#CloseTo El Mago Pop: “Hay que ser un friki para dedicarse a la magia”
Prefiere que le llamen por su nombre de pila, Antonio, y jamás hace un juego de magia fuera del escenario. Así es de cerca 'El Mago Pop'.
Es el artífice de que nada sea imposible. Al menos eso es lo que nos hace creer y lo escenifica ante su público en cada actuación. ‘El Mago Pop‘, que prefiere que le llamen por su nombre de pila, Antonio Díaz, es un auténtico genio, la estrella de la magia, un manipulador de la mente. Desde DMAX llegó al gran público y, lo que en televisión nos llevó a pensar que todo era un truco, en el escenario te das cuenta de que es toda una maravillosa locura. Verle es todo un viaje por lo extraordinario que asombra, divierte, sorprende, emociona y te carga de sensibilidad…
The Luxonomist: ¿Realmente nada es imposible?
Antonio Díaz: Yo lo pienso de verdad porque, al margen de mago, soy también optimista. Tengo la combinación perfecta. Creo que casi todo es posible.
TL: Yo tengo una máxima muy presente siempre: “Lo difícil se consigue, lo imposible se intenta” y me la acabas de destrozar…
AD: (risas) Es cierto que hay cosas que son imposibles, como saber poner el pendrive en el ordenador a la primera (risas). Hay cosas que parecen muy difíciles pero te aseguro que casi todo es posible.
TL: Estudiaste Arte Dramático. No sé si nos hemos perdido un buen actor…
AD: ¡Qué va! Soy desastroso, te lo prometo. Lo estudié para tener más herramientas en la puesta en escena de mi personaje, del mago que soy y que he trabajado toda mi vida, pero en realidad hice teatro sabiendo que iba a ser mago.
TL: Y… ¿cuando dices en casa que quieres dedicarte a ser artista?
AD: Ese momento Concha Velasco no lo tuve (risas). Lo mío fue tan progresivo que mis padres desde muy pronto se dieron cuenta de que el niño había salido raro (risas), se fueron acostumbrando y se mentalizaron desde el principio.
TL: ¿En algún momento has pensado que no habías acertado con el camino elegido?
AD: La verdad es que no. Me encanta mi oficio y ¡ojalá! me dure muchos años.
TL: ¿En qué espejo se mira un mago?
AD: A mí me gusta mirarme en las grandes compañías, no solo de magia sino también de teatro o de circo, que han dejado un gran legado, que han tenido una carrera larga, que han estado en los escenarios más importantes. Me gusta pensar que eso es posible, que se pueden hacer espectáculos de gran formato y poder llevarlos por todo el mundo.
TL: ¿Recuerdas tu primer juego de magia?
AD: Desde luego. El primero fue el típico de hacer desaparecer una moneda. Lo ensayaba mucho y nunca me salía. Recuerdo, cuando me salió por primera vez, la cara de mi madre sorprendida. Se quedó flipada, como pensando “eres muy pequeño para hacer cosas tan raras” (risas).
TL: ¿Por qué se te ocurre ser mago?
AD: Hay que ser un friki para dedicarse a esto. Recuerdo que, cuando de pequeño un mago me hizo un juego, la sensación que tuve al mirarle, después de hacerme eso que era imposible, es la que yo quería provocar en los demás. Conocer el mundo de los secretos siempre me ha parecido apasionante. Trabajar en algo que intuyes irrealizable desde el principio, que luego se convierte en difícil y que, al final, logras hacer ¡es un proceso fascinante!.
TL: ¿Alguna vez te ha apetecido hacer desaparecer a alguien?
AD: Sí, pero en la calle disimulo. Imagino que es una idea que, de una u otra forma, todos tenemos en algún momento, pero no uso mis poderes fuera del escenario.
TL: Vamos a imaginar. Estás en el metro, vas a pagar el ticket y no tienes suficiente… ¿sacas la moneda del bolsillo de quien tienes a tu lado?
AD: Ahora no, pero te tengo que confesar que, en la adolescencia, cuando tenía algún problema con el cambio en el autobús, utilizaba alguna artimaña. Todos hemos tenido una infancia y una adolescencia. Y la mía tenía esas cosas (risas).
TL: ¿Cómo te veían tus amigos?
AD: La magia era mi secreto, mis amigos no lo sabían. Siempre se me ha dado muy bien guardar secretos y yo no decía que era mago porque siempre he odiado eso de “venga, hazme un truco”. Para no tener que pasar por eso, a nadie le decía que tenía una habilidad. Mi formación mágica se forjó en la soledad de mi habitación, ensayando solo. Únicamente lo sabían mis familiares y algún amigo muy muy cercano, pero mi entorno no se enteró hasta que me vieron en un escenario.
