El Mirlo Blanco también se puede beber

Se dice que encontrar un Mirlo Blanco es como encontrar un trébol de cuatro hojas. Uno de los secretos mejor guardados de Bodegas Valquejigoso.

Pocos vinos, al degustarlos, son tan especiales que hacen que necesites conocer la historia de la bodega y de las personas que lo elaboran. Esto me pasó con Mirlo Blanco, una joya de vino blanco que se bebe y disfruta solo, pero que se entiende mejor cuando descubres los secretos de Bodegas Valquejigoso.

Todo comienza en la Dehesa de Valquejigoso, la finca de 970 hectáreas que compró en el año 1986 la familia Colomo al Conde de Caralt, ampliando así el patrimonio del famoso torero madrileño Félix Colomo Díaz. Esta impresionante finca, situada a escasos 45 kilómetros de Madrid capital, pasó en el año 1992 de ser un importante coto de caza y centro de reuniones de famosos aristócratas europeos a convertirse en todo un proyecto vitivinícola.

Valquejigoso se convirtió en un proyecto vitivinícola de la mano de Félix Colomo Díaz

Y este proyecto tiene dos nombres propios: Félix Colomo Carmona, nieto del torero y responsable del proyecto, y Aurelio García, director técnico de la bodega y maestro de las viñas y la bodega. Tras años meditando cuáles debían ser las bases para llevar a cabo este precioso y ambicioso proyecto, comenzaron a plantar viñas en 1997.

Hoy en día suman 51 hectáreas de viñedo (49 plantadas con variedades tintas y 2 con blancas), pero pretenden alcanzar en breve las 57 hectáreas netas. Resulta impresionante pasear por la finca y observar las laderas onduladas repletas de viñedos junto a los bosques que las rodean, siendo muy fácil encontrarse con alguna manada de ciervos, jabalíes o conejos.

La Dehesa de Valquejigoso tiene 970 hectáreas. Foto: Bodega Valquejigoso

En Valquejigoso existe tal riqueza de suelos y de tipos de uvas, que hace que sus vinos tengan un carácter propio, dotándolos de gran complejidad y elegancia. Es más, se podría decir que allí se respira puro amor al campo, a la naturaleza, a las viñas y eso es inevitable que se transmita después a la copa. Aurelio García entiende y conoce a la perfección sus viñas, y sabe los secretos para obtener de ellas grandes vinos.

Él sabe y defiende que el vino nace de la viña, por ello mantiene la esencia de cada una de las 83 parcelas que tiene identificadas y las vinifica por separado, no siendo hasta después de la crianza en barricas de roble francés cuando decide mezclarlas para redondear sus vinos. La riqueza está en poder tener variantes para jugar, para crear, y poder equilibrar el vino como se quiera. Y eso es algo que él puede hacer, ¡Y cómo lo hace!

Los vinos reposan en barricas de roble francés

En una bodega dotada de la tecnología más puntera, donde los movimientos del mosto y del vino se realizan por gravedad, donde se emplean depósitos de acero inoxidable, de cemento o de madera, barricas siempre de roble francés y en donde el tiempo es algo muy a tener en cuenta, Aurelio hace su magia y crea unos vinos que, aunque ya se pueden disfrutar casi recién embotellados, poseen una gran capacidad de evolucionar y mejorar en el tiempo.

Un gran ejemplo es mi querido Mirlo Blanco 2013. El vino blanco de Valquejigoso que se elabora mezclando las variedades de uvas blancas plantadas en los terrenos más frescos de la finca, sobre unos suelos arenosos muy profundos.

Mirlo Blanco 2013 tiene matices a limón, pomelo e incluso mantequilla

Para esta añada, la 2013, se emplearon uvas de las variedades albillo, Sauvignon blanc y viognier, jugando con diferentes tipos de depósitos (tinas de madera, huevos de hormigón o depósitos de acero inoxidable) para su fermentación y crianza (de once meses), para lograr aportarle esa personalidad, longevidad y carácter único tan especiales.

Porque Mirlo Blanco huele a limón, a pomelo, con recuerdos a membrillo, incluso mantequilla. Un vino que en boca resulta untuoso, muy sabroso, suave aunque potente, muy estructurado y elegante. Un vino para disfrutar, para saborear, para compartir. (PVP: 40€)

El enoturismo que propone es exclusivo

La Dehesa de Valquejigoso es un paraíso idílico que, junto a su bodega -casi invisible por lo bien mimetizada que está en el entorno-, son dignas de ser visitadas. Pero ojito, que para preservar esta riqueza medioambiental, no abren sus puertas a todo el mundo y el enoturismo que ofrecen es de lo más exclusivo y especial. Pero no hay duda de que lo vale. Por lo que, ¿a qué esperas para descubrir Valquejigoso y su impresionante Mirlo Blanco?

*Foto de portada: Scott Warman. *Fotografías cortesía de Dehesa de Valquejigoso.

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