Cómo cuidar la piel durante la menopausia
La menopausia tiene efectos secundarios que pueden afectar de forma negativa a nuestra piel dejándola más seca, tirante y profundizando las arrugas.
A partir de los 50 las mujeres se enfrentan a la temida menopausia. Ésta puede aparecer antes o después, pero siempre llega y nadie se libra de sus cambios hormonales. Y es que, además de dejar de liberar óvulos, la menopausia trae consigo otros efectos secundarios que causan estragos en la piel como sequedad, pérdidas de colágeno o elasticidad, brotes nocturnos, acné e incluso hacer más profundas las arrugas. Por ello, es importante dar un paso más en el cuidado de la piel y utilizar productos bien formulados y adecuados a nuestro cutis.
Los efectos secundarios de la menopausia
La menopausia es un proceso biológico natural en el que los ovarios dejan de producir hormonas femeninas, es decir estrógeno y progesterona, y de liberar óvulos. Este proceso suele venir acompañado de efectos secundarios como sofocos, cambios de humor, problemas para dormir y aumento de peso. Efectos que pueden alargarse incluso más de un año y medio, y que pueden comenzar meses, e incluso, años antes de que se produzca la menopausia.
Sin embargo, además de estos efecto secundarios, la menopausia también afecta negativamente a la piel, favoreciendo su envejecimiento. Y es que la menor producción de estrógenos se traduce en más arrugas, sequedad, enrojecimiento o problemas de cicatrización en las heridas.
«Las mujeres empezamos a perder colágeno a partir de los 20 años, pero no es hasta la menopausia cuando esta perdida se hace mayor. Como el estrógeno también interviene en la producción de grasa, su disminución hace que la dermis se vuelva más seca y fina. Y, por tanto, más propensa a sufrir hematomas y desgarros», explica Esperanza Sáenz, responsable de imagen de Nezeni Cosmetics.
A esto hay que sumarle que al disminuir la producción de hormonas femeninas, aumenta la hormona masculina, la testosterona. Esto se traduce en más acné y vello corporal en mejillas, barbilla, cuello y peso. Por ello, es muy importante durante esta etapa seguir una rutina cosmética utilizando productos específicos que ayuden a ajustar esta fluctuación hormonal.
Cambia tu rutina de cuidado facial
Lo primero y fundamental es proteger la piel de la radiación solar. En tu rutina de cuidado facial siempre debes incluir crema protectora, y mucho mejor si lleva Lipochroman, un antioxidante que protege las células del daño irreversible del ADN al tiempo que evita la oxidación. Después la hidratación. Tras la menopausia la dermis pierde capacidad de retener agua por ello la crema hidratante se vuelve indispensable.
También puedes incorporar a tu rutina nuevas vitaminas y compuestos, como el Cobiolift, un derivado natural de la quinoa con excelentes propiedades tensoras y antiarrugas de efecto casi inmediato. Además de aumentar las vitaminas C y E, ya que ayudan en la producción de colágeno.
Otra cosa que nos puede ayudar es exfoliar la piel con regularidad, una o dos veces por semana puede ser suficiente. Y, además de exfoliar, si ves que ha aumentado el vello, elimínalo con ayuda de un tratamiento como la depilación láser o la electrólisis, ya que de esta manera te olvidarás de él para siempre.
Tratamientos que pueden contrarrestar los efectos de la menopausia
Aunque si notas que con la menopausia tu piel ha perdido vitalidad y está mas arrugada, siempre puedes recurrir a otros tratamientos más invasivos como el Microneedling. Se trata de un procedimiento que utiliza pequeñas agujas para crear microheridas en la epidermis, y activar así la piel para que empiece a producir de nuevo colágeno.
Otra opción es recurrir a una terapia hormonal sustitutiva, las cuales han demostrado minimizar los efectos secundarios no deseados de la menopausia. La Terapia de Reemplazo Hormonal ayuda a mantener el colágeno, el grosor y elasticidad de la piel. Sin embargo, no pueden realizarla todas las mujeres, pues no está recomendado en personas que tengan antecedentes de cáncer de mama, enfermedades coronarias, accidentes cardiovasculares o una enfermedad hepática activa.