Relicario español
"Si a un infante de Instagram en ristre le preguntan qué es una esquela en los venturosos años modernos, seguramente contestará que el femenino de esqueleto".
Tradicionalmente, había cinco formas de empezar a leer un diario: por la portada, por la contraportada, por los deportes, por los pasatiempos o por el obituario. Hubo un tiempo, no demasiado lejano, en el que era el tamaño de las esquelas el que predeterminaba alcurnia del finado, pues hubo necrológicas de página entera y hasta de columna inferior derecha con publicidad dental. Si a un infante de Instagram en ristre le preguntan qué es una esquela en los venturosos años modernos, seguramente contestará que el femenino de esqueleto. Esos mismos niños que abandonan su inocencia el día que les regalan un móvil para su Primera Comunión y descubren que no cabe la confesión a distancia, de modo que acaban tomando distancia con la confesión.
Pero mientras el candor pueril exista, hay que preservarlo, pues tanto la simpleza como la virginidad se pierden al punto y no regresan. Por eso, recuerdo el día que acompañé al Ministro Jorge Fernández al funeral de Estado en la catedral de Colonia como consecuencia de los ciento cincuenta asesinados en la tragedia de Germanwings. Como responsable de la coordinación del dispositivo de atención a las víctimas en la Cataluña previa al artículo 155 de la Constitución, me correspondió auxiliar a los familiares en todo momento. Y, si bien no relataré los testimonios de aquellos días y noches sin dormir ni comer, no puedo dejar de recordar el día de mi llegada a Castelldefels.
Reunidas las familias, y prestos a dar información sobre lo que había ocurrido, un representante de la Generalitat apareció en la sala y comenzó, entre el dolor y el sufrimiento atroz de los familiares, a dar una lección inoportuna sobre las competencias que correspondían a cada Administración. Cuando acabó, delicadamente y en un aparte, le dije que lo mejor que podía hacer por todas esas personas, era no volver por allí mientras yo estuviese. A fe que lo cumplió. Una fórmula no explorada de la subsiguiente «Operación Diálogo».
Cuando nos estaban disponiendo en formación bajo los rigores del protocolo y de la Canciller Merkel en la Seo, recibí un mensaje en mi móvil: «Por si no lo sabes, en la Catedral de Colonia está el relicario más grande del mundo occidental que contiene los huesos de los tres Reyes Magos». Mi niño interior se sintió definitivamente injuriado, y mientras retumbaba la voz del Obispo entre las bóvedas de la parroquia, pensé en reliquias y relicarios, como he vuelto a pensar ahora. Porque el primer caso documentado de veneración cristiana de reliquias es el San Policarpo, quemado en la hoguera como San Lorenzo, en el año 155. ¡Qué casualidad! ¡Cómo el artículo 155!
Hay diferentes versiones respecto a este episodio, pero nos centraremos en la versionada por sus huestes: «El fuego, como una bóveda, como las velas de un navío henchidas por el viento, formó una muralla en torno a él. Su cuerpo quedó en medio, no como carne que se abrasa sino como el oro y la plata que se acendran en un crisol». De este modo, épico y con la prosopopeya del martirologio, comenzó un momento novedoso: los seguidores de San Policarpo no se conformaban con su memoria, querían sus huesos. Como la cabeza de San Jorge en la capilla del Palau de la Generalitat, donada por la basílica benedictina de San Giorgio Maggiore y protegida por el somatén oficial. Acaso deba rezarse a la aureada cabeza para que se imponga la cordura en Cataluña, que últimamente amarillea.
Hay reliquias capilares, que es cuestión de Iglesias, y no precisamente de Pablos. Según algunas escuelas de la tradición islámica, los seguidores del profeta Mahoma comenzaron a venerar sus restos pilíferos estando él aún en vida, y no se piensen los aragoneses que ese vocablo tiene algo que ver con la Virgen del Pilar. Según la versión más extendida, una vez que concluyó su Peregrinación a la Meca, Mahoma se cortó el pelo e impartió instrucciones a Abu Talha, su primer discípulo, para que repartiese sus mechones entre quienes le habían acompañado. En la actualidad, el primer apóstol de Pablo Iglesias, el inefable Echenique, respondía así hace algún tiempo: «¿Qué me separa de Pablo Iglesias? Él tiene más pelo y a mí la ley me permite utilizar el carril bici sin bici». Este es el camino de la nueva política para un Estado lacio, ya que no parece que vayan a alcanzar el Estado laico.
Quienes tienen conocimientos de historia africana de antiguo saben que los zulúes reservaban una sección de la cabaña para enterrar a los muertos y, luego, al cabo de un año, los fallecidos eran bienvenidos de regreso al hogar a través de un ritual. Como ocurre frecuentemente en la política donde no es inhabitual ver muertos y resucitados en solo un año. Una de las canciones más famosas de ‘The Killers’ se titula ‘Bones’. Huesos. Tan alargados como los de Juana de Arco. Porque hay despojos óseos que compondrían diez cadáveres de un solo Santo, que ya de por sí es mucha santidad. En olor y loor de santidad. Por los siglos de los siglos.