Nunca he trabajado con él pero, cada entrevista que le he hecho, ha sido una lección de periodismo y sinceridad. Siempre que le he necesitado, ha respondido sin dudarlo a mi llamada. Es un conversador extraordinario, al que nunca te cansas de escuchar con su hablar pausado y un anecdotario, que ya forma parte de nuestra historia más reciente. Me confiesa que se encuentra feliz porque, después de tantos años de trabajo, está haciendo algo que realmente le apasiona. Sus entrevistas “Cuando ya no esté” son un auténtico regalo…
The Luxonomist: ¿Cómo está este alma viajera?
Iñaki Gabilondo: (risas) Estoy muy bien. Me he pasado los dos últimos años viajando por todo el mundo. Este año va a ser más estable porque voy a moverme mucho, pero por España.
TL: La aventura no siempre está fuera de nuestras fronteras…
IG: Es verdad. En esos dos años que te comento, he viajado por medio mundo, de Asia a América, hablando con los científicos más destacados del planeta para ver cómo es el mundo que viene. Ahora quiero hacer lo mismo con científicos jóvenes españoles. Quiero hacerlo en la misma línea, hacia dónde va este mundo cuando ya no esté yo en él. Nadie sabe cómo va a ser. Se explora, más o menos, cómo puede llegar a ser eso, de ahí mi interés en conocer qué piensan las nuevas generaciones.
TL: ¿Elegiste el nombre de “Cuando ya no esté” porque piensas, a veces, en cuando ya no estés?
IG: Cuando me preguntaron qué me gustaría hacer, dije que lo que más me interesa en estos momentos es saber cómo será el mundo cuando yo no esté. Así lo dije en la conversación y les gustó (risas). Al principio me resistí a que pusieran ese nombre, porque parecía que estaba llamando al morbo. Ciertamente, a estas alturas de la vida, en la que he hecho muchas cosas, lo que más me pica la curiosidad es saber lo que se está cociendo por ahí porque, en el mundo de la astrología, la genética, la astrofísica, la salud o la medicina, se está produciendo un meneo de tal categoría, que me quiero asomar ahí y ver qué se ve al otro lado del horizonte. Es un regalo grande poder hacer eso.
TL: ¿Y estás descubriendo un mundo nuevo?
IG: He comprobado que se está moviendo todo. He confirmado lo que ya sabía y he certificado que, en cualquier ámbito, estamos a cinco minutos de cambios formidables o los estamos viviendo ya y se están incorporando a nuestra vida de una manera natural, sin apenas darnos cuentas. No es que, de la noche a la mañana, todo se transforme. Es algo que sucede de manera paulatina. Nos vamos a ir acercando a una nueva realidad, cambiando como ya estamos cambiando todo. Yo siempre pongo el ejemplo de los códigos de barras, que han cambiado por completo el comercio y no nos acordamos exactamente cuándo se instalaron en nuestra vida. De esa manera se va a ir incorporando todo, como lo ha hecho Internet o las nuevas tecnologías. Se está moviendo todo mucho y me pareció muy interesante poner el foco de interés en todo esto.
TL: ¿No necesitabas un poco de relax? Porque no has parado de trabajar en toda la vida…
IG: ¿Sabes lo que pasa Amalia? Yo he estado toda la vida viviendo como un monje trapense. He estado muchos años, levantándome a una hora realmente inhumana, haciendo seis horas y pico de radio y viviendo, sobre todo, sujetado a una disciplina castrense. En cierto sentido, estaba empachado de esa disciplina tan rígida pero ¿cómo iba a estarlo de ver, oír, oler? Eso es vivir y yo tengo un puto de curiosidad muy extenso, más que muy alto muy extenso. A mí me interesan muchísimas cosas. No soy un enfermo monotemático. Mucha gente se cree que vivo obsesionado con la política, pero mi curiosidad de extiende a la música, los libros, los viajes, la moda, la estética.. Tener esa curiosidad por todo me parece un regalo y me permite circular por territorios muy anchos, sin esa disciplina horaria tan dura.
TL: Durante mucho tiempo viviste al revés, como quien dice…
IG: 25 años levantándome a las 4 de la mañana y, después, haciendo seis horas de un programa de actualidad, atornillado a todo lo que ocurría al instante de una manera brutal, con una intensidad máxima, con una gran responsabilidad y muy feliz.
TL: Siempre has sido muy feliz, la verdad…
IG: Soy muy disfrutón, ya lo sabes.