TL: En esos ratos de soledad a escondidas, ¿tenías la sensación de estar perdiéndote algo con respecto a tus amigos?
AD: En gran medida igual sí, pero estoy convencido de que me lo pasaba tan bien como ellos en mi mundo de soledad. También te digo que sacaba tiempo para tener vida social, pero sí es verdad que muchos planes los rechazaba a cambio de estar en la habitación ensayando una nueva técnica.
TL: ¿Te sentiste un niño raro?
AD: ¡Total! Yo era un niño muy raro, pero tenía una gran habilidad para disimularlo. Desde muy pequeño tuve una relación muy especial con los objetos: aprender a tocar la guitarra, hacer manualidades, los juegos de magia… Lo que ocurre es que escondía mis rarezas, a nivel social, porque tenía mucha habilidad para hacerlo y pasar desapercibido.
TL: ¿Qué truco se te resiste?
AD: Muchísimos. Hay juegos que, desde hace años, quiero hacer y se me resisten. Mi gran sueño, que también se me resistió durante mucho tiempo, era volar y, en este nuevo espectáculo, lo he conseguido.
TL: En modo David Copperfield…
AD: Es en homenaje a él. Es mi ídolo, un absoluto genio. Yo creo que soy mago porque existe David Copperfield. Es la persona que más ha hecho por la magia en el mundo. Le admiro no solo porque es un mago extraordinario, sino porque ha hecho que la magia mole.
TL: Yo creo que la ha convertido en arte…
AD: Totalmente. Ha conseguido que la magia deje de ser un pasatiempo de bar para convertirse en un gran show.
TL: ¿Alguna vez alguien te ha dicho ¡te he descubierto el truco!?
AD: Mucha gente en mi adolescencia, lo recuerdo perfectamente. Ahora cada vez menos, porque creo que incluso el que piensa que lo ha descubierto, no me dice nada. Es posible que alguien pueda descubrir un juego de magia por el ángulo en el que esté sentado, porque has tenido un mal día y algo ha fallado. Es interesante que eso ocurra porque la magia no es solo un reto intelectual.
TL: ¿En alguna ocasión te has enfadado por no descubrir el truco de otro?
AD: (risas) No, la verdad es que lo disfruto mucho. Cuando veo algún compañero haciendo un juego que durante unos instantes no entiendo y me fascina o asombra, lo disfruto como el primero porque, al final, ese sentimiento es el que hizo que yo sea lo que soy. El asombro es una de las sensaciones más bonitas que puedes experimentar.
TL: ¿Sigues conservando eso que sentías de niño?
AD: Quedan muchas cosas de ese chiquillo en mí. Me reconozco todavía en ese pequeño soñador, muy inocente en muchas cosas. Tengo la sensación de que durante todos estos años he hecho lo que me gusta y conocido a gente espectacular, que nunca imaginé. Si le chocara la mano al niño, que guardaba su secreto en la habitación, le diría ¡lo hemos conseguido! Ni en el mejor de mis sueños imaginé todo lo que me ha pasado.
TL: ¿Qué crees que te hace distinto para haber logrado todo eso?
AD: Yo creo que nada. Cuando me preguntan cuál es mi mayor cualidad, siempre les digo que soy muy pesado y perseverante. Siempre estoy pensando en magia.
TL: ¿Nunca desconectas?
AD: Me cuesta muchísimo, te soy sincero. Me flipa escuchar música pero, cuando lo hago, estoy pensando a qué juego de magia le iría bien. Y me pasa lo mismo con una película y una imagen. Me cuesta desconectar, pero no me quejo porque lo disfruto.
TL: ¿Y no sabes que hay una vida que te estás perdiendo más allá del escenario?
AD: No tengo esa sensación porque disfruto con lo que hago. Me gusta el cine, la música, viajar, conocer gente de otras culturas. Lo que sí está presente siempre es el mago que no deja de coger información de todo.
TL: Supongo que cuando vas a las reuniones de amigos, estarán esperando que les hagas un juego de magia…
AD: Sí, pero eso sí que lo sé solucionar muy bien. Nunca hago magia fuera del escenario. Es como si a un cantante le pides que te cante en la calle cuando le encuentras. Yo tengo un amigo que es escultor y siempre me dice “hazme un truco”, a lo que yo le contesto “hazme un busto” (risas).
TL: ¿Tu equipo, el que te acompaña desde hace tiempo, se conoce todos los secretos?
