ENTREVISTAS

#CloseTo Alain Hernández: «Pedir perdón es un síntoma de fortaleza»

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Me gusta de él su vulnerabilidad y la natural facilidad que desarrolla para transmitir a los demás esa emoción que, a veces, se apodera de su sensibilidad y le empaña la mirada. Admiro su valentía para lanzarse, sin red, a la aventura de la vida en lugar de acomodarse a una existencia resuelta. Estudió Marketing y Relaciones Públicas pero el destino, que en ocasiones hace bien las cosas, le tenía preparada una sorpresa bien merecida. Sin embargo, el camino no ha estado exento de piedras. Estrena ‘Solo’, donde es protagonista absoluto de un historia real de superación, lucha, purga interior y soledad…

The Luxonomist: “Más vale tarde que nunca”, dice el refranero. ¿Ha merecido la pena esperar por este protagonista absoluto?
Alain Hernández: Si te digo la verdad, yo ya me sentí protagonista en ‘Plan de fuga’ o en ‘El rey tuerto’ por ejemplo, aunque nada como este estar ‘solo’ en el 70% de la película. ¡Claro que ha merecido la pena! Ojalá la gente lo valore y funcione bien en taquilla, pero la lástima ha sido no poder tener más tiempo de promoción. Ha sido un esfuerzo de todo el equipo ¡brutal! Esta película tenía un presupuesto determinado y no la he hecho por dinero, eso también te lo digo.

TL: No siempre se hace todo por la cuenta corriente…
AH: No siempre, por supuesto. Y más cuando se trata de algo tan artístico. En este caso, hay momentos de sufrir mucho y muy emocionales. Y ahí es cuando te das cuenta de lo mucho que amamos esta profesión realmente y las ganas que tenemos de contar historias cuanto más complicadas ¡mejor! ¿Se podría haber hecho de otra manera? Sí, pero no habría salido así. Hugo Stuven, el director, siempre me agradece que haya hecho el 85% de las secuencias de riesgo.

TL: Al más puro estilo Tom Cruise, que no quiere dobles…
AH: (risas) Yo he tenido un doble maravilloso, un chico increíble que hizo la escena de la caída por el acantilado y se sumergió a profundidades imposibles para mí. Hubo otras en las que Hugo me las planteó y yo dije ¡pálante!, porque hay planos que tienes que hacer tú. Es la única forma de hacerlos creíbles y que el espectador empatice mucho más con el personaje. Hacer una escena de esas y, tras cortar, ver los pulgares para arriba del director dándome las gracias emocionado, lo compensaba todo. Para mí ya valía la pena ese momento. Sin embargo, tengo que reconocerte que me pasé un poco de intrépido y eso me costó picaduras de medusa y visita urgente al hospital. Me creí DiCaprio en ‘El renacido’ y pagué las consecuencias (risas).

TL: ¿Te has descubierto más valiente de lo que creías?
AH: Siempre he creído que lo era, pero también hay un punto de inconsciencia e insensatez. En ningún momento me han obligado a hacer nada, todo fue por decisión mía y con todas sus consecuencias. A loo que vi complicado y más irrealizable, dije que no, porque si me lesionaba… ¿cómo se seguiría rodando la película? Sabía que la producción tenía un presupuesto muy limitado y que yo tenía los días justos para rodar, así que había que arriesgarse a hacer algunas escenas, pero también no tomar riesgos en otras.

TL: ¿’Solo’ ha sido un regalo o un caramelo envenenado?
AH: Ay, un caramelo envenenado…

TL: Me refiero a que, si no salía bien la aventura, habría sido negativo…
AH: En ese sentido sí. En función de lo que yo diera de mí, el resultado final podría ser otro. Por eso yo me exigía mucho más de lo que en un principio pensaba. Ya me conoces, me auto exijo mucho más de lo que, a lo mejor, se me requiere, pero al final este personaje ha sido un regalo. Y también el poder explorar, llegar a esos límites y decirme que si he sido capaz de hacer todo esto, ya puedo con lo que me echen (risas). Y salí de ese rodaje y me metí de lleno en el de ‘El fotógrafo de Mauthausen’ teniendo que adelgazar como una bestia para mi papel. De junio a diciembre estuve en constante sufrimiento (risas).

