#CloseTo Javier Gutiérrez: «Me dedico a la interpretación para huir de mí mismo»
El actor Javier Gutiérrez no para laboralmente hablando. Dice que deja a los personajes en el set de rodaje pero también hay excepciones...
Tiene un talento descomunal y, en eso, coincide la inmensa mayoría de los amantes de las buenas interpretaciones. El éxito a Javier Gutiérrez le llegó en la madurez, por eso sigue con la vanidad muy domesticada. Está rodando ‘La hija’, dirigido por su amigo Manuel Martínez Cuenca, estrena a finales de marzo ‘Hogar’ al lado de Mario Casas, y nos hace pasar mucha ‘Vergüenza’ en la tercera temporada de esa serie que nos aturde de pura realidad…
The Luxonomist: Veo a Jesús en la serie y no te reconozco…
Javier Gutiérrez: ¡Ni yo tampoco! (risas) Es un personaje que está en las Antípodas de lo que yo soy. Y por eso me divierte tanto interpretarlo. Me parece una radiografía de este país. Es el prototipo de cuñado del que huyes en una reunión familiar, en una comida de empresa, en la cena de Nochebuena con tu familia… Porque todos tenemos en nuestro entorno a un Jesús de la vida.
TL: ¿Tú crees?
JG: ¡Vamos, tenlo por seguro! Evidentemente esto es ficción y es una suma de meteduras de pata y de un tipo que no se avergüenza absolutamente de nada. Va más allá, traspasa todas las líneas rojas… pero en ese sentido, yo creo que es muy reconocible. Y luego no hay que perder de vista que aunque es una comedia, nosotros nos enfrentamos a los personajes y a las situaciones como si fuesen un drama. Porque no deja de ser una pareja mileurista, que tiene problemas para sobrevivir y los típicos encontronazos con los suegros, las peleas de llegar a fin de mes, de quedarse en paro, de buscar trabajo, tener hijos… Por eso creo que es muy reconocible.
TL: Para un tímido como tú, un personaje como este… ¿es una vía de escape?
JG: No solo este personaje. Cualquier traje que yo me ponga, en cualquier situación o proyecto, ya sea un drama o una comedia, siempre hacen que huya de mí mismo. Por eso me dedico a esto.
TL: Eso te iba a comentar. De niño decías que eras actor para vencer la timidez…
JG: Claro, me venía bien porque era una manera terapéutica y balsámica para esa timidez, es algo que le recomiendo a todo el mundo. Bien es cierto que la gente que tiene su día a día en otro trabajo, en el que tiene que fichar y trabajar sus horas, evidentemente no puede disfrutar como lo hacemos nosotros. Es un gozo porque, primero, es vocacional y, por otro lado también, te permite huir de ti mismo. Siempre digo que, cuando haces un drama o una tragedia, construyendo el personaje y a medida que vas trabajando, yo por lo menos, me evito las sesiones de terapia (risas) porque hay una suerte de lidiar con los problemas o de soltar en el día a día. Cuando tienes que enfrentarte a una secuencia en la que tienes que emocionarte, llorar, golpear a alguien o romper una puerta ¡lo haces con un gustazo tremendo y te quedas muy vacío!
«Me gusta mucho cuidar a la gente que quiero»
TL: Un día me dijiste que, en ocasiones, te sentías como Jack Nicholson en ‘Mejor imposible’. ¿Vamos mejorando en ese sentido?
JG: (risas) Esto tiene que ver con mi trastorno obsesivo compulsivo. Toco mucha madera y hago cosas muy increíbles, sobre todo en el teatro. En el cine cada vez menos, pero sigo tocando la claqueta antes de una secuencia importante y dependiendo del día, si estoy muy nervioso o no, sigo tocándola en casi cada toma. El equipo ya me conoce, sabe cómo funciono y están preparados para esas cosas. Recuerdo el rodaje de ‘Campeones‘, éramos once actores en total, los chicos y yo. Al verme, ellos creyeron que eso formaba parte del oficio, del día a día (risas) y cuando me veían tocarla, uno por uno pasaban por la claqueta y hacían lo mismo (risas). Entonces Fesser, el director, me dijo: “Hombre, no lo hagas porque los chicos van a pensar que esto es así” (risas).
TL: Con todo y con eso has cambiado mucho desde que te conozco, sobre todo en la actitud al enfrentarte a las entrevistas. Ahora estás mucho más relajado…
JG: Al principio lo pasaba fatal, es cierto. Uno va aprendiendo y tiene que soltarse. Yo creo que tenemos que aprender mucho de los americanos. Nuestro trabajo no termina cuando finaliza la película, la serie o el teatro. Ese trabajo también continúa porque hay que venderlo y hay que dar a conocer al público lo que hemos hecho. Con el tiempo, con los años, he aprendido y trato de vencer la timidez.
TL: Yo creo que la timidez no se vence nunca. Los que nacemos tímidos, morimos igual.
JG: Por eso digo que trato de vencerla, no te digo que lo haya conseguido. Eso va con uno, pero también te digo que se pasa mucho peor cuando no confías en un proyecto. Cuando me toca vender una peli o un trabajo en el que no me veo bien o no me gusta el resultado, cuesta mucho más porque el espectador no es tonto y sabe perfectamente que si le vendes algo bien y luego le defraudas, eso al final pasa factura.
TL: ¿Te has visto en esa situación?