TL: Esa vida, para la convivencia, no debió de ser fácil…
IG:Yo he tenido mucha suerte en mi vida con varias cosas y, en la más importante, es haber tenido a Lola a mi lado. Es una mujer absolutamente fuera de lo normal, que para mí ha sido como un regalo grande porque es quien ha permitido que esa vida se pudiera sostener, al tiempo que se sostenía nuestra vida de pareja, de familia y de mis dos hijos. Todos hemos hecho mucho esfuerzo, pero no cabe duda que ella ha sido clave en todo esto y hemos salido indemnes de una vida así, que suele cargarse matrimonios como su hubiera pasado ácido sulfúrico por ahí (risas). Nosotros hemos salido muy bien de esa situación y muy felices.
TL: ¿La clave ha estado en amoldarse, conciliar o en renuncias?
IG: En nuestra casa, ha sido mi mujer la que se ha ocupado de mantener el equilibrio, teniendo en cuenta que ella también tenía y tiene su trabajo. La clave está en ser feliz con lo que tienes y, sobre todo, con la persona con la que estás. Hay gente, yo conozco a mucha, que es capaz de desarrollar una vida profesional magnífica, teniendo una vida personal destrozada. Yo no sabría. Si no tengo una vida afectiva estable, no sé cómo sería en el trabajo. Siempre me he llevado bien con mis hijos, con mi mujer, nos hemos entendido siempre bien. Un hogar puede ser un paraíso o un infierno. No me imagino cómo se puede ir a trabajar saliendo de un infierno. Y hay muchísima gente, hombres y mujeres, que salen de sus casas a sus trabajos huyendo de un infierno, o dejando atrás un infierno al que regresan luego.
TL: ¿Por falta de valentía?
IG: O porque no han tenido suerte. Yo he tenido esa suerte porque yo salía de un lugar feliz y regresaba a ese mismo hogar feliz, aunque tuviéramos los lógicos problemas.
TL: ¿Tienes la sensación de que la felicidad ahora sabe distinto?
IG: Sabe distinto todo siempre, no es lo mismo a los 20 que a los 60. Yo he sido siempre muy disfrutón con el tiempo, en el sentido de que todos los días deben de ser saboreados. No he necesitado hacerme muy mayor para darme cuenta. Desde que era muy pequeño he sabido que esto va muy rápido, que el tiempo vuela y que siempre es más tarde de lo que parece. Por tanto, la conciencia de que los días hay que saborearlos, cogerlos y disfrutarlos, la he tenido siempre. A medida que pasa el tiempo tienes conciencia obvia de que esto se acorta, así que hay que disfrutar con más motivo. He sido siempre muy militante en este pensamiento, muy activista. Los días no se pueden dejar pasar sin más porque, cuando van pasando los años, te das cuenta que ya no hay marcha atrás y que la vida se va deprisa. Siempre he sabido que el tiempo es un bien escaso.
TL: Siempre lo dices. Y recuerdo esa frase tuya de que “hay que anotar lo que haces en el día”…
IG: Sí, por lo menos mentalmente. Ser consciente que el día de hoy no va a volver. Cuando te haces mayor ¡los días corren a una velocidad!… Me acuerdo cuando cumplía años cada doce meses (risas), ahora tengo la sensación de que los cumplo cada mes y que me encuentro con un nuevo cumpleaños con una frecuencia que asusta. Tengo muchos años, cada vez más, me mantengo bien… pero el tiempo pasa.
TL: Piensa siempre que lo bueno es cumplirlos…
IG: No tengo ninguna duda, pero hay que ser consciente. Lo importante es lograr vivir el paso del tiempo con lucidez. Aunque he pasado por momentos buenos, malos y regulares, he sido un privilegiado ¡qué duda cabe! Y he vivido siempre con posibilidades de disfrutar del trabajo, de la vida y de la familia. Eso es un privilegio y un honor.
TL: ¿Qué ha sido lo más positivo de tu travesía vital?
IG: Mi vida ha sido muy intensa, muy intensa. He recorrido toda la gama de colores de la vida. He conocido lo más satisfactorio y lo más doloroso, lo más feliz y lo más cruel. De todas esas peripecias vitales aprendes algo. No me olvido que el éxito y el fracaso son dos impostores a los que no debes hacerles caso, pero no puedes evitar hacer caso al drama o a la felicidad, pero también manejándolas con cuidado. Ni perder la cabeza en los peores trances, ni tampoco en los mejores. De cada episodio vital he sacado mis conclusiones. He tenido la suerte de contar con grandes compañeros de excursión. He vivido dos historias redondas de pareja, las dos han sido extraordinarias. Y he tenido la suerte de vivirlas dentro del modelo de vida que yo quería y se asemejaba al que me crié.
