Fue el mayor exponente de nuestro tenis en los años 80, logrando ser el número 1 del mundo en dobles. Su palmarés es extenso y exitoso, pero Emilio Sánchez Vicario tiene su vida orientada, desde hace unos cuantos años, a la docencia y el disfrute de la familia.
Fundador de la Emilio Sánchez Academy, su día a día transcurre entre jóvenes que aspiran a llegar lejos en el tenis. A ellos les transmite su experiencia como deportista y, sobre todo, como persona. Con ellos sigue escribiendo esos capítulos del libro de su vida, que no consiente que nadie haga por él…
The Luxonomist: ¿Cómo es la vida más allá de la pista como profesional?
Emilio Sánchez Vicario: Pues echo de menos el trabajo duro de estar en forma y depender de mí mismo al saltar a la pista. Pero, al seguir de cerca con el tenis por mis academias-colegio, cada día estoy 3-4 horas compartiendo y enseñando a futuros talentos y quitándome el gusanillo de cómo aprovechar un deporte para tener un propósito. El resto del día trato de ayudar en tomar decisiones en mis colegios o fundación. Hago algo de deporte y, lo más importante, paso ratos junto a mis críos y pareja. Dos están ya en la universidad y me doy cuenta de lo rápido que va todo.
TL: ¿Has descubierto un Emilio que desconocías?
Emilio Sánchez Vicario: Siempre he querido conocerme, crecer, aprender y sobre todo ser yo mismo en cualquier partido de la vida. Estoy muy agradecido al tenis por haberme enseñado a conocerme, a luchar por un propósito. Me mueven las cosas más importantes de mi vida y a ello me ayuda luchar por lo importante, igual que cuando competía.
TL: ¿A qué te suena ahora esa vida?
Emilio Sánchez Vicario: La vida del tenista es una filosofía de vida. A mí me ha servido para poder dar mi mejor versión en los momentos más duros. El tenista pierde la mitad de los puntos en un partido, pero debe quedarse jugando y sufriendo para más tarde ganar ese partido en unos pocos puntos. En la vida real muy poca gente acepta perder puntos para luego ganar, así que los que estamos acostumbrados partimos con ventaja.
TL: ¿Has conseguido ser más feliz de lo que habías imaginado alejado de los torneos?
Emilio Sánchez Vicario: La felicidad es una palabra mágica. Cuando haces las cosas con pasión, eres feliz. En las pistas yo era feliz porque amaba competir. Pero con mi familia amo estar con ellos, y soy muy feliz. En mi trabajo amo dejar un legado, también soy feliz trabajando. Con mi cuerpo amo cuidarme y también soy feliz. Con mis amigos amo compartir y soy feliz, pero quizás aquí debo dedicarles más tiempo. La palabra MÁS feliz es muy grande, no creo que sea más, con ser feliz en la mayor parte de las cosas, sin rankings, ya estoy contento. No me gusta mirar atrás, al pasado o lo que ha pasado. Tampoco me gusta mirar mucho al futuro, ser feliz es ponerle pasión al momento, a lo que te importa en el momento.
TL: Volvamos la vista atrás. ¿Un olor de la infancia?
Emilio Sánchez Vicario: Odio el olor de los Ducados, lo que fumaba mi padre. Gracias a ese olor nunca he fumado en mi vida.
TL: ¿Hay un pensamiento recurrente al despertarte cada mañana?
Emilio Sánchez Vicario: Hacer cosas que hagan la diferencia en las personas, los alumnos, mi familia, dejar huella, pero sobre todo dar mi mejor versión en cualquier cosa que haga. No me vale hace las cosas a medias. Ahora estoy al 100% contestando tu entrevista.
TL: ¿De qué te aburre hablar?
ESV: De temas superficiales, últimamente de lo irreal que es el mundo social media y que a la gente le afecte ser parte de la irrealidad de la vida de los demás. Tratando con jóvenes todo el tiempo me doy cuenta del efecto demoníaco que tienen los smartphones y la social media en sus vidas. Sé que hay que aprender a vivir con la era digital, pero no meterse de tal manera en ello que no te deje vivir, porque hay mucho ficticio en ellas.
TL: ¿Si escribieran el libro de tu vida te gustaría saber el final?
