Charlène de Mónaco reapareció ayer por sorpresa en el Principado. La esposa del príncipe Alberto, ya totalmente recuperada de sus problemas de salud, aprovechó la tarde para visitar el Palacio del Príncipe de Mónaco.
Como una turista más, se sumó a un grupo de visitantes que estaban recorriendo el palacio para ver el resultado final de las reformas y la restauración de algunos frescos renacentistas.
Una visita que la Casa Real ha compartido a través de las redes sociales y en la que podemos ver a una Charlène muy alegre y sonriente con los turistas. Y no es para menos, pues recorrer los pasillos y salas del Palacio del Príncipe de Mónaco es recorrer la historia del Principado.
El Palacio del Príncipe de Mónaco se construyó en 1215 y era originalmente una fortaleza. No fue hasta el siglo XIII cuando pasó a ser propiedad y residencia privada de la familia Grimaldi. Sus miembros fueron modificándolo, hasta que dejó de ser una fortaleza y se convirtió en el palacio real de hoy.
Fue a finales del siglo XIX y principios de XX cuando el Palacio del Príncipe de Mónaco se convirtió en el símbolo que es hoy en día.
Rainiero III puso a Mónaco en el mapa internacional y su matrimonio con Grace Kelly hizo que tanto el Principado como el palacio se convirtieran en iconos de glamour y jet set. Títulos más que merecidos, no solo por lo que representaba la familia real, sino por la arquitectura y las obras de arte que se esconden tras sus puertas.
Debido a todos los inquilinos que ha tenido y las numerosas reformas que ha sufrido, el palacio mezcla una gran variedad de arquitecturas. Está compuesto por ocho torres y murallas de ocho metros de altura.
Una fachada que todos reconocemos gracias a sus balcones, desde los que la familia real se asoma en el Día Nacional de Mónaco y demás fechas señaladas.
Sin embargo, y pese a la belleza de su aspecto exterior, es en el interior donde el palacio hace honor a su nombre. Cuenta con numerosos salones oficiales decorados con pinturas, tapices y muebles únicos de gran valor.
La Galería de Hércules es un ejemplo de ello, un espacio que está decorado con frescos que presentan la historia de éstos personajes mitológicos.
Aunque, sin duda, uno de los salones más espectaculares es la Sala de los Espejos, donde a día de hoy se celebran grandes ceremonias y que se caracteriza por estar presidido por un retrato de Grace Kelly.
A ellos se le suma la Sala Azul, llamada así por ser este color el protagonista y contar con unos espectaculares candelabros de cristal de Murano; o el Salón del Trono, uno de los espacios más importantes del palacio y que todos hemos visto, pues ha sido el escenario de las bodas reales, la última, la del Príncipe Alberto y Charlène de Mónaco.
Aunque el palacio ha sufrido varias renovaciones, fue en 1800 cuando se llevaron a cabo las mayores obras. Y es que durante la revolución francesa el palacio fue saqueado y empleado como hospital para el ejercito italiano. Una huella que se dejó ver con la desaparición de tesoros y obras de arte, y que hizo que cuando el príncipe Carlos III regresó decidiera renovarlo por completo.
También el príncipe Rainiero III llevó a cabo obras y su hijo Alberto hizo lo mismo. Tras la muerte de su padre, el príncipe decidió modernizar el palacio y ampliarlo, aunque manteniendo la fachada original y su estética. La última renovación ha sido la que ayer visitaba la princesa Charlène, y que afectaba a unos frescos renacentistas que ahora todo el que lo desee también puede visitar.
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