El 14 de septiembre de 1982 fue un día marcado por la desgracia para el Principado de Mónaco. Grace Kelly perdía la vida en un accidente de coche. Moría entonces la princesa y nacía el mito.
Una actriz de Hollywood que lo dejaba todo para convertirse en la esposa del príncipe de Mónaco. Una historia de cuento de hadas que, sobre todo al principio, tuvo poco de cuento. Grace Kelly fue rechaza por todas las monarquías europeas, su matrimonio fue cuestionado en varias ocasiones… Sin embargo supo reponerse de todo ello para convertirse en un icono royal que 40 años después de su muerte se sigue recordando.
Un día como hoy en un grave accidente de coche. La princesa conducía por una de las carreteras del Principado junto a su hija Estefanía, cuando se precipitó por un barranco. Las graves heridas que sufrió hicieron que perdiera la vida horas más tarde en el hospital, mientras Estefanía lograba salir sin apenas sufrir daño.
El Principado de Mónaco y todo el mundo se cubría de luto. La princesa fallecía a los 52 años dejando a su marido, el príncipe Rainiero, completamente destrozado. Sus propios hijos han reconocido en varias ocasiones que el monarca nunca volvió a ser el mismo, y que a pesar de los años nunca pudo olvidar a su mujer.
Grace Kelly se convirtió en todo un icono en Mónaco. Ella fue quien dio al Principado el glamour del que hace gala hoy en día. Y es que cuando se convirtió en princesa ella ya era una estrella de Hollywood. Grace Kelly acababa de ganar el Oscar cuando conoció a Rainiero y se comprometió con él.
Según reveló el documental Royals: Keeping The Crown, los asesores de Rainiero le aconsejaron casarse con una actriz para poner Mónaco en el mapa y convertirlo en el glamuroso y lujoso destino vacacional. La elegida entonces fue Grace Kelly, aunque cuando la pareja se conoció el flechazo fue instantáneo, pues cinco meses después anunciaron el compromiso.
A pesar de que Grace Kelly dejó su prometedora carrera en el cine para convertirse en princesa, no fue aceptada por las monarquías europeas, que incluso rechazaron la invitación a la boda por considerarla una plebeya. Mucho le costó a la princesa hacerse respetar en los grupos más selectos, pero con el tiempo y gracias a su carisma, se convirtió en un icono, llegando a opacar incluso a su marido.
Fruto de su matrimonio nacieron sus tres hijos, el príncipe Alberto y las princesas Carolina y Estefanía. Ellas son el claro reflejo de lo que era su madre, una mujer elegante, glamurosa, que se relacionaba con grandes diseñadores y creativos y, sobre todo, bella. Tanto sus hijas como sus nietas han heredado la belleza de Grace Kelly, llegando incluso a que muchos vean en Carlota Casiraghi su claro reflejo.
Y es que a pensar de su muerte, Grace Kelly siempre ha estado muy presente y 40 años después sigue siendo la mejor embajadora de Mónaco en el mundo.
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