ALFOMBRAS ROJAS

Gelsey Kirkland, redescubriendo el ballet

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Verla bailar era un auténtico lujo, algo casi de otro planeta. Prácticamente volaba, como si su pequeño cuerpo pesara poco más que una pluma y sus pies estuvieran hechos para moverse en vertical por el escenario. La agilidad sobrehumana que la caracterizaba la desgastó el tiempo, pero la elegancia de Gelsey Kirkland permanece intacta. Desde su academia de ballet situada en Brooklyn, la mejor bailarina americana del siglo XX sigue rindiendo homenaje a su arte, actualmente a través de la enseñanza.

Gelsey Kirkland durante sus años como bailarina

Aunque el ballet tiene mucho de mímica, su estilo era inimitable. Por eso no es de extrañar que George Balanchine, el padre de esta disciplina en América, reconociera el talento de Kirkland cuando apenas tenía 15 años. Cuatro años más tarde, ya estaba desempeñando roles principales en el New York City Ballet, la compañía que la llevó al más alto estatus en su mundo del baile.

‘El Cascanueces’, bajo la supervisión de Gelsey Kirkland

Si se le pregunta a Gelsey Kirkland cómo definiría su exitosa trayectoria con la perspectiva que proporciona el tiempo, humildemente rehúsa responder. Tiene que ser su marido Michael Chernov, director y coreógrafo de ballet, el que conteste sin modestia: “Gelsey ha sido una de las más famosas bailarinas americanas de su generación, sino la más famosa del mundo. Podría haber haberse retirado fácilmente, pero ha preferido sufrir y pasar el conocimiento que previamente le pasaron a ella”. Chernov insiste en ese proceso de transmisión del saber en el que se encuentra su mujer. “Pasar la información no es suficiente, tiene que ser el contacto humano”.

Guiados por este objetivo, el matrimonio cuenta que nunca se sentaron a planificar la creación de una academia, fue algo que surgió ‘de forma natural’. “Tomamos un curso para profesores de ballet y estudiamos el sistema ruso de enseñanza. La idea vino del deseo de compartir lo que habíamos descubierto en el curso, algo que últimamente se había perdido”, explica Chernov que es también el director artístico de  la academia. Ambos quisieron continuar de alguna manera con el baile después de haber agotado la parte de su carrera en la que eran ovacionados sobre el escenario.

Gelsey Kirkland bailando y a la derecha, junto a su marido

Kirkland mantiene su mirada reservada mientras mira a su marido hablar. Esa actitud grave ha sido siempre su seña de identidad y es lo que ella considera que la diferenciaba del resto de bailarinas que no llegaron a destacar tanto. Cuando apenas era una niña, todo el mundo se reía de mí porque era muy seria. Yo era todo trabajo, trabajo y trabajo. Pero si trabajas lo suficientemente duro, normalmente consigues que algo pase”, relata la bailarina.

Ser capaz de unir la actuación y el baile de manera que se fundan en una sola disciplina es algo que siempre ha obsesionado a Kirkland. “Reconozco a una buena bailarina cuando la veo, por eso trataba de descubrir qué estaban haciendo las mejores y qué tenía que hacer yo para serlo”. En su opinión, hay una cierta integridad en su trabajo porque ha sido capaz de conectar el ballet con el teatro.

Bailarina ensayando en la escuela de danza de Gelsey Kirkland

Esa pasión por interpretar un personaje a través del ballet hizo que a sus 22 años dejara de ser la musa de Balanchine, cuyas obras consistían en transmitir únicamente la música a través del cuerpo. Así, se unió al American Ballet Theatre, donde bailó en 1977 junto al famoso bailarín Mikhail Baryshnikov (que fue también su amante), la obra por la que sería más conocida, ‘El Cascanueces’. En ella interpretó el papel de Clara y fue una pieza televisada para el gran público.

Paradójicamente, Kirkland considera que ese papel no fue “especialmente emocionante”. “Fue sólo una continuación de mi trabajo. Yo ya estaba en el proceso de trabajar cada detalle en los story-ballets”. Con delicadeza, su marido rompe la formalidad de su respuesta y señala que la única razón por la que triunfó en esa obra fue por la peluca que llevaba; no tuvo nada que ver con el baile”. Ella ríe tras sus gafas de sol por primera vez en la entrevista.

Ensayo de Mixed Bill, el próximo show de la Gelsey Kirkland Academy of Classical Ballet

Y es que, al tratarse de una disciplina artística, el ballet no tiene una fórmula matemática para lograr el éxito. Para la mítica bailarina, la clave está en no focalizarse en querer triunfar, sino concentrarse “en lo que tienes que hacer y en lo que sabes hacer”. Todo es concentración. No estás interpretándote a ti misma, estás interpretando un personaje”, apunta Kirkland.