ESV: El libro de mi vida no lo escriben otros, mi vida es mía y espero escribir yo el final, aunque prefiero no saberlo. Las biografías o autobiografías no me gustan, porque para que tengan interés deben contar cosas fuera de lo normal. Mi vida no sería del interés del gran público por ser normal. Espero que no lleguemos nunca al punto de que otros escriban el libro de nadie. Ese es el rumbo que están intentando que aceptemos y debemos luchar por tener la libertad de elegir, de decidir qué historia queremos vivir. El mundo digital, la inteligencia artificial y el metaverso pueden llegar a tener ese poder y no debemos aceptarlo.
TL: ¿El niño que fuiste se reconocería en el hombre en el que te has convertido?
ESV: Por supuesto. Crecemos, pero el niño siempre lo llevamos dentro. Yo muchas veces me creo que aún con muchos años sigo soñando como el crío que soy y, cuando comparto momentos con mi hijo de 9, soy como él. Y me encanta. El niño ha sido parte al decidir en quién me he convertido.
TL: ¿La felicidad perfecta?
ESV: Esos momentos con la gente que quieres que ni se pueden explicar, solo se sienten.
TL: ¿Se puede ser imparcial cuando los sentimientos entran en juego?
ESV: Se puede, pero es un ejercicio de humildad muy difícil de asumir. Nos autoengañamos socialmente, imagínate cuando los sentimientos hacen parte. El engaño suele ser parcial en la mayor parte de ocasiones.
TL: ¿La forma más elegante de decir adiós?
ESV: Mirando a los ojos y agradeciendo. Somos quienes somos gracias a la gente que participan en nuestra vida. No porque tomen o tomes otros caminos quitamos el legado o marca que te han dejado. Reconocerlo es elegancia en estado puro. Pero desafortunadamente se olvida todo muy rápido, incluso los caminos que te separan. La mayor parte de veces en las despedidas solo queda la transacción.
TL: ¿En qué situación has dicho “chapeau”, me quito el sombrero?
ESV: Cuando alguien inspira sin pedir nada a cambio. Con mi Fundación, en la que hacemos programas de discapacidad, la mayor parte de personas que trabajan para otros son como ángeles. Me quito el sombrero por cómo son y la energía que dan a los que lo necesitan, disfrutando el dar.
TL: ¿Qué te gusta hacer a tu manera?
ESV: Casi todo, aunque la clave a veces esta en ceder e ir alternando el «a mi manera». Debe ser un equilibrio, ceder los dos, si solo lo hace uno, todo se rompe.
TL: ¿Qué ha sido lo que realmente ha marcado tu vida?
ESV: El fuego interior para luchar por mi propósito en lo que he considerado importante en cada momento.
TL: ¿Qué pone en tu estado de WhatsApp?
ESV: ES7, el siete es en honor a Casper, mi alumno, hijo de una pareja que los cuento entre mis mejores amigos. El pobre nos dejó a los 16 años de un cáncer. Lo llevo siempre conmigo y, en esa enfermedad, no sabes todo lo que me enseñó.
TL: ¿A quién meterías en una máquina del tiempo?
ESV: A mucha gente, algunos los mandaría al futuro lejano para que dejasen de molestar. A veces me gustaría viajar atrás y poder cambiar cosas. De cualquier manera, utilizaría la máquina para cambiar injusticias, quitar guerras de la historia y traer de vuelta gente como Pavarotti, Elvis, Whitney, Edith Piaff, y poder oírlos en vivo; también a familiares como mi padre, mi suegro o Casper. Todos eran pilares en nuestras vidas y se les echa mucho de menos.
TL: ¿Qué locura has hecho para conocer a uno de tus iconos?
ESV: No soy nada de iconos, aunque he tenido oportunidad de acercarme a algunos. La realidad es que, si es un icono, mejor no acercarse mucho, porque si lo haces esa magia se perdería y dejaría de ser. Todos somos humanos con virtudes y defectos, mejor en la distancia para admirar el talento.
TL: ¿A qué eres inmune?
ESV: A los envidiosos, a los negativos, a los detractores, a los falsos. Hace tiempo me puse las vacunas de no perder el tiempo con ellos y me volví inmune.
TL: ¿El insulto hace callo?
ESV: No insulto, pero sí me han insultado bastante, y sí que hace callo o coraza. Las faltas de respeto continuas, si las aceptas, se vuelven parte de cómo eres hacia afuera. Si hacia adentro no te afectan, el callo es solo exterior. El problema viene cuando aceptas y cambias para complacer, ahí pierdes tu identidad.
