Con esta pandemia hemos visto cosas que nunca pensábamos que llegaríamos a ver o, ni si quiera nos habíamos planteado. Fueron las calles desiertas las que silenciaron el mundo durante semanas, generando en nosotros una incertidumbre difícil de sostener. Fueron meses de miedo en el cuerpo, de contadores de contagios diarios, de muertes y un virus que desconocíamos que nos atacaba sin saber cómo combatirlo. Ha pasado año y medio de aquello, llegaron las vacunas, la apertura a una vida perdida con la mochila llena de malos recuerdos y no despedidas.
“La Covid-19 nos ha robado vida” – como escuchaba en una terraza a una mujer mayor que disfrutaba de su primera limonada al aire libre. Pero seguimos con la intención de avanzar sin mirar demasiado atrás, con el aliento esperanzador de que esto terminará pronto.
La apertura de las calles ha traído nuevos contagios: una nueva ola prevista y previsible, mientras se aceleran las vacunaciones. Todo sigue su curso o al menos eso queremos pensar: que está controlado. Nos tranquiliza, nos da coraje para seguir. Aunque se sigan produciendo daños colaterales: Los Juegos Olímpicos se celebrarán sin público. Japón decide instaurar el estado de alarma y no permitir público. Seguro que es una decisión meditada, pero con alta carga de frustración para todos los atletas del mundo.
Llevan años preparándose para el gran evento de sus vidas. Han tenido que esperar un año más: estar fuertes, mantenerse en la forma óptima: física y sobre todo de mente. Quizá en estos tiempos lo más difícil de sostener. No quiero hablar de pérdidas económicas, que por supuesto existen; sino dedicar estas líneas a su esfuerzo, dedicación e ilusión por dar lo mejor de ellos. Se lo juegan todo en un sprint, en un partido, en un lanzamiento… El silencio será su compañero de viaje. Los aplausos mudos.
Tokio hará historia en unos Juegos Olímpicos: los primeros sin público. Sin vitorear ni celebrar la victoria de nadie. Los podios y los himnos sonarán al viento helado del vacío en las gradas. No va a ser fácil para ellos. Seguro que muchos necesitan ese apoyo, el calor de la masa deseosa por verlos. Hace unos años no imaginamos un cartel de –Sin Público-, ahora y después de los pasado puede que estemos mucho más inmunizados que de un virus. Son las secuelas que nos ha dejado y todavía desconocemos. Saldrán despacio pero sin avisar, igual que cuando el maíz se convierte en palomita.
Tokio 2021 se vivirá sin público y por eso debemos rendir mayor apoyo y respeto a nuestros atletas. Muchos de ellos no pueden vivir de su talento y esfuerzo. Dedican años de esfuerzo para la gloria efímera de participar y ganar en unos Juegos Olímpicos. Representando a cada país. Este año, todos representarán a un mundo que se quedó en silencio también ante la amenaza de un virus desconocido. Un símbolo de seguir adelante: de no desfallecer, de mantenerse a pesar de todo. Es lo que cada uno hemos hecho, es lo que harán ellos en la pista.
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