JG: Alguna. Y trato de lidiar y capotear con eso. Cuando creo en algo, lo vendo con muchísima alegría y trato de ser muy honesto y muy sincero. Cuando no creo, intento pasar un poco de puntillas. En el caso de ‘Vergüenza’ te aseguro que es un trabajo del que me siento muy muy orgulloso. Son tres temporadas en las que pocas veces me van a ofrecer llegar tan lejos en la comedia y tener tanta libertad, tanta empatía y funcionar en el mismo código que funciono con Malena Alterio, por ejemplo, que está deliciosa en esta serie.
TL: ¿En la calle te llegan a decir algo?
JG: De todo (risas) Me confunden con personajes de otras series, me llaman por otro nombre, lo que está muy bien para rebajar el ego de uno, y luego están los que te dan las gracias por hacerle la vida más feliz, porque eres importante para ellos. Hay muchísimo cariño, mucho más que rechazo. Y cuando hay algo negativo, seguramente tiene que ver con otra cosa, con no estar de acuerdo con los actores por la intoxicación que hay con el mundo del cine y demás. Pero en la inmensa mayoría, siento mucho afecto y mucho cariño.
«Soy muy obsesivo. Sigo tocando la claqueta antes de una escena importante»
TL: Yo creo que tu ego está muy domesticado, sobre todo porque te costó mucho llegar.
JG: Yo llego con 18 años a Madrid, empiezo a hacer muchísimo teatro y, hasta los treinta y tantos, no empiezo a hacer televisión y cine. Realmente la explosión de popularidad y de reconocimiento me llega pasados los 35, casi rozando los 40.
TL: Te pilló con los pies muy en el suelo…
JG: No lo dudes. Si llega a pasarme esto con 20 años, seguramente estaría en otro lugar y lo gestionaría peor, pero creo que sería muy absurdo con mi edad no hacerlo de esta forma.
TL: ¿Te has acostumbrado ya a tener varios proyectos encima de la mesa y tener la posibilidad de elegir?
JG: No creas… Actores que elijan en este país hay ¡muy pocos! Yo tengo la suerte de producir teatro y los espectáculos de teatro, desde hace tiempo, los elijo yo y también con quién quiero trabajar y hacer ese viaje. En televisión tuve la suerte de empatizar con Dani Écija, de Globomedia, que siempre me lleva de la mano en proyectos muy interesantes, que han funcionado la mayoría (Águila Roja, Estoy vivo..) Y en el cine, he hecho trabajos menores, otros más importantes, algunos que no han funcionado y otros que han sido exitazo.
TL: ¿Podrías tener una pareja como Jesús en versión femenina?
JG: ¡No, no! (risas) También es verdad que el amor te lleva a lugares insospechados y uno por amor hace muchas tonterías, pero no…
TL: No te pega a ti hacer tonterías por amor, fíjate…
JG: Bueno, el enamoramiento es un estado de enajenación mental. Eso dicen al menos. Cuando uno está enamorado, al principio sobre todo, hace cosas muy absurdas, ¿no?
TL: ¿Por ejemplo?
JG: Se olvida de los demás, se le va la cabeza pensando en esa persona…
«A mi edad, sería absurdo gestionar la fama de otra manera»
TL: ¿Tú eres detallista?
JG: Creo que sí lo soy. Me gusta mucho cuidar a la gente que quiero. Prefiero cuidar a que me cuiden, regalar a que me regalen, pensar en el otro a pensar en mí. En ese sentido, sí considero que soy una persona generosa. También te digo que me gusta que me regalen, que me cuiden y que sean amorosos conmigo, pero me siento muy feliz haciendo feliz a la gente que amo. Creo que en la vida hay que ser generoso y que lo que das, en alguna medida, también te vuelve.
TL: ¿Javier Gutiérrez se lleva los personajes a casa?
JG: No, una vez que termino de trabajar, dejo mi traje en el camerino y soy Javier. Creo que sé discernir muy bien, aunque ha habido algunos momentos en la profesión que me han dejado un poso importante. Al terminar de interpretar a algunos personajes, tuve una pequeña depresión porque se quedó en mí un resquicio de ellos, de su amargura y de la nube gris constante que tenían en sus vidas. Me pasó por ejemplo con ‘La isla mínima’. El trabajo fue tan intenso que una vez terminado el rodaje, me quedé muy contaminado con lo que di y lo que me expuse en él.
TL: Aun así, ¿ha compensado cumplir tu sueño?
JG: Sí, siempre. ¿Qué es lo peor que le puede pasar a un actor? Que no suene el teléfono, por lo menos para mí. La falta de trabajo es algo tremendo, te genera ansiedad y una falta de confianza difícil de gestionar, un no saber qué va a ser de tu vida. Y yo he tenido la inmensa suerte de concatenar trabajos. Mi último trabajo ha retroalimentado el siguiente y me siento un privilegiado. Siempre doy gracias.
TL: ¿El niño Javi se reconocería en quien te has convertido?
JG: Sí, me reconozco en muchas cosas, A pesar de ser soñador y fantasear con muchas cosas, tengo los pies en el suelo. Sigo siendo aquel chaval que vino a Madrid con ganas, no de comerse el mundo ni de ser conocido, de ser simplemente actor.
*Localización: edificio Telefónica (Gran Vía).
*Próxima semana: Blanca Suárez.