TL: ¿Marca España es…?
ESV: La marca España para mí es signo de entrega, de pasión, de personas, de gente humilde, de alegría, de sabores, de diversidad, de disfrutar. Aunque la verdad es que no tenemos himno, muchos no sienten la bandera, y eso que todos venimos de esta tierra. Estuvimos dominados 800 años por gente que nos dejó una huella profunda en nuestro carácter, independientemente de colores y banderas. Hoy vivimos una crisis de identidad profunda como país en la que millones de nuestros habitantes no sienten esa marca como suya. Aunque a nivel de prioridades, de tipo de vida y de carácter, nos parecemos mucho más de lo que mostramos. Somos todos interiormente más parte de esa marca España, aunque hacia fuera tengamos bandera o marcas diferentes. Llevo muchos años viviendo en el extranjero, y ahí me he dado cuenta de lo parecidos que somos independientemente de cómo pensemos, la bandera que nos guste. Somos de una tierra fantástica, con gente de hábitos, con carácter de primera, y somos admirados mundialmente por esa esencia y esa forma de vivir. Esa para mí es la marca España, su gente, cultura y cómo vivimos.
TL: ¿La suerte es más definitoria que el talento?
ESV: No, el trabajo duro con talento es lo que hace la diferencia. La famosa frase, «el trabajo duro gana al talento cuando el talento no trabaja duro» es real y la suerte no hace parte de la ecuación. La suerte es parte del proceso y los que se dedican más, suelen tener más suerte.
TL: ¿El dolor más intenso?
ESV: El desprecio, el abandono, el tener que hacer algo sin querer, el querer y no te quieran, el perder un hijo debe ser un dolor continuo en el pecho difícil de llevar.
TL: ¿Ser elegante es…?
ESV: Tener esa capacidad de inspirar independientemente de lo que llevas puesto. La elegancia es una filosofía, es parte del carácter. Una mirada, un gesto, una frase, el mover un pañuelo, ajustar el pelo… La elegancia está en los pequeños detalles.
TL: ¿Qué te hace perder la templanza?
ESV: Trato de no perderla nunca, pero tanto algunas emociones o pensamientos en según qué situaciones nos hacen perder los papeles, o la templanza. Si la entrenas como cuando jugamos en competición, el autocontrol te ayuda a perderla mucho menos. En ese momento de ira, la conversación con nosotros mismos, el cómo nos hablamos en nuestra propia cabeza es lo que nos hace perderla. Si fuésemos capaces de salirnos de nuestro cuerpo o cabeza y ver la conversación entre los dos yos, el que quiere estar tranquilo y el que te hace perder la templanza, veríamos que el segundo suele ganar más a menudo. En tenis ese momento de mezcla de emociones rabia, ira, miedo, frustración es el que no te deja jugar el siguiente punto tranquilo, positivo, motivado. Y esto se entrena como ha demostrado Rafa Nadal tantas veces. Mejora la conversación contigo mismo y serás mucho más templado en momentos difíciles.
TL: ¿Con quién compartirías la cena de tus sueños?
ESV: Sueño cada vez menos, pero la cena de mis sueños es compartir un rato con alguien que admiras, escuchas y si, además, hay amor ¡no se cambia por nada! Por suerte, sigo cenando con mi media naranja que me hace soñar.
TL: ¿Esa crítica que, por ser verdad, más te ha dolido?
ESV: Ser egoísta de raíz. El deporte individual potencia esa emoción, he trabajado mucho en tratar de mejorarla, pero cuando me lo dijeron me dolió en las entrañas. Cuando mis hijos me hacen una crítica de mi carácter también me duele. Quizás más por lo importantes que son y porque me cuesta más que me vean vulnerable.
TL: ¿La pregunta que no te he hecho y te habría gustado?
ESV: Pues la verdad que me he entretenido bastante con alguna de tus preguntas, sigues intentando sacar lo mejor del entrevistado con tu mejor versión y esa forma de preguntar.
Si yo hubiese sido tú, me hubiese preguntado: ¿Por qué te fuiste al extranjero? Y yo te hubiese respondido: Para alejarme de mi icono España que me estaba asfixiando y poder verla desde la distancia para valorarla y quererla. Porque como al icono al que admiro, si lo conozco y me acerco, veo la realidad y pierdo la ilusión. Desde lejos, mi amor por mi país está vivo. Cuando vengo no me gusta nada adónde va.
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