Esos valores se pueden palpar en el ambiente en la Academia de Ballet Clásico Gelsey Kirkland. Decenas de jóvenes bailarines practican en distintas estancias y otros descansan estirando sus extremidades. La actitud responsable de estas futuras promesas llama la atención, se respira una profesionalidad que no abunda en otros ámbitos.Los bailarines son diferentes al común de la gente. Las personas que se ven atraídas por el ballet y acaban con nosotros, son serias. Se enamoran de algo en lo que saben que pueden profundizar, combinando su voluntad, su inteligencia y su cuerpo”, explica Michael Chernov. En sus palabras, “el baile modela a una persona en un sentido diferente al que lo hace la universidad”.

En el escenario de la academia se está ensayando una de las partes del próximo show que estrenarán: ‘Mixed Bill’. Consistirá en varias piezas de ballet cortas -dos de Marius Petipa- pertenecientes a distintas épocas, que supone un reto para los jóvenes bailarines. “Están haciendo cosas que no habían hecho antes y en las que son buenos. La obra la diseñamos mirando el talento que teníamos este año”, comenta Chernov mientras un bailarín transmite con sus pasos y gestos una pena terrible por haber perdido a su amada en manos de otro hombre más rico que él.

Gelsey Kirkland reconoce que sabe ver a una bailarina de un primer vistazo

El director artístico, pendiente de la actuación, declara: “Una vez alguien me dijo cuando estaba entrenando: «Si no tienes nada que decir, bájate del escenario». También Stanivlasky, el famoso director ruso dijo que debemos amar el arte en nosotros, no a nosotros mismos en el arte. Por eso hay que tener algo importante que decir para subirse al escenario, sino es puro entretenimiento”. En esta línea, acalara que el objetivo más profundo de la academia es “recuperar el esencial y poderoso story-ballet”.

Sin embargo, los tiempos cambian y hay aspectos que no se pueden recuperar. Entre otras cosas, Chernov lamenta que desde la época dorada de su querida bailarina haya cambiado lo que es importante para la gente. Recuerda con nostalgia como antes la cola para comprar las entradas para el ballet daba dos vueltas al Lincoln Center: “Ahora la audiencia es diferente, hay una atmósfera distinta y gustos diferentes. Sobre todo los gustos han cambiado enormemente. De hecho, en América no escucharás mucho la palabra ‘gusto’’ porque no hay algo que se considere como mal gusto”.

Un bailarín interpreta ‘El Cascanueces’

En los años en que Kirkland daba vueltas sobre sus pies con una perfección inigualable, “las críticas eran duras, con puntos de vista muy fuertes”, asegura su marido. Ahora las críticas tienen que ser políticamente correctas. No hay ningún periódico importante en América que publique críticas de verdad”, recalca Chernov al pensar en las diferencias entre ambos momentos del ballet.

El mito del ballet americano lleva un rato callada, como transportándose a aquellos buenos tiempos a través de los recuerdos. “Yo diría que todo funciona mecánicamente mucho más que antes, la técnica ha disminuido. No sé si yo encontraría un trabajo ahora, hay que tener cierta imagen física para entrar en la mayoría de compañías. Todos tienen que ser tan atléticos como se espera y así hay otros talentos que se ignoran, aporta con su voz tranquila.

Bailarines de la escuela de Kirkland

Desde el otro lado del sillón, su compañero de vida y trabajo aclara: El ballet se ha ido convirtiendo ligeramente más en un deporte que en un arte. Siempre ha sido una combinación de ambos, pero ahora la balanza está más inclinada hacia la competición. Todo gira entorno a la competitividad y eso ciertamente no es un ambiente artístico”.

Conservar el estilo y la atmósfera de enseñanza en la que ambos creen es el reto más grande que tienen ahora entre manos. En el caso de la Kirkland, pasar de ser la bailarina a tener que enseñar el arte fue un proceso largo: “Cuando estás realizando los pasos, estás tan metida en la interpretación que no te paras a pensar en lo que haces. Hay que entender lo que sabes hacer para poder enseñarlo”. Por eso explica que aprender tiene dos aspectos: el mimético, vemos y luego imitamos; y el intelectual, entendemos y podemos mejorarlo.

Gelsey Kirkland ahora busca telentos para la danza

Pequeña, reservada y delicada, la misma Gelsey Kirkland que bailaba de forma única en los escenarios más solicitados del país, ahora mira bailar a otros. Recorre silenciosa cada estancia de su academia para comprobar cómo se va desarrollando el trabajo. Aunque parezca imposible, afirma estar más orgullosa de enseñar ballet que de haber hecho las más grandes interpretaciones. Después de llegar a lo más alto, Gelsey Kirkland ha empezado de cero como profesora: “Realmente tienes que volver a  redescubrir todo, pero es felicidad verdadera”.

Almudena Calvo Domper

Periodista en La Gran Manzana. Escribo la vida para vivirla mejor. Mis escuelas en la profesión: Europa Press y El Mundo.

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