#CloseTo José Sacristán: «No tengo móvil, ni falta que me hace»

Representa cada tarde a Delibes y asegura que sigue sintiendo mariposas en el estómago antes de salir a escena. José Sacristán, ha cumplido su sueño, tener un cine en casa.

Amalia Enríquez. 12/11/2019

Tiene una voz prodigiosa y un talento privilegiado. No hace falta verle, solo al oírle hablar te das cuenta a quién escuchas. José Sacristán, “o Pepe, como tú quieras”, no solo es un clásico de la interpretación, sino también un imprescindible en ella. Los jóvenes de la profesión le veneran, los veteranos le admiran. Después de sesenta años como actor, sigue “al pie del cañón”. Ahora interpreta el monólogo ‘Señora de rojo sobre fondo gris’, que le tendrá de gira “hasta 2021. Luego vendrá algo más”

The Luxonomist: Hace tiempo que no nos veíamos, desde la promoción de ‘Toro’.
José Sacristán: Pero le hemos puesto solución. Aquí estamos, en el escenario del Bellas Artes, preparados para una charla.

TL: Han pasado unas cuantas cosas desde esa última vez.
JS: De todo. Ha pasado ya mucho tiempo (risas).

TL: En tu vida va todo muy rápido y, además, la tienes muy llena…
JS: No tan rápido, no te creas. Tengo mis tiempos. Hace mucho que no me gusta ir acelerado. Manejo mis tiempos, pongo mis condiciones y afortunadamente se me respetan, se tienen en cuenta.

TL: Te lo has ganado…
JS: De bastante tiempo a esta parte puedo elegir, puedo al menos rechazar aquello que no me conviene. Es la cartilla de ahorros, ya sabes. No hay más remedio que trabajar para tenerla activa y aguantar.

TL: Estamos sentados en el escenario donde cada tarde representas ‘Señora de rojo sobre fondo gris’. Mucho tiempo has luchado para poder sacar adelante esta historia del libro de Delibes…
JS: Cuando se publicó la novela, quedé fascinado con ella pero Miguel nunca quiso dar los derechos, ni para el cine ni para el teatro. Dos años antes de su muerte, hice la lectura de un pasaje y seguía con las ganas de poder representarla, hasta que convencí a mi amigo José Sámano y ¡aquí estamos! Muy contento por partida doble. Por un lado, no solo es la satisfacción que me produce como actor hacerme cargo de un personaje y una historia tan hermosa como esta, sino también como ciudadano y poder rendirle homenaje a mi amigo Miguel Delibes. Tuve el privilegio de conocerle y, como murió mi madre tiempo antes, hablé mucho con él de las ausencias, de la muerte…

José Sacristán: «Sigo sintiendo mariposas en el estómago antes de salir a escena»

TL: ¡Qué difíciles son de gestionar las ausencias!
JS: Sobre todo algunas, porque hay vacíos y vacíos. En el caso de Miguel, su mujer Ángeles era el complemento perfecto, total y absoluto. Se quedó vacío.

TL: La suerte de encontrar a la persona apropiada…
JS: Y que se te vaya con 48 años de edad es la brutalidad correspondiente al grado de felicidad.

TL: Eres de los que crees que en el dolor hay esperanza. A mí me cuesta verlo así…
JS: La memoria del amor hace que sea como un dolor esperanzado, ¿no? como que la persona vuelve. Uno permanece en la medida que es recordado y es querido. Hay una “permanencia” presente que es el aliento, que era lo que Ángeles le infundía a Miguel y es lo que ocurre en el escenario cada tarde.

TL: Verbalizar ese vacío en el libro en el que se inspira esta obra, tal vez fue como una terapia para él…
JS: Sin duda, por eso él se protege tras un personaje de ficción. Es Nicolás, un pintor, y los personajes que aparecen no se llaman por su nombre. Hay algo muy gracioso. De vez en cuando vienen al teatro miembros de su familia, “La Tribu”, como yo les llamo. Y ellos se reconocen en la obra: yo soy la niña que anda, yo aquella a la que te refieres.. (risas). Y yo tengo que dar las gracias porque no solo nos autorizaron a representar su historia, sino que nos han aplaudido, celebrado el éxito y nos han agradecido el homenaje que hacemos a su padre, abuelo, tío…

TL: Aunque te “escondas” detrás del pintor, sabes que estás dando vida a un amigo. ¿Ha sido sanador también para ti?
JS: Sí, lo es cada tarde. Y por partida doble. Me satisface muchísimo el recorrido emocional y los parámetros en los que se mueve este personaje. Interpretarlo es una peripecia muy divertida porque Miguel se hace llamar Nicolás y Ángeles es Ana. Es un juego en el que yo tengo que obedecer las instrucciones de Delibes y marcar unas pautas de comportamiento de un personaje que ha escrito él, que no es él pero yo sé que es él (risas).

 

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Ellos son maestros #josésacristán #conchavelasco #imanolarias @bambuprodu @mujerhoy

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«En mi casa no se analizó si ser actor era pertinente o no»

TL: Y todo eso sin volverte loco (risas).
JS: No, al contrario. Creo manejarme dentro de una estimable lucidez. Delibes es un hombre que, en su literatura, nos enseña a mirar. Hay una mirada puesta en nosotros con la que él es capaz de profundizar en el alma humana. Eso le hace muy especial, yo creo que hay algo beethoveniano en la prosa de Delibes. Hay algo ahí que suena musicalmente, frases por las que daría dinero por decirlas.

