En manos del príncipe Carlos

Podría pasarme una mañana entera enumerando las cosas que me fascinan de los ingleses. Algunas tan frívolas como ese ojo clínico para saber cuándo exactamente retirar la bolsita de PG Tips o la alegría con la que las chicas lucen monísimas rebequitas caladas mientras una las observa con el plumas abrochado hasta arriba. Adoro contemplar esa oda al orden de Paddington Station en hora punta y envidio su facilidad para mezclar con bendita extravagancia tejidos y estampados.

Pero lo que realmente me encanta es la feliz convivencia de lo viejo y lo nuevo. De la pared con gofrado de un pub del Soho cuelga una pantalla de plasma del grosor de una loncha de jamón York. Ahora estás en Topshop alucinando con las camisetas; enfila Regent Street y baja hasta Burlington Arcade. Entra en el número 16-17. De repente, Londres es otro Londres sin dejar de ser el mismo.

Penhaligon’s es la definición de la icónica elegancia inglesa: ajena al paso del tiempo y, precisamente por eso, siempre a la última. Esta casa de perfumes fue fundada en 1870 por William Penhaligon, un tipo inteligente y creativo que llegó desde Cornwall a Londres para trabajar como barbero en los baños turcos de Picadilly, en Jermyn Street. Su buen ojo para los negocios le empujó a abrir al poco tiempo un nuevo salón en la misma calle. Allí creaba sus propios aromas y lociones para una clientela distinguida, entre la que se encontraba la Reina Victoria. Hay gente que se va al otro barrio dejando un buen recuerdo; William dejó, además, un exquisito rastro de colonia.

Su legado ha servido de inspiración para todas las creaciones de la casa, desde los deliciosos perfumes en frasco de cristal con la característica cinta rodeando el tapón, hasta las lujosas cajas de jabones. Abrir una de estas elegantes cajas, separar el finísimo papel de seda y detenerse en su sonido, aspirar el maravilloso olor, es uno de esos pequeños placeres que merece la pena regalarse de vez en cuando –y mejor hoy que mañana, qué caray.

Todos los jabones de Penhaligon’s son de triple molido y están enriquecidos con manteca de karité y aceite de almendra para que hidraten la piel. Cada uno de ellos está inspirado en uno de los aromas de la casa. Como Blenheim Bouquet, un agua de colonia masculina creada en 1902 para el duque de Marlborough y que resulta de la vibrante mezcla de aceites cítricos, especias y maderas. Es tan actual que parece mentira que fuese creada hace más de un siglo.

Si adoras los olores dulces y frescos, te encantará el jabón de Lily of the Valley, cuya fragancia está considerada por los entendidos como una de las más delicadas creaciones a base de lirio del valle. La alegran notas de rosa y jazmín. También te gustará el elegante jabón Artemisia, inspirado en una acaramelada mezcla de vainilla y ámbar con un velo ligero de jazmín, violeta y lirio del valle. Ellenisia es un jabón suave, sedoso y muy primaveral. Un ramillete de gardenias, jazmines y nardos con un toque de ciruela y vainilla. Extravagante, como buen inglés. Inglesa hasta la médula es también la pastilla de Bluebell, una fina fragancia de jacinto silvestre que nos lleva de la mano por un paseo por el bosque después de la lluvia.

Penhaligon’s pertenece desde enero al Grupo Puig, que compró la legendaria casa inglesa al fondo de inversión Fox Paine & Company. Penhaligon’s es proveedor oficial del Príncipe de Gales y el Duque de Edimburgo y se vende en países de todo el mundo, como Japón, Corea del Sur, Rusia, Ucrania, Estados Unidos o Singapur. En España es posible adquirir los perfumes de Penhaligon’s en Le Secret du Marais, Nadia o Isolee, en Madrid; la perfumería Erlai, en Bilbao;  Regia, en Barcelona; Dulce Calvo, en Santiago de Compostela; o Yowe, en León. La caja de tres jabones tiene un precio aproximado de 35 €.