Pasó el Black Friday, pasó el Blue Monday… y se abrió camino el mes de diciembre, con el pistoletazo de salida de las compras navideñas. Fueras o no fueras capaz de contenerte ese fin de semana, lejos de decrecer, la tentación de comprar solo va a ir en aumento. El último fin de semana de noviembre es el encargado de inaugurar el periodo de mayor consumo del año. Así es, parecía que había pasado lo peor, pero no es así… ¡¡¡Ahora llega lo bueno!!!
Tienes todavía semanas para pensar qué quieres regalar a las personas a las que más quieres, o a esos otros con quienes, por puro compromiso, también tienes que quedar bien. Estás a tiempo de ser pragmático, de no dejarte llevar por la fiebre del consumismo, de comprar con cabeza y, sobre todo, de proteger tu cuenta corriente de cara a la cuesta de enero. Porque una cosa es gastar un poco más de lo que te gustaría y otra muy distinta es comprar a lo loco hasta que ya no haya vuelta atrás.
Tanto si eres de los que tira de tarjeta como si ni hubiera un mañana, como si, sencillamente, te ha pasado ya alguna vez que te has lamentado arrepentido por haber hecho gastos innecesarios, lee con detenimiento estas pautas para que tus ahorros sobrevivan con dignidad esas navidades.
Identificar y reconocer de forma explícita un problema o una vulnerabilidad es siempre el primer paso para poder empezar a abordarlo de manera eficaz. Comprar reiteradamente más de lo que necesitas o tener un patrón de compra irreflexiva suele ser sintomático de alguna otra dificultad psicológica mal gestionada, algo que ni has identificado ni has resuelto y que está canalizándose precisamente a través de la satisfacción inmediata que producen algunas compras. Párate a pensar, haz intersección, analízate y analiza tu entorno:
¿Ante qué circunstancias se activa tu patrón de compra excesiva? Puede ser que tenga que ver más bien contigo mismo, o con los demás. En exclusiva relación contigo, mira a ver si tiendes a evitar ciertos problemas yendo de compras y gastado dinero, si suples algunos defectos mediante la compra de un montón de artículos teóricamente orientados a ocultar esos defectos, si sueles salir a comprar cuando te encuentras triste o frustrado… Pensando en tu relación con los demás, mira a ver si las ganas de epatar o de quedar bien son las que haces que te extralimites o si resulta que te comparas con los demás y compras de más por compensar lo que crees que es una situación de desventaja…
Pon tu mente racional a funcionar y hazlo lejos de las tentaciones. Hoy mismo, un día cualquiera, reserva un ratito para sentarte a hacer la lista de regalos navideños, lejos aún de las fechas señaladas, sin la urgencia de los compromisos navideños apremiando. Piensa en las personas a las que vas a regalar y busca algo útil en base a lo que sepas de ellos y lo que hayas compartido con ellos en los últimos meses.
Tampoco te dejes a ti mismo fuera de la ecuación, ¿no es 100% seguro que al final un detallito te vas a permitir? Pues, si así es, mejor contar con ello en lugar de mirar para otro lado, de modo que selecciones con criterio en lugar de dejarte llevar por el capricho de última hora, que hace mucha ilusión en un primer momento pero luego no resuelve nada.
¡Regla imprescindible: ¡JAMÁS justifiques lo que compras en base a cómo te sientes! El razonamiento emocional es el más irracional de todos los razonamientos posibles a la hora de tomar cualquier tipo de decisión. “Lo compré porque estaba triste y quería animarme…”. Ese tipo de reglas verbales están vacías de significado, pero las exponemos de manera aparentemente contundente e irrecurrible.
¿En qué lugar está escrito que comprarte un capricho resuelve alguno de los problemas a los que te enfrentas? Corres el riesgo de que esas reglas verbales perniciosas y distorsionadas se instauren poco a poco en tus esquemas y en tus reflexiones como si de una estrategia de afrontamiento saludable se tratase, cuando a la vista está de que no lo son en absoluto. Una compra debe responder, o bien a una necesidad, o bien a la decisión de gastar dinero en algo para lo que llevas tiempo ahorrando y que estás seguro que te será de provecho.
Es IMPRESCINDIBLE que sepas, de antemano, cuánto dinero vas a gastar como máximo en compras navideñas; y que ese presupuesto se ajuste a tus ingresos sin dejar de lado el ahorro, aunque sea mínimo. En un primer momento puede parecerte excesivamente restrictivo, peor te garantizo que luego te alegrarás de haber diseñado un presupuesto para así saber cuáles son los límites en los que te mueves y poder distribuir ese importe total entre los distintos desembolsos que vayas a hacer. Es un mínimo encaje de bolillos al que merece la pena dedicar algo de tiempo, con tal de asegurarte de que al final quedará solo la satisfacción de regalar y quedarán fuera los lamentos, las culpas, los aprietos y los arrepentimientos.
La tranquilidad psicológica que proporciona el crédito es altamente volátil y peligrosa, en tanto en cuanto nos genera una falsa sensación de solvencia y despreocupación, y no nos permite anticipar las dificultades que nos abordarán en el medio y largo plazo. Ese dinero “fácil” al que de manera casi inmediata puedes acceder es un arma de doble filo.
Pagar a crédito puede ser necesario para muchas inversiones de envergadura o situaciones críticas a lo largo de la vida, pero desde luego que las compras navideñas no suelen entrar dentro de esa categoría de situaciones de imperiosa necesidad. Manejarás alegremente un dinero que después acabará por salirte francamente caro; y eso sin considerar que, para cuando te encuentres con una verdadera necesidad de pedir un préstamo o de tirar de tarjeta de crédito, puede resultar que ya estás endeudado de antemano y la bola se vaya haciendo cada vez mas grande…
Si sabes que eres mínimamente vulnerable, ¡no te arriesgues! Buscar el apoyo de los demás y protegerte a través de la presencia y la “supervisión” de personas de confianza es una garantía de éxito. Tendemos a pensar que recurrir a los demás nos hace más débiles o nos deja en manos de su control, pero las cosas no son así en absoluto. Es pueril pensar de tal modo. La verdad es que el apoyo de los demás nos da confianza y, sin legar a necesitar de su control externo, su mera presencia nos recuerda el compromiso que previamente y de manera autónoma hemos asumido con nosotros mismos.
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