Conciliar, reducir el estrés… ¿Aún no conoces el flexiworking?
A día de hoy, priorizamos los puestos de trabajo que nos permiten conciliar vida personal y profesional
Leía hace unos pocos días la defensa ultranza de la flexibilización de los horarios laborales que hacía en una nota de prensa la empresa gestora del Edificio Cuzco IV. En contra del seguimiento rígido de los horarios estandarizados de oficina, citaban algunas aportaciones interesantes del informe Employer Brand Research del pasado año 2018.
Tal informe es el resultado del estudio que el gigante de los recursos humanos, Randstad, elabora cada año con el objetivo de dar cuenta de los cambios en necesidades, prioridades y circunstancias que afectan a empleados y empleadores y que en los últimos años revolucionan el mundo laboral a un ritmo frenético.
Y, en su última edición, el resultado fue que estamos priorizando puestos de trabajo que nos permitan conciliar vida personal y profesional por encima de otros parámetros a los que antes concedíamos más relevancia a la hora de decantarnos por una oferta laboral u otra.
Si bien el salario sigue siendo un factor determinante para la mayoría de las personas a la hora de elegir trabajar en una u otra organización, así como a la hora de describir las condiciones laborales de puesto de trabajo ideal, ahora la posibilidad de conciliar de la manera más cómoda o equilibrada posible la vida personal y la vida profesional emerge como el segundo factor de mayor peso para los trabajadores a la hora de optar por unas ofertas de empleo u otras.
¿Cuáles son las prioridades de las nuevas generaciones?
No en vano, las nuevas generaciones de trabajadores, empezando por la denominada generación millennial que es la que accede en los últimos años al mercado laboral, se han descrito precisamente en base a su peculiar modo de concebir la vida con el lema de “trabajar para vivir” por encima del arcaico “vivir para trabajar” de sus predecesores. Ellos ponen el foco en la calidad por encima de la cantidad, siendo ambiciosos en lo material pero siempre con un punto de vista más pragmático en el disfrute. Desean sobresalir y tener éxito profesional pero nunca a costa de perder de vista los pequeños y grandes placeres que hacen que la vida valga la pena.
Es una generación formada y profesional pero a la vez vividora y disfrutona, en el mejor de sus significados. Los jóvenes trabajadores de hoy en día quieren que su trabajo sea reconocido y justamente pagado, pero no ponen el dinero por encima de la calidad de vida o, mejor dicho, ponen el dinero al servicio de la calidad de sus vidas o de la satisfacción de sus necesidades que, más que materiales, son ante todo emocionales y psicológicas.
¿Estamos ante un cambio revolucionario?
Pues bien, aunque un cambio radical en la tendencia está aún por ver, lo que sí es innegable a día de hoy es que las empresas han de hacer frente a demandas cada día más exigentes por parte de sus empleados en cuanto al respeto escrupuloso de sus áreas de vida significativas. Entre las cuales se encuentra el trabajo pero también el cuidado de lo personal, de lo social y de lo familiar.
Ésta es la base sobre la cual se asientan las demandas cada vez mayores de teletrabajo o de flexibilidad horaria. Eso que muchos engloban de manera general bajo la etiqueta del flexiworking, tiene evidentes ventajas que empresas como Edificio Cuzco IV, al igual que cualquier otro negocio cuya actividad gire en torno al co-working, saben explotar a la perfección:
- Los horarios flexibles fomentan la conciliación familiar. Todo lo que supone salir de la tiranía de un horario de trabajo estricto e inamovible nos permite tomar decisiones en pareja o en familia para que el ritmo de vida que llevamos se adapte mejor a nuestras necesidades. Es posible que nunca llegue a dar con el horario ideal pero sí es cierto que desde la flexibilidad se hace más fácil distribuir los esfuerzos en familia.
- A mayor flexibilidad, mayor posibilidad de retener el talento. Cuantos más incentivos puedan ofrecerse a los trabajadores, mayor posibilidad de conservar aquellos a los que preferimos por encima de los demás.
- Un trabajador más satisfecho con su vida es un trabajador más feliz… ¡Y un trabajador más feliz es un trabajador más eficiente! La posibilidad de tomar decisiones acerca de la gestión de su tiempo de dedicación al trabajo le permite al empleado sentir que se confía en él, pues se le permite decidir y se le responsabiliza de algo tan relevante que necesariamente debe significar que la empresa le pone en valor.
- El trabajo flexible contribuye a aliviar algunas cargas de estrés y acota los tiempos “perdidos” en desplazamiento. La posibilidad de adaptar mis horarios a mis necesidades diarias, así como de atender otras áreas de vida sin que ello suponga un handicap de cara al trabajo, junto con la reducción de una cantidad nunca desdeñable de minutos perdidos al día en desplazamientos, ayuda a manejar mejor las demandas del entorno y a reducir algunas de las consecuencias del estrés sostenido en el tiempo, como por ejemplo la angustia, las preocupaciones y el cansancio.
La cruz de los horarios laborales flexibles
Sin embargo, y pese al inmenso potencial de estos evidentes beneficios… ¡No es oro todo lo que reluce! Y es que desde el punto de vista estrictamente psicológico hay algunos matices que también conviene considerar antes de hacer esta defensa a ultranza de los horarios laborales flexibles…
- No todas las personas tenemos la misma capacidad para tomar decisiones, gestionar nuestro tiempo y dirigir nuestra atención y nuestros recursos hacia donde es necesario. Y por eso ciertas personalidades o ciertos caracteres más dispersos, caóticos o menos diligentes o responsables, necesitan de un entorno más directivo y menos flexible para poder organizar su tiempo y optimizar su rendimiento.
- No todo el mundo tiene acceso a ambientes de trabajo fuera de la oficina que faciliten la concentración y el trabajo. Porque no todos disponemos de cómodos apartamentos con todos los recursos a nuestro alcance en los que el espacio de trabajo pueda ser respetado, o no todos tenemos acceso a espacios de co-working en los que desplegar todo ese supuesto potencial que la tiranía del horario convencional desincentiva.
- No todos los empleos pueden regirse por normas u horarios flexibles. Y es que, en función de qué tipo de trabajo toque desempeñar, de qué tipo de compromisos se adquieran con los clientes (o equivalentes) o de qué tipo de colaboración se requiera entre empleados, eso del flexiworking puede llegar a ser una pura fantasía.
- Se corre el riesgo de confundir espacios personales con espacios de trabajo… Y esa falta de límites puede llegar a ser confusa. Bien porque la ausencia de un espacio y un tiempo de trabajo bien acotados favorezcan la invasión del trabajo en la vida personal, y con ello nos veamos expuestos a una dedicación sin límites y al potencial desgaste que ello conlleva; o bien por todo lo contrario, porque las distracciones personales sean tan complicadas de gestionar que acaben por interferir en nuestro rol profesional.
- Es fácil que nos alejemos emocionalmente de la empresa y de su identidad. Y con ello perdemos una de las grandes fuentes de motivación que nos acercan al trabajo y nos empujan a mantenernos fieles a nuestros compromisos y responsabilidades. No olvidemos que somos seres sociales por naturaleza, que los demás son un importante incentivo, y que con ellos construimos vínculos que favorecen el trabajo en equipo, el poyo mutuo, la colaboración y la creatividad