TL: Soñamos con eso siempre si hemos tenido una buena base…
IG: Yo he crecido en una familia que creía mucho en la idea de la familia. Mis padres y hermanos son el prototipo de familia unida por el cariño de verdad, por el afecto profundo. Ese elemento a mí me ha acompañado y era el modelo que yo quería construir. No pudo ser así en mi primera relación porque falleció, pero siempre he tenido un suelo muy sostenido, que ha sido mi familia. Y, además, me gusta porque creo en eso. Desde ahí observas las particularidades que la vida te depara o, de repente, te regala un guantazo que te deja K.O. Me enfrento a todo con serenidad, esa es la palabra, serenidad.
TL: ¿Recuerdas el momento en el que dices en casa que quieres hacer Periodismo y convertirte, de esa forma, en el primer universitario de la familia?
IG: En nuestra casa no había nadie que hubiera ido a la universidad. Mi padre tenía una carnicería, él y mi madre trabajaban en ella y todos hacíamos nuestros recados allí. Un día le dije a mi padre que no quería seguir en la carnicería y que quería estudiar. Le pareció bien y otro de mis hermanos se quedó con ella. Cuando me puse a estudiar hubo que hacer una cavilación mental y económica porque en San Sebastián no había universidad y me fui a Pamplona. Fue un paso que luego siguieron todos mis hermanos. Todo se lo debemos al trabajo de mis padres en la carnicería y luego de mi hermano. Todos salimos adelante con el trabajo en ese puesto en el mercado.
TL: Abriste la puerta a los demás con el factor responsabilidad por delante…
IG: Por supuesto, pero yo también he tenido mucha suerte. He trabajado como una mula de carga y eso está fuera de toda duda. Creo que he sido un buen profesional, pero cuando te hablo de suerte es porque conozco a gente con mejores condiciones que yo, que vale más que yo, que es más inteligente que yo, que ha trabajado tanto como yo y que no ha tenido la suerte que yo he tenido. Yo no me quito ningún mérito, pero sí reconozco que he tenido suerte.
TL: Con todo lo vivido y el éxito incuestionable que has disfrutado ¿Cuál ha sido el antídoto para la vanidad?
IG: Todo el mundo es vanidoso, Amalia. Todo el mundo. Lo que yo no soy es un gran vanidoso. Soy un vanidoso normal porque prefiero qué bien que qué mal, aplauso antes que pito, que me premien antes que me castiguen, pero no estoy enfermo de vanidad. Desde siempre tengo muy clara la sensación de que hay que tener serenidad en el éxito y también en el no éxito, serenidad en la euforia y serenidad en lo contrario, calma en los momentos muy difíciles y no perder los papeles en los momentos de alteración. Supongo que tiene mucho que ver con lo que hemos recibido en casa. En ella, hemos visto que nuestros padres han trabajado tanto, han sufrido tanto y han pasado por tanto para sacarnos adelante, que la tontería sobra. Ninguno de mis hermanos permitiría que alguno de nosotros se volviese gilipollas de saque (risas). Cada uno es consecuencia de sus experiencias vitales y yo he vivido algunas tan duras, en las que no me voy a detener, que te enseñan el abecedario rápidamente.
TL: ¿Nos hemos perdido un buen director de orquesta?
IG: Si sería bueno, no lo sé… pero que me hubiera gustado ser músico, eso sí lo sabéis los que me conocéis bien. Tengo muy buen oído, me gusta mucho la música. Soy un gran enfermo de la música. He conseguido muchísimo más de lo que nunca hubiera podido imaginar pero, si hubiera otra segunda oportunidad vital, me pediría ser director de orquesta.
TL: El niño que soñaba con vivir en la radio ¿se reconocería en el hombre que hoy eres?
IG: Lo primero que diría es ¡qué viejo soy! (risas) ¿Quién es este?… Diría. La vida es muy corta pero, dentro de ella, caben muchas vidas. Yo tengo una que, en principio, es muy lineal y en la que hay elementos muy constantes de tipo familiar y laboral, interrumpidos por unos terremotos brutales, que hacen que tenga una constante muy alterada.
TL: Has tenido una vida plena, con luces y sombras…
IG: Eso sí. Tan plena que, si mañana se acabara, me doy por informado porque ya sé en qué ha consistido todo. Hombre, si puede durar más ¡feliz!, sin problemas porque prisa no tengo. Sé en qué consiste esto de la vida, sé lo que es el placer, el dolor, el éxito, el fracaso, la alegría, la pena. Si puedo durar ¡estupendo! Si no es posible pues…”
TL: Que dures…
IG: Y que tú lo veas.
TL: Gracias como siempre, Iñaki.
IG: A ti, Amalia. Es un placer, ya lo sabes.
*Localización: Westin Palace Madrid. *Próxima semana: Antonio Banderas
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