Actor, humorista, cantante y dibujante. Carlos Areces abarca mucho y aprieta más. Es un imprescindible en el difícil arte de la comedia y un buen conversador, que siempre te hace pensar. “¿Cuántos meses de prisión debemos incluir para la gente que consulta el móvil en el cine?”, me pregunta. Unos cuantos, se me antoja responder. Pero mientras no sea una opción, apaguen sus teléfonos antes de entrar a verle en “El club del paro”… ¡por si acaso!
The Luxonomist: ¿Qué te da la interpretación que no encuentras en otra actividad de la vida?
Carlos Areces: Me permite ganar dinero y aumentar mis posibilidades de apareamiento mientras tengo una excusa para seguir jugando de adulto. Todos estamos aquí por lo mismo.
TL: “El club del paro” ¿No te da escalofríos hasta el título?
Carlos Areces: Una vez que has hecho Campamento Flipy, ningún título te asusta.
TL: ¿Se puede llegar a empatizar con Fernando?
Carlos Areces: Mi obligación es hacerlo, al menos en parte: tengo que entenderle para llegar a hacerlo creíble. ¡Si he podido empatizar con Franco, no voy a hacerlo con Fernando!
TL: ¿Cómo se gestiona formar parte de una profesión en la que “el paro” acecha sin parar?
Carlos Areces: Acudiendo masivamente a estrenos y festivales para decirles a todos los directores con los que te cruzas lo mucho que te gusta su trabajo, claro.
TL: Aún con la incertidumbre que genera el trabajo de actor. ¿Te imaginas haciendo otra cosa?
CA: Si no pudiera ser actor sería crítico de cine, para volcar toda mi frustración en los demás. No como los de ahora.
TL: ¿Lo mejor que se te da hacer?
CA: Sé ser inflexible e impaciente con asombrosa facilidad.
TL: ¿Quién ha marcado realmente tu vida?
CA: Francisco Ibáñez, Angela Lansbury y Mayra Gómez Kemp. Bueno, y un poco mi madre.
TL: ¿Qué te pone de buen humor?
CA: Cada nuevo estreno de Tarantino. Encontrar ese tebeo de posguerra que me falta para terminar una colección. Hacer playbacks de canciones de Elvis a todo volumen en el coche de algún amigo. Un masaje de pies. El vídeo de «Pero, usted, ¿quién es?» de El diario de Patricia.
TL: Esa canción con la que, cuando la escuchas, se te mueven los pies sin remisión.
CA: Hoy y ahora (en un minuto será otra) diré que Around my dream, de Silver Pozzoli, tema imprescindible de los 80. Tiene cuatro intros seguidas y las cuatro son míticas.
TL: ¿En qué eras brillante en el colegio?
CA: En hacer caricaturas de los profesores. También me aburría bastante bien.
TL: Esa obra de arte que te gustaría tener expuesta en casa.
CA: Una de las primeras páginas de Valor y… ¡al toro!, la cuarta aventura larga de Mortadelo y Filemón. En una capa inferior de cada una de estas hojas todavía existen los trazos de los personajes inéditos con los que Ibáñez comenzó la historieta. Esa arqueología gráfica me fascina.
TL: ¿Un talento que se te resiste por mucho que lo intentes?
CA: Fingir interés en las conversaciones sobre comida. Dónde se sirve el mejor chuletón; si el solomillo hay que comerlo crudo o hecho; de qué manera se prepara el auténtico cocido madrileño… En esos momentos lamento no tener párpados que cerrar a voluntad en los oídos. Son especialmente plastas los valencianos con lo del limón en la paella. ¡Dejadme que la coma como quiera! Ante estos integristas, me dan ganas de pedir kétchup.
TL: ¿Eres de una mentira piadosa a tiempo?
CA: Sí pero, más que por no hacer daño a los demás, por evitarme problemas con la cruda verdad.
TL: ¿Cuál es la compañía perfecta para irte de fiesta?
CA: Ernesto Sevilla, Hugo Silva y Álex de la Iglesia: son divertidos, saben adónde ir y a menudo costean ellos lo que consumo.
TL: ¿Esa palabra que nunca regateas y más usas?
CA: ¡Ahora!.
TL: ¿Qué ves cuando te miras al espejo?
CA: A un tipo atractivo y hercúleo, encerrado en el cuerpo gelatinoso de un calvo sedentario. Mi verdadero yo está atrapado en una prisión de tejido adiposo.
TL: ¿Ese bien que más valoras?
CA: Mi colección de muñecos articulados de Vacaciones en el mar. Cuando descubrí que existían, supe que los necesitaba para vivir.
TL: ¿Qué llevas siempre en los bolsillos?
CA: Dinero, la cartera y un par de pilas de botón que nunca me acuerdo de tirar en el contenedor adecuado.
TL: ¿La enseñanza que nos deja vivir en pareja?
CA: Espero que no sea algo vital, porque vivo solo.
TL: ¿Tu mayor decepción?
CA: La final de Supervivientes 2021. Estaba a tope con Gianmarco”.
TL: ¿A quién sigues con interés en las redes sociales?
CA: A nadie, no tengo. Yo soy vintage, prefiero seguir a la gente en la vida real, como los psicópatas.
TL: ¿Hay alguna situación en la vida en la que, por algo, te pones pesado?
CA: No, nunca: soy un ser etéreo, celestial, alejado de las pasiones humanas. Trasciendo.
TL: Una película en la que te gustaría quedarte a vivir.
CA: En Instinto Básico. Vale, hay unos asesinatos y tal, pero joder, qué casa en la playa.
TL: Esa experiencia gastronómica inolvidable.
CA: El catering de uno de mis últimos rodajes. Tardaré en olvidarlo, pero lo intentaré con todas mis fuerzas.
TL: La pregunta que no te he hecho y te habría gustado responder.
CA: Carlos, en la revisión del código penal, ¿cuántos meses de prisión debemos incluir para la gente que consulta el móvil en el cine?.
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