Todos en casa. En España nos hemos aplicado el cuento y, a diferencia de otros países, hemos visto la necesidad de parar el contagio del coronavirus quedándonos en casa. Y en este ambiente de tristeza generalizada y de tensión social, los Reyes de España están demostrando, una vez más, que están donde tienen que estar. O sea, teletrabajando como todo el mundo, y dando ejemplo. La semana pasada fue frenética, no había día en las redes sociales en que diferentes empresas no publicasen fotografías de los Reyes hablando con ellos por videoconferencia. El sector de la distribución, de la banca, los empresarios, los autónomos, las pymes… justo los sectores productivos que mantienen al Estado y que tan maltratados están siendo.
El Estado que conformamos los contribuyentes, somos una gran empresa. Y funcionamos como tal. Gracias a nuestros impuestos, el Estado ingresa y puede determinar el gasto. Eso no significa que el Estado tenga que dilapidar el dinero, todo lo contrario. Esto obliga a los políticos a tener un cuidado exquisito con nuestro dinero. Porque es nuestro, no es suyo. El Gobierno es el consejo de administración de la empresa que entre todos construimos. España no es Venezuela, donde – con ingentes recursos naturales como el petróleo- puedes comprar voluntades. Aquí las «voluntades» se compran con el dinero de esforzados empresarios y emprendedores, autónomos y empleados que, de forma voluntaria deciden construir un paraguas que nos permita ser mejores como sociedad.
Y ahí están los Reyes, con todos ellos, cada día. Escuchando a los empresarios cómo se compra en China, cómo se distribuyen alimentos o cómo se modifica el tejido productivo para transformar una empresa de calzados en una fabricante contrarreloj de mascarillas para los servicios sanitarios y las fuerzas de seguridad.
Los Reyes con el sector agrícola, con el sector pesquero, con aquellos que se esfuerzan cada día para mantener abiertos los mercados y supermercados de España para que no falte abastecimiento. Para dar tranquilidad a 47 millones de personas que están viviendo una situación insólita. Encerrados en sus casas, aplaudiendo a las ocho de la tarde y protestando a las nueve de la noche. Todo sin solución de continuidad. La España de los balcones más unida que nunca en un momento de crisis sanitaria no conocida. Igual algunos -los de siempre- esperaban la tercera guerra mundial, pero nadie pensó que el enemigo sería invisible, sin tratamiento, colectivo: un virus.
Escuchando a los directores de hospitales cómo se encuentran las plantillas, las enfermeras, los médicos, los empleados de cocina y de la limpieza. Ahí está el Rey en IFEMA, viendo de primera mano cómo podemos ser lo mejor de nosotros mismos cuando decidimos apostar por ser lo mejor de nosotros mismos.
Hoy más que nunca, hacemos de la necesidad virtud. Teletrabajando, confiando en las nuevas tecnologías, aplicando la digitalización a nuestro día a día e intentando en la medida de nuestras posibilidades informarnos y contribuir a que la tragedia sea la menor posible. Nos hemos inventado hasta el colegio online, que en muchas casos está funcionando. Efectivamente no es igual que ir al cole, pero permite que nuestros hijos no pierdan conocimientos e incluso aprendan a trabajar de otra manera: buscando fuentes, creando grupos de trabajo online, aprovechando -ahora sí- las nuevas tecnologías aplicadas al conocimiento. La aldea global nunca lo fue tanto. Tan solos y tan cerca.
*Foto principal: Casa Real.
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