Ya va quedado menos para la esperada coronación de Carlos III, por ello la casa real británica ha empezado a revelar algunos de los detalles que rodearán la ceremonia. Las últimas novedades giran en torno a la corona con la que Camilla Parker Bowles será nombrada reina consorte. Frente a los que pensaban que esta iba a estrenar pieza, ella ha decidido reciclar una ya existente y modificarla para hacer un guiño a Isabel II.
Camilla Parker Bowles será coronada con la corona de la reina María de Teck, la misma que llevó la bisabuela de Carlos III cuando coronaron a su marido Jorge V. Es la primera vez que una reina consorte escoge una corona ya existente en lugar de crear una nueva. Una decisión que, según cuenta Casa Real en un comunicado, se debe a razones de “sostenibilidad y eficiencia”.
Sin embargo, Camilla no lucirá exactamente la misma corona, pues ha decidido hacerle unos cambios para rendir homenaje a Isabel II. En concreto, añadirá los diamantes Cullinan III, IV y V, de la colección personal de la reina Isabel II, unas piedra que la difunta monarca lució en numerosas ocasiones en sus broches. Además, se quitarán cuatro de los ocho arcos removibles que tiene la corona, para así hacer que tenga un aspecto diferente.
Una corona que nada tendrá que ver con la que lució la anterior reina consorte Isabel Bowes-Lyon, la madre de Isabel II. En la coronación de Jorge VI en 1937 ella llevó una corona con el famoso Koh-I-Noor incrustado, un diamante de 105 quilates que la India, Pakistán y Afganistán han exigido a Reino Unido que se lo devuelvan.
Una piedra preciosa de incalculable valor y gran tamaño que se dice, además, que está maldita. “Quien posea este diamante dominará el mundo, pero también conocerá todas sus desgracias. Solo Dios, o una mujer, pueden llevarlo con impunidad”, reza la maldición. Creencias a parte lo cierto es que la polémica rodea la piedra y por ello, Camilla Parker Bowles habría preferido obviar su elección.
A pesar de lo impresionante de estas dos coronas, nada tiene que envidiarle la corona con la que Isabel II fue coronada y que el próximo 6 de mayo lucirá Carlos III. Hablamos de la corona de San Eduardo, la corona más antigua que posee la familia real británica y principal joya de la Corona.
Esta se creó en 1661 para el rey Carlos II y desde entonces ha sido la que han lucido todos los monarcas ingleses. Se trata de una pieza con estructura de oro macizo de 22 quilates, engastada con 444 piedras preciosas entre las que se encuentran 345 aguamarinas, 37 topacios blancos, 27 turmalinas, 12 rubíes, siete amatistas, seis zafiros, un granate y una espinela. Está rematada con un casquillo de terciopelo de color púrpura y decorada en la parte inferior con una banda de armiño.
Una joya de incalculable valor que ahora lucirá Carlos III, para el que han tenido que modificarla porque le quedaba pequeña.
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