AD: Cada uno conoce lo que necesito que conozca para que el espectáculo funcione. Cultivo el misterio al máximo, casi nadie sabe todo. Todos tienen un contrato de confidencialidad y también un gran compromiso porque la gente que trabaja en esto sabe que vivimos gracias al secreto. Eso lo cuidamos mucho. A mí me gusta, incluso, que el equipo se sorprenda y que, cuando hago algo nuevo en el espectáculo, todos se miren y se pregunten cómo lo hago. Eso es muy sano y hace que el equipo esté alerta.
TL: Entiendo que jamás me contarías un truco…
AD: Muy difícil que lo haga, tendría que ser una situación límite.
TL: O sea, que te dejarías cortar la mano antes…
AD: (risas) Esa sería una situación límite.
TL: Miremos un rato atrás de nuevo. ¿Te recuerdas un niño feliz?
AD: Absolutamente. Tuve una infancia muy feliz, en mi mundo, como te decía antes. Nací en un municipio de Cataluña que tiene unas particularidades específicas porque es un lugar de inmigrantes, donde hay mucha vida de calle, mucha relación social callejera. Hay muchas cosas de mi personalidad que son el resultado de mi infancia. Soy el pequeño de cuatro hermanos, yo el bohemio, en el seno de una familia muy feliz.
TL: Me dices que te gusta mucho el cine…
AD: Esa pasión se gestó de niño porque a mi madre le encantaba el cine. Veíamos mucho en casa y recuerdo las reuniones familiares de los sábados por la noche con una película. Nos cogíamos nuestras palomitas y, al terminar la película, la comentábamos. Hacíamos como un forum con mis padres y es algo que me gusta hacer aún hoy. Recuerdo una película que me marcó mucho y que no era para niños: ‘Tomates verdes fritos’.
TL: ¿Cuáles se han ido sumando a lo largo de los años?
AD: Hay muchas que me fascinan. Soy muy fan de Christopher Nolan, quizás mi director favorito. Me encanta ‘Interstellar’, ‘Big fish’ de Tim Burton, ‘La vida es bella’ o ‘Forrest Gump’, que la he debido ver unas treinta veces y me sigue encantando. Me gusta el cine con mensaje positivo.
TL: ¿Qué le ilusiona a una persona que se dedica a ilusionar a los demás?
AD: La felicidad me ilusiona un montón, tanto la mía como la de mi entorno. Sé que puede parecer muy naif pero ¡cómo molaría que todos fuéramos más felices! Intento ser siempre positivo en mi vida y procuro, a veces, separarme de mí mismo y ver las cosas desde fuera. Soy un poco ‘carpe diem’, pero no de quemarlo todo hoy y no pensar en mañana. Busco el equilibrio, pero sí pienso mucho en el aquí y el ahora. Hay que disfrutar de esto.
TL: ¿Te imaginas haciendo otra cosa?
AD: Si algún día dejo los escenarios, que es algo que llegará, me imagino mucho detrás, en la producción teatral o en el cine, donde me encantaría estar en la creación de una película, que es algo que me fascinaría hacer.
TL: ¿Qué es lo más delirante que te ha pasado en un escenario?
AD: Un juego muy visual en el que hacía subir a dos espectadores. Uno de ellos se quedó muy flipado y salió corriendo por el patio de butacas, abrió la puerta y se fue. Debió asustarse y es algo que nunca pensé que me llegaría a pasar. Durante dos minutos no pude hacer nada porque la gente no paraba de reírse.
TL: Alguna vez has pensado: ¿Quién me mandaría a mí probar con este truco que no hay manera de que me salga?
AD: Sí, muchas veces. El error en la magia es muy complicado. Tú puedes hacer un espectáculo de diez pero, como te descubran un juego, se van a acordar toda la vida de ese fallo, del día que se dieron cuenta de la trampa. A veces suceden cosas y, cuando ha ocurrido, me ha resultado muy difícil de gestionar. Aunque me dé cuenta yo solo, lo sufro.
TL: ¿Qué queda de ‘Mister snow’, tu primer espectáculo en ‘Nada es imposible’?
AD: Queda la búsqueda del estilo. ‘Mister snow’ era más indie, transgresor, que apostaba más por la emoción y la historia, menos por el impacto mágico, que es mucho mayor en ‘Nada es imposible’.
TL: ¿Estás a gusto con la persona en la que te has convertido?
AD: Estoy contento. Con las fichas que tenía al principio ¡no ha salido mal la cosa! No tengo mucho que reprocharme porque casi siempre he hecho lo que he sentido y lo que creía que tenía que hacer. No tengo muchos ¿qué hubiera pasado si..? en mi vida, así que me siento privilegiado.
*Localización: Hotel Emperador (exposición Misterpiro). *Próxima semana: Manu Tenorio.