Cumplen cuarenta años en el escenario, lo que es toda una proeza. Eran unos chiquillos cuando comenzaron a “hacer de las suyas” ante el público. Rubios y con ojos claros, hicieron creer a medio mundo que eran americanos. Mi debilidad por ellos es algo indisimulable. Hace unos cuantos años llegaron a mi vida y se quedaron en ella. Dan entrevistas con cuentagotas porque, por suerte, no necesitan promocionarse. Su espectáculo ‘x40+’ en el Teatro Apolo de Madrid, tiene todo vendido a diario. Nos encontramos para charlar, algo que hacemos desde hace muchos años. Como siempre, nuestra conversación se convirtió en algo emocional, en una terapia de amigos. Hay mucha emoción siempre en nuestros encuentros…
The Luxonomist: Ya estamos, de nuevo, preparados para charlar…
Jorge Cadaval: ¡¡Qué alegría tenerte siempre “alaíto” nuestro, Amalia! Ya sé que no te gusta ser el centro de atención, pero tengo que decirlo. Mi padre siempre nos dijo que es de bien nacidos el ser agradecidos. Llevamos 40 años y, desde que te conocemos, siempre nos has tratado con cariño, nos has dado nuestro sitio y te has preocupado por nosotros. Por todo eso, estamos encantados.
César Cadaval: Eres como nuestra hermana ya, que lo sepas. Por eso estamos encantados siempre de charlar contigo. Ya no damos muchas entrevistas, tú lo sabes, pero siempre tendrás de nosotros lo que necesites.
TL: Sé que me lo decís de corazón, no con la guasa característica de la familia Cadaval…
JC: (risas) Sabes que lo nuestro es genético, herencia de padres. Mi madre era muy graciosa y mi padre siempre estaba “sembrao” en todo.
TL: Recuerdo una lección de vida que os dejó: “Os vais a ir de aquí sin saber nada”…
JC: Así fue. Yo tuve la suerte de vivir mucho tiempo con mis padres, porque me casé más tarde que los demás hermanos. Él siempre me decía que me iba a morir sin saber nada. Aquí hay que estar preparado todos los días para aprender algo. Todos los días.
TL: Y malo el día que no lo aprendamos..
JC: ¡Hombre! Y que no nos sorprendamos y que no nos ilusionemos. La ilusión es primordial.
TL: ¿Seguís teniendo la misma que al principio?
CC: Yo creo que más, ¿no? No nos creemos que llevemos 40 años juntos. Yo empecé con quince años ¡imagínate!
TL: ¿Qué queda de aquellos niños rubitos y de ojos claros que parecían americanos?
CC: Queda mucho, mucho.
JC: Somos más rubitos, pero como un bolso usao. (risas)
CC: Tenemos más años, más experiencia… pero no hemos cambiado en lo esencial. Artísticamente sí, hemos ido evolucionando.
TL: Vuestra gran virtud es que tenéis muy buen fondo…
JC: Hemos mamao muy bien, en el sentido de que hemos tenido unos padres muy padres. Mi madre no podía serlo más y mi padre era incansable, todo el día de un lado a otro para darles a sus hijos todo lo que pudiera. Yo estoy muy agradecido a los dos porque ambos me han dado muy buenas cosas.
TL: Tuviste la suerte de convivir mucho con ellos…
JC: Mi padre se me fue antes y luego mi madre, pero yo moriría por estar un minuto más con ellos. A mí no me convence eso de la ley de vida, ¿sabes? Cuando te quedas huérfano, aunque sea de mayor, hay un poco de inseguridad. Eso es lo que yo siento.
TL: Y desamparo imagino…
JC: Sí, sí… porque cuando tu madre o tu padre están ahí sentados, te sientes protegido. Algo hay, que no sé qué es, que te aporta protección. No hace falta que te digan nada, solo tenerlos ahí. Mi madre con sus hijos era ciega… La verdad es que nosotros tuvimos mucha complicidad con nuestros padres. Yo nunca tuve ningún tipo de problema a la hora de comunicarme con ellos. Han sido mis padres pero, al mismo tiempo, me han escuchado y me han entendido a la hora de yo decirles cualquier tipo de cosas.
CC: Mi padre era una persona, nacida en 1920, pero estaba muy acoplado a la época en la que vivimos. Nos guardábamos el respeto padre-hijo pero podíamos hablarle todo.
TL: ¿El sentido del humor os ha dado vida en los momentos duros?
JC: Siempre. Mira Amalia, para tener sentido del humor hay que saber reírse de uno mismo. César es un tío que está siempre dispuesto, tiene las pilas cargadas “pa tó”. Es una persona que vive la vida con una intensidad tremenda y eso a mí me encanta.
CC: Demasiada intensidad, tengo que bajar un poquito el ritmo.
JC: Yo le admiro por esa forma que tiene de vivir las cosas y de disfrutarlas. Igual que yo. Hay que tomarse las cosas con humor siempre, y en cualquier momento reaccionar con buen humor.
CC: Tenemos una canción al final del espectáculo en la que hablamos un poco de eso. De lo importante que es aprovechar los ratos buenos de la vida. Los malos vienen solos.
TL: ¿El dolor os ha llegado a hacer callo?
CC: Sí, claro. Sobre todo con lo relacionado con la familia. Hemos perdido a nuestros padres, a dos hermanos… y eso marca. Me acuerdo todos los días de cada uno de ellos.
TL: Uno no se acostumbra a las ausencias…
JC: No, no ¡qué va, qué va! Eso es lo malo, no poder gestionar la ausencia. El ver el sofá vacío, los lugares en los que has sentido ese calor y protección sin que ya estén ellos. Había momentos que no hacía falta hablar, solo con mirarlos había complicidad. Cuando se van, eso deja de estar ahí. Está solo en tu corazón, en tu mente. Lo que yo hice fue cambiar de casa, reciclar la vida.
