Tras el éxito estilístico conseguido por la reina Letizia en la recepción al Emir de Catar, Tamim bin Hamad Al Thani y su primera esposa Jawaher Bint Hamad Bin Suhaim Al Thani, los reyes Felipe y Letizia continuaron este martes con su faceta de anfitriones. Y lo hicieron en esta ocasión con una cena de gala, la primera que los Reyes celebran en seis meses. Y como era de esperar, hubo alguna sorpresa relevante en el look escogido por Doña Letizia.
Para empezar y pese a la importancia de la cita, marcada siempre por un protocolo estricto, la Reina no lució ninguna de las tiaras que forman parte del joyero real. Por este motivo tampoco llevó la banda de la orden de Carlos III, a la que sustituyó por un pequeño lazo con los mismos colores. En conjunto y a pesar de no llevar corona, la monarca volvió a destacar por su elegancia y la elección de su look.
Para la ocasión, doña Letizia lució un vestido largo en color champagne con brocados florales y mangas transparentes. Una creación del diseñador Gabriel Lage con escote barco y bordados arabescos con hilos metalizados. Una pieza de alta costura que supone el primer estreno de este diseñador en el vestidor de la Reina.
La ausencia de tiara, algo que también es novedad en el estilismo de Doña Letizia en este tipo de eventos, ha sido también muy comentada. A cambio, estrenó como joyas unos pendientes de diamantes montados en forma de árbol regalo de sus invitados. Unas piezas que pasan a ser propiedad de Patrimonio Nacional aunque podrá lucir cuando lo desee.
Por su parte, la jequesa se decantó por un original look negro con una capa corta de piel y brillantes. Un estilismo totalmente diferente que tampoco pasó desapercibido. Si por la mañana, Jawaher Bint Hamad Bin Suhaim Al Thani escogió el blanco para su primera aparición pública, por la noche el negro fue el protagonista. Escogió además una vanguardista chaqueta torera de piel con incrustaciones de cuentas, cristales y pedrería firmada por Louis Vuitton que acompañó con una falda larda del mismo color.
Tras el saludo, en el que los cuatro fueron muy cordiales con algunos gestos de cariño, todos se dirigieron hasta el Salón del Trono donde tuvo lugar el besamanos previo a la cena que más tarde los reunió en el Gran Salón del Palacio Real de Madrid. El más grande de Europa Occidental y uno de los más grandes del mundo.
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