TL: Yo entiendo que eso es vocación…
AH: Sin duda. Es amar la profesión, querer implicarte el 300% en todo y hacer las cosas más que bien, intentando alcanzar la excelencia. No entiendo mi trabajo de otra manera. Ya que confían en mí, habiendo otros actores con mis mismas o mayores posibilidades, tengo que devolver esa confianza con creces.

TL: Interpretar a alguien que está vivo, como Álvaro Vizcaíno, ¿es un plus de responsabilidad?
AH: Lo es también de dificultad. Yo la noté, sobre todo un día concreto. Cuando llegué a Fuerteventura me lo presentaron. Empezamos a intimar mucho, me dio clases de surf y me explicó todo con detalle. A medida que pasaban los días, iba notando la responsabilidad de darle vida a su historia. Cuando faltaba como una semana para empezar a rodar, me llevó a una cala donde van muchos surferos que se llama Esquinzo. En lo alto de esa cala, se quedó mirando al horizonte, porque tenía esos momentos reflexivos, y yo me puse a su lado respetando su silencio. Entonces me dijo: Ha llegado el momento que yo quería”. Se quitó los amuletos que llevaba al cuello y me los traspasó a mí. Me dijo que se sentía muy orgulloso de que yo interpretara su historia y a él. 

TL: Al margen de esos amuletos, ¿qué te dio Álvaro y qué se llevó de ti?
AH: Él intentó traspasarme esa energía interior. Es un tipo que tiene una vida interior muy bestia, como que pesa mucho. Yo creo que ya la tenía antes del percance pero, a raíz del accidente, se ha acentuado mucho más en él esa parte mística. De mí se llevó esa parte más terrenal que tengo, más de jugar. Me gusta recibir y dar energías, pero yo soy más tierra. 

TL: ¿Uno tiene que perderse para reencontrarse?
AH: Sí. Yo creo que hay que llegar a unos límites para darte cuenta de que estás perdido. Y eso es lo triste. Por qué esta sociedad nos empuja tanto y no nos deja parar, reflexionar e, incluso, nos hace llegar a un punto en el que nos da pudor y miedo reconocer que estamos haciendo las cosas mal. Le damos valor a cosas que no lo tienen y nos preocupamos demasiado por cosas innecesarias.

TL: ¿Cuántas veces, a lo largo del proceso, te has reconocido en Álvaro?
AH: Cuando más empaticé con él fue en la parte familiar. Esos abrazos intensos y largos que los padres no nos dan, aunque se mueran de ganas de hacerlo. Regalamos abrazos a los amigos y a ellos no…

TL: ¿Tal vez es algo generacional?
AH: Sí, exactamente. Es a lo que iba. Es un problema educacional, es un pudor que nuestros padres han vivido con los suyos. No se han dado nunca esas muestras de afecto, tal vez por orgullo o, simplemente, porque no lo han hecho nunca y les da cierto miedo. Lo notas en ese abrazo que, cuando dura más de dos segundos, parece que tienen ganas de despegarse, que no dure más no vaya a ser que nos emocionemos (risas). No sé por qué pero, con la familia, esos abrazos cuestan. Y, cuando rompes ese bloqueo afectivo, que nos transporta enseguida a esa parte más vulnerable de cuando éramos niños, en la que necesitábamos la protección de mamá o papá, te liberas y, como tú dices, esos abrazos te resetean.