TL: ¿Qué hace un niño de Chinchón en una profesión como ésta?
JS: Es donde tiene que estar, donde quería estar. Él se lo propuso y, aunque no fue fácil, lo consiguió. Estás hablando con el crío de Chinchón, no lo pierdo de vista y aconsejo que nunca se deje de ver al niño que uno fue. Hay cosas en la infancia que determinan la capacidad de aprender, la sorpresa, el inventarse. De hecho, yo me dedico a esto por lo que tiene de juego infantil. Ser el pirata, el gangster, el mosquetero… y que se lo crean.

TL: ¿Es cierto que ese niño se ponía una pluma de gallina en la cabeza…?
JS: Y le hacía creer a mi abuela que era un comanche (risas).

TL: Tenías que ser actor sí o sí…
JS: No supe que esto se llamaba ser actor hasta mucho después. La primera película que vi en Chinchón me produjo una gran fascinación, pero luego supe que el indio no era indio, que el que se moría de un disparo no se moría de verdad, el rico era pobre y todo así. Pero, sobre todo, me di cuenta de que uno se podía ganar la vida jugando. Jugando a ser Otelo, ahora dudo, ahora soy celoso, ahora me enamoro de Julieta, ahora soy D´Artagnan. ¡No sabes las suerte que es eso! Un privilegio que reconozco, celebro y agradezco porque son ya más de 60 años jugando, sin parar de jugar.

TL: ¿Nunca te imaginaste esto?
JS: Lo imaginaba, pero no lo veía fácil porque ya te puedes imaginar el panorama que yo tenía alrededor en Chinchón y, luego, cuando mi padre sale de la cárcel en la posguerra. Era un panorama muy complicado y yo queriendo ser Tyrone Power (risas).

«Me dedico a la interpretación por lo que tiene de juego infantil»

TL: ¿En casa qué decían?
JS: Nada. He tenido la suerte de tener en mi entorno fundamental a mis padres, La Nati y El Venancio. Mi padre era el adversario al que había que convencer y jamás intentar vencer. Él, que era un buen padre, lo que quería para mí era que fuera un hombre de provecho. Mi madre era la cómplice. Con los dos fuimos ordenando el camino ¡y aquí estamos!.

TL: Conseguir lo que nos llena es un regalo…
JS: En mi casa ni siquiera hubo un juicio de valor, no se analizó si era pertinente ser o no actor. Simplemente era un disparate, pero bendito disparate con el tiempo (risas).

TL: ¿Hay una delgada o gruesa línea entre el actor y el hombre?
JS: Van de la mano, no se entiende el uno sin el otro, la vida sin el trabajo. Y no soy ningún obseso del trabajo, créeme. La medida del éxito es que vengo al teatro, hago una función, termino y me voy donde me da la gana. Mientras esto sea así, el hombre y el cómico Sacristán  está encantado de la vida.

TL: Has sabido gestionar muy bien tu vida personal, por otro lado..
JS: Sí, es cierto. Y también te digo que no cuesta tanto trabajo que sea así, simplemente tienes que cuidar un poco la cuestión y ya. Mi personaje se queda siempre en el camerino, traumas a casa ¡no!.

TL: ¿Hay un ritual antes de salir a escena?
JS: No, nunca lo he tenido. Solamente uso unos kleenex mojados en colonia, por la rinitis, pero nada más. Lo que sí tengo son esas mariposas en el estómago. Eso siempre. Porque si no las sintiera, sería una inconsciencia. Hay un salto al vacío cada tarde, que siempre impresiona.

«De un tiempo a esta parte, afortunadamente, puede elegir lo que me conviene»

TL: ¿Qué cine ve un actor como tú?
JS: Todo. Y, además, he conseguido el sueño de mi vida, que es tener un cine en casa. Veo todo el cine que me echen. Me hace felicísimo, lo que es la imagen en movimiento me sigue fascinando igual que cuando era un crío. Igual.

TL: ¿Es verdad que tienes butacas de teatro en él?
JS: Sí, del teatro Español, del Reina Victoria, del teatro de la Comedia, del teatro Circo de Albacete y ahora espero conseguir una más del Palacio de Avilés, que estaban un poco arrinconadas.

TL: Y un reclinatorio también, ¿no?
JS: Sí, esa es un guiño que tengo con mi amigo García. Tengo un reclinatorio porque hay películas que hay que ver de rodillas. ‘Eva al desnudo’ o ‘Julio César’ no se pueden ver sentado (risas), son películas de reclinatorio.

TL: A estas alturas de la vida profesional, ¿te asusta que no suene el teléfono?
JS: No, ya no. No tengo móvil, ni puñetera falta me hace. Lo tiene mi mujer, eso sí. Que no suene el teléfono, a veces, es de las cosas más agradables que pueden darse. Ante la posible oferta de trabajo que venga del teléfono, pues solo te digo que la bombona de butano está pagada. Y eso es importantísimo porque una de las primeras cosas que me planteé fue convencer a Venancio de que yo podía pagar el recibo de la luz y el colegio de los niños con este oficio. Y no le fallé, tuve la suerte además de que los dos lo pudieron ver. Y eso ya no me lo quita nadie.

*Localización: Teatro Bellas Artes.

*Próxima semana: Belén Rueda.

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