Más placebo y menos nocebo
El efecto nocebo existe en los procesos de tratamientos médicos y en nuestra vida cotidiana.
El poder de la mente es algo que pocos discuten pero el de los pensamientos comienza a tomar más formas y creencias. Hace diez años el biólogo americano Bruce Lipton afirmó tras una ardua investigación la base de la llamada ‘biología de la creencia’: “ No son las hormonas ni los neurotransmisores producidos por los genes los que controlan nuestro cuerpo y nuestra mente, sino nuestras creencias”. Cierto es que el genoma humano nos define biológicamente pero, ¿todo es heredado? ¿podemos modificar nuestro ADN? La epigenética no solo dice que sí, sino que nuestros genes dependen de forma directa de nuestros actos, emociones y pensamientos, así como el entorno medioambiental.
Hace escasos días, un estudio publicado en la presitigiosa revista ‘Science’ revelaba que el cariño de los progenitores en los primeros años de infancia tiene el poder de modificar el ADN. Tracy Bedrosian, autora del estudio, refrenda la teoría de hace una década de Lipton: “ Si bien hemos sabido por un tiempo que las células pueden adquirir cambios en el ADN, se ha especulado que tal vez no sea un proceso aleatorio, pues hay factores en el cerebro o en el entorno que provocan cambios en mayor o menor frecuencia”. Si el conocido efecto placebo funciona en muchos casos, ¿por qué no el nocebo también? El refrán de «piensa mal y acertarás» pudiera ser como la profecía auto cumplidora de que si lo piensas, sucederá.
Pero no siempre somos capaces de controlar nuestros pensamientos y si la mente parece tener el control de nuestro cuerpo, debiéramos comenzar a ser mucho más conscientes de lo que se ocupa nuestro pensamiento, el modo, la forma y su contenido. No cesan de aparecer libros relacionados con el poder de nuestra mente, de la necesidad de ser mucho más asertivos que negativos y dejar a un lado los pensamientos reiterados o circulares porque, según investigadores, aceleran el envejecimiento neuronal.
Nos cuesta cambiar de hábitos lo mismo que de tipo de pensamientos, pero todo es comenzar a entrenar, echar a andar y descubrir cómo se abre una nueva forma de enfrentarse al mundo. Si los bebés modifican su ADN con el cariño y las atenciones de los padres, el tomar con cariño nuestros pensamientos, no me atrevo a decir que modifique nada genético, pero sí nuestra percepción de una realidad hasta el momento mucho más hostil y adversa con nuestros objetivos vitales.
El control, lo mismo que la exigencia, es en muchos casos la sedación de nuestros pensamientos alados, los que refuerzan los deseos y te empujan a seguir adelante a pesar de las adversidades. El efecto nocebo existe en los procesos de tratamientos médicos y en nuestra vida cotidiana. Convencernos de que nuestro propio cerebro puede ayudarnos o herirnos es el principio de un cambio. Si sabemos que parte de la llave preventiva está en nosotros, quizás comencemos a poner cortapisas a determinados pensamientos que nos asaltan, y como una de las peores pesadillas nos alteran el sueño y la existencia.