TL: Una curiosidad… ¿De niños os enfadabais?
JC: ¡Claro! Y de mayores (risas). Tenemos nuestro momentos, somos dos ogros…
CC: Jorge y yo somos muy diferentes, pero nos queremos tanto que todo se pasa.
JC: Son discusiones de cinco minutos en las que gritamos como si estuviéramos solos en las montañas de los Alpes y, después, no pasa nada y seguimos hablando normal.
TL: Eso es porque hay mucho amor entre vosotros…
JC: Claro, por supuesto. Y porque hay que saber perdonar también. A mí no me cuesta nada pedir perdón. El rencor es un sentimiento que deberíamos eliminar de la faz de la tierra, porque hace mucho daño a todo el mundo. No hay que guardarse las cosas, hay que exteriorizarlas y solucionar la situación. Borrón y cuenta nueva.
TL: ¡Ves como tienes buen fondo!
JC: Yo me alegro de que a la gente le vaya bien, le toque la lotería y sea feliz. Nosotros nos alegramos siempre del triunfo de los demás. Creo que el ser humano tiene unas virtudes maravillosas, pero no las potenciamos. Hay que restar lo negativo.
CC: Tú vives un poco en los mundos de Yupi, Jorge…
JC: No es verdad. Yo creo que tenemos que equivocarnos, pedir perdón y conocer los sinsabores de la vida para que luego podamos valorar las alegrías inmensas que nos da, pero hay que quitarle importancia a lo malo y eliminar las cosas negativas.
CC: Yo creo que todo depende de la percepción que le demos a las cosas a lo largo de la vida. La madurez ayuda mucho a ese cambio.
TL: ¿Tú eres otro desde que eres abuelo, por ejemplo?
CC: Llevo poco tiempo siéndolo, pero es otra sensación. Estoy tonto “perdío” con mi nieta porque es una niña que quita el “sentío”. Supongo que le pasará al resto de la gente que está en mi situación. Los abuelos estamos para malcriar a los niños. Eso dicen.
TL: Y los tíos también…
JC: Estoy de acuerdo con eso. Yo tengo 20 sobrinos, contando con los 5 de América por parte de Ken, y 5 sobrinos-nietos. Y quiero que vengan muchos más.
CC: Te diré que si yo fuera sobrino, querría tener un tío como Jorge. Adora a sus sobrinos y todas las semanas se reúne con todos.
JC: Me gusta estar con ellos y que se quieran entre ellos también.
TL: ¿Qué es lo mejor de Jorge?
CC: La grandeza que tiene. Es grande para todo. Es una persona que se da de corazón. Y un artista irrepetible.
TL: ¿Y de César?
JC: Me encanta su filosofía de la vida, su forma de vivir, lo buena persona que es, lo amigo que es de sus amigos. La imagen que tiene la gente de él dista mucho de lo que es. Mi hermano me encanta en todo y daría la vida por él, te lo digo tal y como lo siento.
CC: Yo daría por ti media “na más”.
JC: Con media también me vale, no te pido má. Te perdono todo (risas)
TL: ¿Hasta que sea impuntual?
JC: Yo sí ¡hasta eso!
CC: Es mi peor defecto, lo reconozco. Y sé que es una falta de educación, pero ahí fallo.
JC: He llegado a estar una hora y cuarto de reloj esperándole en una puerta para una entrega de premios.
CC: Conmigo hay que quedar siempre una hora antes y engañarme (risas)
TL: ¿Qué os saca de vuestras casillas?
JC: A mí la injusticia. Que te diga mi hermano, ¡me rebelo de muerte! Ahora estoy muy concienciado con el tema del planeta y los animales, que me encantan. Ya sabes que yo quise ser veterinario. Me da mucha pena ver cómo tenemos los mares, todo el plástico que generamos. No soy anti nada, pero tenemos que mejorar mucho.
TL: A lo largo de todos estos años de carrera, esos 40 que ahora celebráis, ¿habéis tenido que pellizcaros en algún momento para daros cuenta de que no era un sueño lo que estábais viviendo?
CC: Todos los días le damos gracias Dios y a la vida por darnos lo que tenemos en esta profesión, que nos hace muy felices y con la que podemos alegrar a la gente.
JC: Nunca alcanzas a imaginar la repercusión que puedes generar. A mí me sorprende mucho la gente. Nos llegan cartas que te quedas flipao con lo que te transmiten.
TL: ¿Qué pensáis que os hace diferentes para que esa gente sea fiel durante todos estos años?
CC: Tal vez no cambiar, seguir siendo fieles a lo que somos desde el principio.
JC: Yo creo que uno tiene que seguir siempre su línea y ser lo que siempre ha sido. Cuanto más auténtico eres y más tú, más te quiere la gente. No sé cuál ha sido nuestro secreto, pero lo que sí te digo es que estamos eternamente agradecidos a todas esas personas que nos siguen año tras año, generación tras generación. Damos gracias por despertarnos cada día, por poder comer, por subirnos a un escenario, por vivir de esto, por tener a la familia alrededor y disfrutar de la vida con los amigos.
CC: Nosotros nunca nos imaginamos que íbamos a llegar al lugar en el que hoy estamos y a tener el reconocimiento del que disfrutamos…
JC: Y tampoco del cariño que nos tienen, porque nos sentimos muy queridos en la calle. Por eso, cuando nos subimos al escenario, los dos nos partimos la cara para que los espectadores que han pagado su entrada, salgan satisfechos de nuestro espectáculo, que no dejen de tener una sonrisa en la cara.
*Localización: Hotel Wellington. *Próxima semana: Concha Velasco.
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