Las marcas más prestigiosas siempre han sido objeto de falsificaciones desde hace décadas. Más allá de luchar policialmente contra las mafias que gestionan este sector, los fabricantes han asumido también que detrás de este malévolo negocio existe un comprador tipo. Porque si no lo hubiera, el problema no existiría.
La Oficina Española de Patentes y Marcas y la Asociación para la Defensa de la Marca se preguntaron hace tiempo si existe un comprador tipo de falsificaciones. Porque sin lo uno, lo otro poco recorrido tendría. De esa inquietud ha nacido un informe elaborado por el Colegio Oficial de la Psicología de Madrid en el que se intenta averiguar si el consumidor es consciente de los perjuicios que conlleva comprar productos falsificados. Y de paso, conocer las motivaciones y la psicología de este tipo de comprador.
El asunto no es menor. Porque a nivel económico, las pérdidas para las firmas es tan relevante como la merma que se produce al erario público en impuestos no recaudados. La compra de falsificaciones provoca en España unas pérdidas en ventas de 2.200 millones de euros. Un turbio negocio que atrae a un comprador que adquiere sin rubor productos que no tienen ningún control de calidad y con lo que contribuye a la comisión de delitos contra la propiedad industrial. Y en paralelo, otros vinculados a esta actividad, como la explotación laboral, el delito fiscal o el blanqueo de capitales.
«Se trata de la primera vez que abordamos el fenómeno de las falsificaciones desde una perspectiva científica para analizar el comportamiento del consumidor», afirma José Antonio Gil Celedonio, director de la Oficina de Patentes y Marcas. Gerard Guiu, director general de Andema asegura que «el consumidor es la clave en las decisiones de compra, tanto de productos auténticos como de productos falsificados. Nos enfrentamos además a un consumidor de falsificaciones que las adquiere cómodamente desde el anonimato y la comodidad de su hogar».
Estos expertos afirman que más de la mitad de las falsificaciones que se venden en España se adquieren a través de comercio electrónico. Y que el cliente desconoce en su gran mayoría los enormes perjuicios que provoca esta actividad. El estudio revela que el comprador de falsificaciones es menor de 35 años, con sentimientos de orgullo narcisista ante la compra de estos productos y fácilmente influenciado por su entorno.
Elisabet Marina, psicóloga que ha participado en la elaboración de este estudio, asegura que «el comprador suele acercarse a estos productos como forma de adaptación. Como una forma de encajar en un grupo. Además justifica sus acciones y no repara en las consecuencias de sus conductas sobre otros». El comprador de falsificaciones se siente tan convencido de su decisión que llega a pensar que su compra no causa daño alguno.
Incluso, puede equiparar la compra de un producto falsificado con la de una marca blanca o una segunda marca. Con todo ello, las futuras campañas de concienciación y sensibilización dirigidas a los consumidores deben tener como objetivo abordar el aspecto emocional y apelar al temor a ser descubierto. A visibilizar los riesgos físicos, económicos y sociales que suponen las falsificaciones.
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