Muchas veces la teoría no es fácil de llevar a la práctica, pero no es en el caso del verano. Aquí van algunos ejemplos de actividades de verano que son también formas de aprender, además de garantía de éxito total con ellos:
- Campamentos de verano: Sus ventajas son múltiples, además de ser un alivio para los padres. Ya sean para aprender idiomas, manualidades, tecnología o deportes, se realizan en un contexto diferente que les permite conocer a otros niños, jugar y aprender. Muy especialmente si el niño se va de viaje a otra provincia o país, además le servirá para desarrollar su autonomía y aprender a ocuparse de sí mismo.
- Lectura: Quizá en algunos casos haya que obligarlos, pero puede ser divertido establecer la rutina de leer todos un rato en la playa o la piscina, y, como recompensa, tomar después un helado. Si el libro es bueno, aunque le cueste arrancar, se enganchará y disfrutará con la actividad.
- Viajar y hacer turismo: A través de las excursiones, los niños van aprendiendo geografía y la cultura de otros pueblos. Si se viaja en avión, se le puede ir explicando cómo facturar y cómo moverse entre los aeropuertos. Lo mismo sucede con el tren.
- Visitar algún museo: Con los museos, los niños aprenderán específicamente sobre la materia de exposición. Recordemos que muchos museos ofrecen talleres para niños, y que no todo es pintura y arte, sino que hay muchos otros museos sobre naturaleza y ciencias. Dejándoles elegir a ellos será mucho más fácil.
- Cocinar y ayudar en casa: El verano es muy largo, y seguramente surja alguna tarde de esas eternas en las que los niños se están aburriendo un poco. Puede ser un momento ideal para cocinar algo con ellos: un bizcocho, unas galletas… Si olvidarnos de la comida sana, como pueda ser preparar fruta o ensalada. Involucrarlos en las tareas domésticas como poner la mesa y ordenar sus habitaciones les hará sentir bien, y estaremos enseñándoles algo para toda la vida. Será importante reforzarlos y recompensar su esfuerzo y ayuda con sonrisas y alabanzas.
- Jugar a las cartas: Aprender a jugar a las cartas les traerá múltiples ventajas, como desarrollar su capacidad de comprensión, de aprendizaje, además de la inteligencia emocional para detectar engaños en el rival. Por otra parte, de las cartas destaca el aspecto social de juego en grupo, la gestión de la frustración para saber perder, así como de la asertividad cuando otro niño hace trampas.