TL: ¿Por qué solo pedimos perdón cuando nos atenaza la culpa?
AH: Un poco por lo que estamos hablando. Depende del ambiente en el que hayas crecido, esa aceptación de la culpa cuesta mucho. El “yo no he sido” lo tenemos siempre preparado para justificarnos. Yo creo que nos cuesta pedir perdón por esa cuestión de orgullo, por no aceptar que hacemos las cosas mal. Pedir perdón no es un síntoma de debilidad, sino de fortaleza. Reconocer la culpa te hace más fuerte. Yo soy duro y valiente cuando tengo que serlo y, cuando tengo que pedir perdón, ahí estoy también. Hacerlo te abre todo un abanico de posibilidades de mostrar tus caras, que te hace mucho más interesante. Muestras los colores de tu personalidad, que es mucho más interesante que ser siempre del mismo color.

TL: Intuyo que ‘Solo’ ha sido una aventura terapéutica…
AH: Sin duda alguna. Lo más difícil ha sido la parte emocional. Yo tenía que extrapolar lo mío de la parte de Álvaro y, por ahí, me costó un poco más. Hubo momentos puntuales duros, como tener que rodar una escena muy intensa emocionalmente en el momento justo por la luz del atardecer. Un día no conseguía meterme en situación, porque no somos máquinas, y eso me agobió. Fue un momento de bloqueo, no se podía forzar la situación así. A mí me tiene que llegar la emoción para llorar en una escena. Le pedí ayuda a Hugo, el director, porque me estaba bloqueando y angustiando cada vez más, me cogió por el hombro, nos fuimos a caminar, hablamos de cosas de los dos… y salió la emoción, la lágrima y la escena. Salvando el momento medusas, este fue para mí el más duro de toda la película.

Alain Hernández y Amalia Enríquez tras la entrevista

TL: ¿Te has sentido, en algún momento, solo?
AH: No, siempre me sentí muy arropado, con un director maravilloso y con un equipo que ha estado conmigo en todo lo que hiciera falta. Lo de solo se queda en el personaje.

TL: ¿Cómo fue el momento en el que la viste proyectada por primera vez?
AH: Me impactó a nivel visual. No me la esperaba tan bonita y con una música que te va llevando a todos los diferentes momentos. Sin embargo, hubo un momento que me marcó especialmente. Llega la noche y él está lavándose la herida en el agua del mar, tapándosela con la arena de la playa para protegerla, se retira a las rocas con la basura que ha ido encontrando, esas pequeñas cosas. Ese montaje de los diferentes momentos de él me emocionó muchísimo. Sobreviviendo él solo por la noche, pasando frío, esas horas que se le debieron hacer eternas. Esa escena y la del hospital al final cuando, con el corazón en la mano, habla con su amigo, me parecieron maravillosas.

TL: ¿Tienes la sensación del trabajo bien hecho?
AH: Sí. Sabes que soy muy exigente y siempre pienso que todo es mejorable, pero hice exactamente lo que se me pidió y estoy orgulloso.

TL: Dicen que los premios puede que no se hagan esperar…
AH: Prefiero no pensar en eso. Me centro en que la película tenga éxito. Lo demás hace tiempo que lo relativizo y, si vienen, serán el reconocimiento a un esfuerzo muy bestia que he hecho, amando la profesión y no por dinero.

TL: ¿Cada día te alegras más de haber elegido este camino y no el de la vida acomodada y segura que tenías?
AH: No cada día, pero sí que hay momentos que me alegro mucho de haber hecho caso a la llamada de la interpretación. Ahora me va bien pero, como te dije en ocasiones anteriores, el día que no me encuentre bien en este camino, tomaré otro y seré feliz también. Estoy convencido de eso e intento seguir aplicando el sentido común a todo.

*Localización: cines Renoir Princesa. 

Amalia Enríquez

De Pontevedra al mundo. Periodista donde me dejan y llaman. CEO and Founder #RedCarpetFilms redcarpetfilms.es Miembro de la AICE, Premios Feroz, Academia de Cine y Academia de TV.

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